Colombia amplía su cooperación con China en un escenario internacional cambiante

Por Agroempresario.com

En un movimiento que genera preocupación en la región y en los Estados Unidos, Colombia ha dado pasos firmes hacia un mayor alineamiento con China, profundizando sus lazos comerciales y financieros con el régimen de Xi Jinping. A través de la adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) y la reciente incorporación al Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS, el presidente Gustavo Petro ha formalizado un acercamiento que genera interrogantes tanto en el plano geopolítico como económico.

Durante su visita a Pekín, Petro participó en el Foro China-CELAC, donde selló la inclusión de Colombia en el proyecto BRI. Este programa, impulsado por China, busca construir redes globales de infraestructura para expandir su influencia económica y política. Apenas semanas después, el Gobierno colombiano solicitó su ingreso al banco del BRICS, que fue aprobado el 19 de junio.

Aunque el acercamiento puede interpretarse como una estrategia de diversificación, muchos expertos advierten sobre el enfoque reactivo y poco planificado que ha caracterizado la política exterior de Colombia en las últimas décadas. A diferencia de otros países de la región como Brasil, que ha cultivado una relación pragmática con China durante años, o Chile, que firmó un tratado de libre comercio con el país asiático hace dos décadas, Colombia parece haber tomado este camino en respuesta a presiones internacionales, sin una estrategia clara de largo plazo.

Estados Unidos, tradicional aliado de Colombia, observa con preocupación. El deterioro de los resultados en la lucha contra el narcotráfico —con un aumento del 10 % en el cultivo de coca y del 53 % en la producción potencial de cocaína entre 2022 y 2023, según datos de la ONU— ya había tensado la relación. La reciente adhesión a la BRI podría ser el argumento adicional que busque Washington para reevaluar su cooperación bilateral en temas sensibles.

Sin embargo, analistas estiman que la Casa Blanca, consciente de que una reacción punitiva podría empujar aún más a Colombia hacia la órbita china, adoptará una postura paciente hasta el recambio de gobierno previsto para 2026. Con el mandato de Petro en su tramo final, la estrategia de EE.UU. parece centrarse en contener daños y mantener la posibilidad de reposicionar su influencia con una nueva administración colombiana.

El fortalecimiento de los lazos con China es evidente. En los últimos 20 años, el comercio bilateral se multiplicó por quince, pasando de USD 1.200 millones en 2004 a USD 18.300 millones en 2024. En contraste, el comercio con EE.UU. alcanzó los USD 30.800 millones en ese mismo periodo. A pesar de ello, las exportaciones colombianas hacia China apenas llegan a USD 2.400 millones, frente a los USD 14.300 millones que se dirigen a EE.UU., lo que refleja un déficit comercial de aproximadamente USD 14.000 millones con el gigante asiático.

En materia de inversión extranjera directa, la diferencia también es notoria: mientras que la IED china en Colombia ronda los USD 580 millones en los últimos tres años, la estadounidense supera los USD 16.000 millones. El contraste se acentúa aún más al observar los créditos chinos para infraestructura: entre 2018 y 2023, bancos chinos financiaron proyectos en Colombia por alrededor de USD 1.400 millones, entre ellos la Autopista al Mar 2, la ampliación del Aeropuerto El Dorado y la primera línea del metro de Bogotá.

El presidente Petro ha argumentado que el objetivo de su acercamiento a China es reducir el déficit comercial y elevar las exportaciones a USD 10.000 millones, apuntando a productos como cacao, café, camarones y atún. La adhesión al Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS también busca ampliar el acceso a financiamiento para proyectos de transición energética y desarrollo regional.

Pero ¿hay una estrategia integral detrás de estos movimientos? Varios analistas sostienen que no. La política comercial de Colombia carece de una visión a largo plazo que articule sus múltiples tratados de libre comercio, diversifique sus exportaciones y posicione al país dentro de cadenas globales de valor. Hoy, las exportaciones colombianas rondan los USD 1.000 per cápita, muy lejos de la media de la OCDE (USD 13.500). Además, petróleo y carbón representan el 45 % del total exportado, lo que evidencia una preocupante concentración en recursos naturales.

Una estrategia más eficaz debería incluir una mayor vinculación con Asia en su conjunto, no solo con China. Si bien el tratado con Corea del Sur de 2016 fue un avance, Colombia aún está rezagada frente a Chile, México y Perú, que son miembros del Acuerdo Transpacífico (CPTPP) y de la Alianza del Pacífico. Una ampliación hacia nuevos mercados asiáticos —como Japón, Vietnam o Singapur— permitiría una mayor integración económica sin generar tensiones políticas con Estados Unidos.

El contexto internacional también exige cautela. Las crecientes fricciones entre China y Estados Unidos plantean el riesgo de quedar atrapado en una rivalidad de potencias. En ese escenario, un país como Colombia —con vínculos profundos con Washington en materia de seguridad, comercio y cooperación— debe actuar con prudencia para no poner en riesgo logros alcanzados en décadas de alianza bilateral.

En lugar de una diplomacia reactiva, Colombia necesita una estrategia clara de inserción internacional que le permita ampliar sus horizontes comerciales sin renunciar a sus alianzas clave. La oportunidad existe, pero requiere visión, planificación y voluntad política.