Por Agroempresario.com
Con el inicio del segundo semestre del año, el debate sobre la estabilidad cambiaria en Argentina vuelve a instalarse en la agenda económica. Octubre, históricamente un mes crítico por la estacionalidad y la incertidumbre electoral, aparece nuevamente como el talón de Aquiles. En ese marco, un reciente informe del banco de inversión Bradesco BBI plantea la pregunta clave: ¿cuántos dólares hacen falta para evitar una nueva crisis cambiaria en 2025?
Desde hace décadas, el mercado cambiario argentino sufre una marcada estacionalidad: abundancia de dólares durante el primer semestre gracias a la cosecha gruesa y escasez en la segunda mitad del año, cuando aumentan las importaciones de energía. Sin embargo, esta dinámica comenzó a transformarse. El auge del sector hidrocarburífero —especialmente en Vaca Muerta—, la incipiente normalización financiera y nuevos instrumentos como el blanqueo de capitales, están empezando a redibujar el mapa.
Según el informe FX Weakness in 2H25? How Many Dollars Are Needed to Mitigate Material ARS Depreciation?, el promedio mensual de compras netas de dólares por parte del BCRA pasó de apenas US$19 millones entre 2013 y 2018, a más de US$300 millones entre 2019 y 2025. La explicación principal: el crecimiento sostenido de las exportaciones de petróleo y gas, que redujo fuertemente la necesidad de importar energía.
Esto permitió al Banco Central recomponer reservas y ganar margen de maniobra para intervenir ante eventuales shocks. No obstante, el informe de Bradesco advierte que octubre sigue siendo el mes más vulnerable. En 2025, además, se celebrarán elecciones legislativas el día 26, lo que añade un componente de volatilidad adicional.
Ante este escenario, el Gobierno apuesta por una estrategia multicanal para absorber dólares del circuito informal y formalizarlos a través del consumo. Uno de los pilares es el blanqueo de capitales lanzado en septiembre de 2024, que fue extendido durante 2025, y que busca atraer parte de los US$255.000 millones que los argentinos poseen fuera del sistema financiero.
Según las estimaciones del informe, si solo el 2% de los hogares —unas 228.000 familias— canalizara parte de esos fondos hacia la compra de autos nuevos, se podrían inyectar más de US$5.000 millones en seis meses. La apuesta es ambiciosa, aunque enfrenta desafíos legales: aún no se ha aprobado una ley que otorgue garantías penales y fiscales a los adherentes.
Además del blanqueo, el Ejecutivo promueve el uso de bonos en dólares para financiar inversiones de largo plazo y relanza programas de incentivos al consumo de bienes durables en divisas, como automóviles, electrodomésticos o incluso inmuebles.
El otro frente que analiza el reporte de Bradesco es la inversión extranjera directa (IED). Aunque en 2023 Argentina captó flujos por el 3,7% del PBI —por encima del promedio histórico del 1,9%—, buena parte de ese capital correspondió a repatriaciones o pagos de deuda entre empresas vinculadas, especialmente en minería, comercio y manufactura.
En comparación con sus vecinos, Argentina sigue rezagada: Chile registró un 5,8% de IED sobre PBI, Colombia 3,5%, Brasil 3,2% y México 2,4%. La razón, según Bradesco, radica en la inestabilidad macroeconómica, la falta de previsibilidad institucional y los vaivenes en la política cambiaria.
No obstante, ciertos instrumentos de deuda, como los BONTEs en pesos con rendimientos superiores al 28%, captaron el interés de inversores especulativos dispuestos a asumir riesgo argentino a cambio de una alta rentabilidad.
Aunque el informe no explicita una cifra exacta, sostiene que las necesidades netas de divisas para cubrir la demanda estacional de la segunda mitad del año serán menores que en ejercicios anteriores. Las razones son múltiples:
De confirmarse estos factores, la depreciación del peso podría ser moderada, aunque no eliminada del todo. La historia argentina muestra que los períodos electorales intensifican la dolarización de carteras y la fuga de capitales, fenómenos difíciles de contener solo con incentivos.
El informe concluye con una mirada equilibrada: aunque hay señales positivas, el éxito dependerá de la eficacia del blanqueo, la evolución del precio del crudo —fundamental para el superávit externo— y la aprobación de un marco legal que brinde seguridad a quienes decidan repatriar capitales. De lo contrario, la segunda mitad del año podría volver a ser escenario de tensiones cambiarias.
El segundo semestre de 2025 se presenta como una bisagra. Si las políticas funcionan, Argentina podría consolidar un nuevo equilibrio en su sector externo. Pero si las señales son confusas o insuficientes, la volatilidad volverá a instalarse en el mercado. En cualquier caso, la clave seguirá siendo la misma: cuántos dólares entran, cuántos se van y, sobre todo, cuántos confían.