Por Agroempresario.com
La cerveza brasileña gana terreno en góndolas argentinas con precios que sorprenden a consumidores y preocupan a productores locales. En medio de una fuerte retracción del consumo interno, varios supermercados ofrecen latas importadas desde Brasil a valores más bajos que las de marcas tradicionales argentinas. El fenómeno revela un nuevo equilibrio competitivo en el sector cervecero argentino, donde la combinación de inflación, caída del poder adquisitivo y apertura a importaciones modificó la lógica de la oferta y la demanda.
En cadenas como Carrefour, Coto, Jumbo y Día, se observan promociones destacadas de etiquetas extranjeras, entre ellas Itaipava, que se vende por debajo de los $1.000, mientras marcas locales como Quilmes, Imperial o Schneider superan los $2.000. El consumidor argentino, cada vez más sensible al precio, responde priorizando costo por sobre procedencia.
El consumo de cerveza en Argentina cayó cerca del 6% en lo que va de 2025, según datos citados por Noticias Argentinas. La pérdida de poder adquisitivo y el encarecimiento general de productos de la canasta básica empujaron a las familias a ajustar sus consumos. En ese contexto, las bebidas alcohólicas —entre ellas la cerveza— pasaron a un segundo plano.
Frente a ese panorama, los supermercados decidieron ampliar su margen de acción y apelar a la importación para reactivar ventas en góndolas de bebidas. Brasil se volvió el proveedor ideal: cercanía logística, tipo de cambio favorable y capacidad industrial competitiva. Además, muchos mayoristas cerraron acuerdos en condiciones ventajosas que favorecieron un abaratamiento general de costos.
Una recorrida por plataformas digitales de cadenas como Carrefour Online o Coto Digital permite ver claramente las diferencias de precio. En formato de lata de 473 ml, algunos valores promedio son:
Este diferencial de hasta el 150% convierte a las etiquetas importadas en opciones atractivas, especialmente para consumidores que compran por volumen o en promociones por pack.
La combinación de factores macroeconómicos y logísticos explica el nuevo escenario. Por un lado, la apertura parcial del comercio exterior para productos de consumo masivo permitió importar cervezas con menos restricciones. Por otro lado, el tipo de cambio real favorece la compra en reales, mientras que el encarecimiento de insumos internos impacta negativamente sobre la competitividad de las cerveceras argentinas.
Además, las grandes superficies utilizan estas importaciones como herramienta comercial: productos "gancho" para atraer consumidores con precios bajos que luego completan el ticket con otros artículos.
Desde las cámaras que agrupan a productores cerveceros, advierten que el avance de las importaciones pone en riesgo empleos, producción y márgenes. “Las fábricas trabajan por debajo de su capacidad instalada y varias debieron reducir turnos”, explicaron desde el sector. Algunas voces piden mayor regulación o esquemas de protección para equilibrar la competencia.
Sin embargo, otras posturas más liberales dentro de la cadena de valor celebran que haya opciones más económicas en góndolas, siempre que cumplan con normas sanitarias y comerciales. “El consumidor debe poder elegir lo que mejor se adapte a su bolsillo”, argumentan.
Para las grandes superficies, el negocio pasa por la rotación y el volumen. Las cervezas importadas, al tener precios más accesibles, rotan más rápido. Esto mejora el flujo de caja y reduce problemas de inventario, algo clave en un mercado donde la demanda es volátil y las bebidas alcohólicas tienen un componente estacional.
En paralelo, la venta en bares y restaurantes aún no se recupera del todo, lo que deja más stock disponible para la venta minorista. Esto hace que supermercados y mayoristas concentren el grueso del movimiento de cervezas y potencien promociones exclusivas en sus canales.
La cerveza no es la única categoría con presión importadora. Algunos empresarios temen que el fenómeno se traslade a vinos, destilados e incluso bebidas sin alcohol. La presión sobre márgenes y empleo podría crecer si no se toman medidas de fondo para fortalecer la competitividad local.
Desde Brasil, empresas del sector cervecero observan el comportamiento del mercado argentino como una oportunidad de expansión en la región. En particular, marcas de mediana escala buscan posicionarse en góndolas con precios agresivos y campañas de marketing digital orientadas al público joven y urbano.
La discusión sigue abierta. Mientras el consumidor se beneficia de precios más bajos y mayor variedad, el tejido productivo local sufre el impacto de competir con productos que llegan con ventajas comparativas. La pregunta central es si el sistema actual permite una competencia equilibrada o si se requiere una redefinición de políticas industriales para evitar un daño estructural al sector.
Por lo pronto, las góndolas hablan: la presencia de cerveza brasileña en supermercados creció más de un 20% desde fines de 2023 y no muestra señales de retroceso. En un país acostumbrado a defender su “cerveza nacional”, los nuevos hábitos de consumo y la presión económica reconfiguran lo que hasta hace poco era impensado: elegir una cerveza extranjera, no por moda, sino por necesidad.