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Por Agroempresario.com
En un contexto donde los costos de producción del agro argentino suben sin freno y los precios de los commodities no acompañan de la misma manera, una tendencia silenciosa comienza a agitar el mercado de la maquinaria agrícola: la irrupción de los tractores chinos. A mitad de precio y con prestaciones competitivas, estas máquinas están conquistando a productores que buscan eficiencia sin pagar valores exorbitantes.
Uno de los casos que ejemplifica este fenómeno es el de Ricardo Linari, productor agropecuario del sur de Córdoba. “Me costó US$56.000, exactamente la mitad que uno nacional y viene con todos los accesorios”, explicó. Linari compró un tractor Chery de 115 HP con tracción 3 puntos, aire acondicionado y cubiertas radiales. Lo que lo decidió no fue solamente el equipamiento, sino lo que se convirtió en el factor clave: el precio.
Desde que el equipo llegó a su campo hace mes y medio, no ha pasado desapercibido. Socios, contratistas y vecinos lo han visitado para ver la máquina en funcionamiento. “Funciona perfecto, y tiene una marcha súper lenta de un kilómetro por hora que no todos traen. Es ideal para trabajos específicos”, sostuvo. Para él, que lleva años renovando maquinaria de forma escalonada, los precios del mercado nacional se volvieron impagables: “Por un nacional me pidieron US$115.000 y por uno de multinacional, US$135.000. Es una locura”.
El fenómeno va más allá de una experiencia individual. Se está gestando una suerte de “invasión” tecnológica desde Asia que ya se deja ver en muchos campos del país. Marcas como Chery y Lovol ingresan con fuerza, ofreciendo productos confiables y significativamente más económicos.
Paolo Tucci, socio de la concesionaria Ostagro en Moquehuá, Chivilcoy, observa de cerca esta tendencia. “Vendo un 90% de industria nacional, pero desde mediados del año pasado sumamos un 10% de tractores importados, principalmente chinos de 120HP. Es lo que más se busca”, afirma. Tucci representa a la marca Lovol, y sostiene que “hoy se amplió la oferta y de a poco el productor toma confianza y se anima”.
Según relata, la diferencia de precio genera una reacción inmediata: “Cuando les muestro el producto, el asombro es por el precio y por la calidad. Hoy todo lo que está en tránsito o embarcado ya está vendido. Nos está desbordando la demanda”.
La fórmula asiática parece imbatible: productos accesibles, equipados, con prestaciones que cumplen, y respaldo técnico que crece. La clave es la escala: los fabricantes chinos producen en masa y tienen una logística aceitada para responder rápidamente a la demanda sudamericana.
Las consecuencias no se hacen esperar. Algunas fábricas argentinas ya han tenido que ajustar precios hasta un 20% para intentar competir. “No pueden mantener los precios porque tienen inventarios valorizados en dólares del año pasado”, explican desde el sector.
Las filiales de marcas tradicionales asentadas en el país enfrentan una situación incómoda. No tienen la capacidad de respuesta ni el margen para bajar precios sin comprometer su rentabilidad. Esto abre una grieta que los chinos están aprovechando con rapidez. Como señala Tucci, “cuando entiendan del todo la demanda argentina, la van a resolver en dos minutos”.
Uno de los aspectos más interesantes del desembarco chino es el “boca a boca”. Los productores que compran se convierten, sin quererlo, en embajadores del producto. “Después de que uno se anima, lo llama el vecino, el primo, el contratista. Corre como pólvora en los pueblos”, agrega Tucci. Es un proceso cultural que está en marcha y que podría tener efectos duraderos en la estructura del agro argentino.
Para Linari, todo es parte de un sentido común que se impone. “Lo que produzco es soja, y si pongo esos precios en valor soja, es impagable. Esto se impone solo”, repite.
La tecnología china no solo está presente en tractores: sembradoras, picadoras, cosechadoras, rotoenfardadoras… todo llega adaptado a las necesidades regionales. La experiencia de Brasil y México, donde estas marcas ya están instaladas, adelanta lo que podría ocurrir en Argentina si el proceso continúa.
Lo que ocurre hoy podría ser apenas el inicio. “Estamos viendo la punta del iceberg”, anticipa Tucci. “China tiene la capacidad de adaptación y de competir con marcas que están hace 100 años en el mercado”. Si eso ocurre, la maquinaria local deberá repensar sus costos, estrategias de producción y financiamiento. Porque lo que ayer parecía impensado —un tractor chino en el campo argentino— hoy es una realidad.
Y no es solo por el precio. Es porque funciona. Es porque convence. Y sobre todo, porque llegó para quedarse.
