Por Agroempresario.com
El café es mucho más que una simple bebida para millones de personas: es un ritual, un espacio de encuentro, una pausa en el ritmo frenético de la ciudad. En las últimas décadas, especialmente desde la pandemia, se ha producido un cambio profundo en cómo se consume y se valora esta infusión tan popular. Ya no basta con tomar un café rápido; ahora la cultura del café urbano se basa en la experiencia, en la calidad y en la diversidad de sabores.
Buenos Aires, epicentro de esta transformación en Argentina, ha visto crecer un mercado donde el espresso, el latte y los cafés filtrados toman el protagonismo. Estos estilos no solo son formas distintas de preparar el café, sino que representan una filosofía de consumo donde la curaduría del grano, el respeto por el proceso de tueste y la técnica de extracción son fundamentales.
La idea de “café de especialidad” se ha instalado en la escena urbana y ha provocado que el consumidor valore aspectos que antes pasaban desapercibidos: el origen del grano, la altitud donde se cultiva, el perfil sensorial, la trazabilidad y el impacto social que tiene la producción cafetera. Esta nueva mirada ha impulsado la creación de cafeterías que se dedican a ofrecer no solo una bebida, sino una experiencia única e integral.
Para comprender esta revolución, es clave entender qué se denomina café de especialidad. No todos los cafés se producen ni se procesan igual, y los expertos evalúan los granos según estándares rigurosos que consideran factores como la calidad del grano verde, la forma de tueste y las técnicas de preparación.
Generalmente, un café se considera de especialidad cuando obtiene una puntuación superior a 80 sobre 100 en evaluaciones internacionales, como las realizadas por la Specialty Coffee Association (SCA). Este puntaje asegura que el café tiene un perfil sensorial definido, sin defectos, y que ofrece sabores complejos y equilibrados.
Además, la trazabilidad es un elemento fundamental: poder rastrear el café hasta la finca, conocer quién lo cultivó y bajo qué condiciones, genera transparencia y conexión directa entre productor y consumidor. Esto no solo mejora la calidad, sino que fomenta prácticas más sostenibles y justas.
El café de especialidad es también sinónimo de experimentación y evolución. No se limita al espresso tradicional, sino que abraza métodos de filtrado como el V60, Chemex, prensa francesa o cold brew, que permiten descubrir aromas y matices antes escondidos.
Diversos estudios científicos han resaltado beneficios asociados al consumo moderado de café. Entre ellos, la reducción de riesgos cardiovasculares y de mortalidad general en consumidores habituales. Más allá del aporte saludable, el café se ha convertido en un elemento clave en la vida urbana: un acompañante indispensable para el trabajo remoto, el encuentro social o la inspiración creativa.
La pandemia fue un momento bisagra, pues llevó a muchos a descubrir y valorar el café de especialidad, que hasta entonces parecía reservado a nichos muy específicos. La “urbanización” del café permitió que más personas accedieron a estos productos y a la cultura que los rodea.
En este contexto emergen espacios como La Esquinita, ubicada en el barrio porteño de Saavedra. Su fundadora, María Victoria de León, cuenta que el proyecto nació en un momento difícil: “Con ocho meses sin trabajo, decidí transformar un local vacío en un refugio para quienes buscan una pausa cálida”.
María Victoria, con formación en Comunicación y experiencia en marketing, apostó a un café de calidad superior y a un ambiente que invite a quedarse. “Nos enfocamos en un café 100% arábica Caturra, de San Agustín, Huila, Colombia, seleccionado a mano a 1.700 metros de altitud”, detalla.
Este café tiene notas a chocolate, avellana y un toque cítrico, y una puntuación internacional de 83,5, garantía de su especialidad. Para La Esquinita, el latte es la estrella de la carta, una bebida que combina la intensidad del espresso con la cremosidad de la leche vaporizada para crear una experiencia sensorial completa.
Victoria explica que este café es más que una mezcla: “Representa nuestra filosofía de calidad, calidez y experiencia pensada para que cada persona se sienta especial”.
El espacio es un ejemplo de cómo el café urbano se reinventa: la carta incluye también espresso, americano, cortado, cappuccino y flat white, inspirados en la tradición italiana pero adaptados a las nuevas tendencias y gustos.
En el barrio de Caballito, FECA se destaca por su enfoque riguroso en la calidad del café. Matías, uno de sus baristas, explica que no solo importa el grano, sino la calibración diaria de la máquina para asegurar la extracción perfecta del espresso.
“Somos tostadores de nuestro propio café y seleccionamos granos que superan los 80 puntos en calidad. Esto asegura una bebida excepcional”, detalla.
El flat white es el café preferido del público local. Su fórmula combina un espresso concentrado con leche vaporizada en proporciones equilibradas que permiten hacer arte latte, generando una espuma cremosa y sabrosa.
“Para los argentinos, la leche es fundamental en el café. El flat white tiene un buen cuerpo, sabor intenso y es visualmente atractivo gracias al arte latte”, afirma Matías.
En Palermo, Vive Café es otro referente del café de especialidad que privilegia la trazabilidad y el trabajo directo con productores colombianos. Vanesa, encargada del local, resalta que solo trabajan con cafés especiales provenientes de fincas concretas, lo que garantiza la calidad y la autenticidad.
“Buscamos que cada café tenga una complejidad sensorial distinta y que el consumidor pueda experimentar varietales únicos, como gesha honey o bourbon sidra, con procesos experimentales”, comenta.
En Vive Café, el flat white es la bebida más solicitada, pero también exploran preparaciones estacionales como la “limonada de café” o el “saoco”, mezcla refrescante de café, maracuyá, fernet y ron.
Los métodos de filtrado ganan terreno, y son especialmente valorados por su capacidad de mostrar perfiles de sabor complejos y limpios, muy apreciados por los conocedores.
El actor y empresario Nico Riera lidera Café Society, un espacio que promueve la idea de “curaduría viva”: una selección dinámica y rotativa que varía según la temporada, la cosecha y el perfil sensorial.
Riera señala que trabajan con micro lotes, cafés de altura y métodos cuidados que incluyen fermentaciones controladas, asegurando que cada café tiene una historia que contar, desde su aroma hasta el impacto social en la comunidad cafetera.
“Uno de nuestros cafés estrella es Brasil Black Pearl, que combina notas a chocolate amargo, nuez y caramelo. Es intenso pero accesible, perfecto para abrir el ritual del café”, comenta.
La carta prioriza métodos filtrados (V60, Chemex, prensa francesa, cold brew) que permiten mostrar la pureza y complejidad del grano, aunque también mantienen el espresso como base para quienes prefieren intensidad y textura.
Más allá de la bebida, el café de especialidad implica un compromiso con la calidad, la sostenibilidad y la comunidad. La relación directa con caficultores y pequeños productores es fundamental para garantizar trazabilidad y justicia social.
Este enfoque transforma cada taza en un puente entre la ciudad y las fincas, entre el consumidor y quienes trabajan la tierra, generando una experiencia con sentido que trasciende el simple placer del sabor.
En Buenos Aires y otras grandes ciudades, las cafeterías especializadas se han convertido en espacios multifuncionales: cafés donde se trabaja, se socializa, se estudia y se disfruta la gastronomía con un fuerte componente artesanal.
Este fenómeno también tiene impacto económico, generando empleo y promoviendo pequeñas empresas de tueste y producción local. La especialización del café crea un circuito virtuoso que beneficia a todos los actores, desde el productor hasta el consumidor final.
La tendencia indica que el café seguirá siendo protagonista en la cultura urbana, con un crecimiento constante del interés por la calidad y la innovación.
Se prevé que nuevos métodos de extracción, procesos experimentales y una mayor educación del consumidor seguirán impulsando el mercado. Además, la sostenibilidad y la responsabilidad social serán ejes fundamentales para la industria.