Por Agroempresario.com
La expansión territorial de los carpinchos continúa sin freno en la zona norte del conurbano bonaerense. Luego de instalarse en Nordelta, estas especies silvestres ahora han sido avistadas y registradas en espacios exclusivos como el Club Náutico San Isidro. Entre jardines, piletas y embarcaciones, los socios aseguran convivir cada vez con más ejemplares de este roedor gigante. ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué medidas se están tomando? ¿Implica un riesgo sanitario o ecológico?
Durante el último verano, la presencia de carpinchos en el Club Náutico San Isidro dejó de ser una rareza. Según relatan los propios socios, no solo se ha incrementado su número, sino que ya se observan grupos familiares enteros recorriendo libremente el predio. “Esta semana fui al amanecer y vi un lote de unos diez, entre adultos y crías”, contó Andrew Milanowski, socio del club, que también compartió videos de los animales descansando junto a las embarcaciones.
Desde la administración del club confirmaron que el fenómeno es creciente. Incluso, instalaron un cerco en la pileta para evitar el acceso de los animales, aunque el resto del predio sigue abierto a su circulación. “Se reproducen aquí mismo. Están por todos lados”, afirmaron desde la secretaría.
Contrario a lo que podría pensarse, los carpinchos no llegaron a la zona, sino que regresaron. Estos animales, los roedores más grandes del mundo, habitan naturalmente los humedales del litoral y el delta del Paraná. La urbanización de estas áreas los desplazó en las últimas décadas, pero con el freno a la caza, la disminución de depredadores y la recuperación de algunos espacios ribereños, comenzaron a volver.
Rubén Quintana, investigador del Conicet y director del Instituto de Investigación de Ingeniería Ambiental (IIIA) de la Unsam, explicó que “históricamente, la especie llegaba hasta Buenos Aires, hasta la zona del río Quequén. La cacería para curtiembres y la urbanización fueron las causas clave de su desaparición. Pero desde hace algunos años, están volviendo”.
Los carpinchos (Hydrochoerus hydrochaeris) pueden pesar hasta 60 kilos y medir más de un metro de largo. Son herbívoros, viven en grupos liderados por un macho alfa, y necesitan cuerpos de agua cercanos para sobrevivir. Su notable capacidad de adaptación los ha llevado a establecerse en barrios privados, zonas urbanas ribereñas y clubes náuticos, donde encuentran seguridad, agua y vegetación abundante.
Germán Hansen, especialista en conservación de la Fundación Temaikèn, asegura que “tienen una ecología generalista que les permite adaptarse rápidamente. La ausencia de depredadores y la presencia de recursos en entornos urbanos facilita su proliferación”.
Ante el crecimiento poblacional de carpinchos en espacios compartidos con humanos, surgen inquietudes sobre la seguridad. Sin embargo, los expertos coinciden en que no representan un riesgo directo. “No hay registro de que hayan atacado personas en Argentina. En general, los conflictos ocurren cuando un perro intenta acercarse a una cría y los adultos lo enfrentan”, aclara Quintana.
También se descartó que sean vectores de enfermedades como leptospirosis y hantavirus. “Aunque sean roedores, no hay evidencias de transmisión de enfermedades a humanos en nuestro país”, añadió el investigador.
Desde la Dirección de Flora y Fauna de la Provincia de Buenos Aires no se han recibido denuncias oficiales sobre el caso de San Isidro, aunque se recordó que los carpinchos son especie protegida por la ley nacional de flora y fauna. La normativa penaliza su caza o agresión, con penas de uno a tres años.
El artículo 265 del Código Rural bonaerense establece que “se entiende por acto de caza toda técnica que tienda a buscar, acosar, apresar o matar animales silvestres”, lo que refuerza la protección sobre estos ejemplares.
Frente al aumento de ejemplares, la única estrategia oficial implementada hasta ahora fue en Nordelta, donde se aplicó un método de control reproductivo. El plan, desarrollado por el INTI, el CONICET y otras instituciones, consiste en la administración de GonaCon, una vacuna anticonceptiva que inhibe la fertilidad del macho alfa durante un año. Los resultados preliminares en Brasil, donde se usó ante situaciones similares, demostraron una eficacia del 100% en el control temporal de la reproducción.
El avance de la urbanización sobre los humedales generó una transformación profunda del ecosistema ribereño. El crecimiento inmobiliario y la construcción de barrios cerrados y clubes alteró el equilibrio natural y eliminó depredadores. Esto, combinado con condiciones ideales de alimento y refugio, permite que los carpinchos encuentren condiciones óptimas para reproducirse.
“Es un proceso de reocupación de su hábitat original. El problema es que hoy esos hábitats están urbanizados, y por eso el conflicto se da con la sociedad humana”, reflexiona Quintana.
A diferencia de lo que ocurrió en Nordelta, donde hubo quejas vecinales, ataques a perros e incluso denuncias judiciales, la convivencia en San Isidro parece, por ahora, más armoniosa. Los socios del Club Náutico suelen recibir con simpatía a los nuevos visitantes. Aun así, las autoridades del club y los especialistas reconocen que si la población sigue creciendo, deberán pensarse estrategias de gestión.
“Por ahora no planeamos tomar más medidas. Es su hábitat”, señalaron desde el Club Náutico, aunque reconocieron que están en contacto con autoridades locales por prevención.
Los avistajes de carpinchos ya no se limitan al norte bonaerense. Según expertos, se han detectado ejemplares incluso en la Costanera porteña, zonas de Tandil y más al sur. El fenómeno responde a un patrón general de recolonización, incentivado por cambios ecológicos, reducción de amenazas y recuperación de sus ambientes naturales.
“Estamos frente a un ejemplo de cómo la fauna responde a los cambios del entorno. Es una oportunidad para revisar cómo planificamos nuestras ciudades y cómo convivimos con la biodiversidad”, concluye Hansen.