Por Agroempresario.com
La industria automotriz argentina, uno de los sectores clave para la generación de divisas y empleo en el país, enfrenta una encrucijada que pone en riesgo su rol exportador. El aumento sostenido de los costos operativos en dólares y la falta de una renovación del esquema de exención de retenciones a las exportaciones representan, según sus principales referentes, una amenaza directa a la competitividad del sector.
Durante la presentación de la pick-up Fiat Titano en Córdoba, Martín Zuppi, CEO de Stellantis Argentina y actual presidente de la Asociación de Fábricas de Automotores (ADEFA), puso en palabras una de las principales preocupaciones del sector: “Cuantos más impuestos pagas, menos exportás. Eso es así. Cualquier cosa que afecte la competitividad es una complicación.” Su diagnóstico es compartido por buena parte de la industria, que desde el inicio del 2025 presiona por una solución que aún no llega.
La suspensión de las retenciones al agro anunciada en marzo había despertado la esperanza de un trato similar para el sector automotor. Sin embargo, a fines de junio, sin novedades oficiales y con la perspectiva de que las exportaciones superen el límite de 137.000 vehículos que históricamente habilita el cobro de derechos de exportación, las automotrices deberán afrontar una alícuota promedio del 2,5% por cada unidad exportada. En los últimos cuatro años, ese costo no se aplicaba gracias a un esquema de exención que se renovaba anualmente.
Esta situación, según Zuppi, no solo desalienta las ventas al exterior, sino que también puede alterar los planes de inversión de las terminales: “Si esto se mantiene, exportás menos, ingresan menos divisas. Ya sabemos cómo funciona la rueda.”
A este escenario se suma una variable aún más preocupante para la industria: la pérdida de competitividad por el alza de los costos operativos medidos en dólares. “Tuvimos inflación en pesos, pero el tipo de cambio se movió muy poco. En dólares, no somos eficientes ni baratos para producir”, alertó Zuppi.
Esta desventaja en el plano cambiario golpea a un sector que depende de una logística aceitada y costos bajos para sostener su competitividad frente a plantas en Brasil, México o incluso Asia. La combinación de costos internos inflados, presión tributaria y volatilidad regulatoria representa, para muchos, una barrera estructural difícil de superar si no se adoptan decisiones urgentes.
Uno de los puntos más controvertidos en el diálogo entre el Gobierno nacional y las automotrices fue la advertencia pública del ministro de Economía, Luis Caputo, ante rumores de aumentos de precios tras el levantamiento del cepo cambiario. Si bien las partes se reunieron luego del episodio, el incidente dejó secuelas.
Desde el sector, varias fuentes coinciden en que la agenda de trabajo conjunta —que incluyó medidas como la eliminación del impuesto PAIS, los permisos de importación y el doble cobro de IVA y Ganancias sobre bienes importados— se ralentizó tras ese cruce. Aunque oficialmente se mantiene el diálogo, “el tema de la renovación de la exención a las exportaciones incrementales no está entre las prioridades del Gobierno”, fue la respuesta que recibió la industria ante sus gestiones.
Otra línea de interpretación dentro del sector apunta a un debate no resuelto dentro del Ejecutivo: entre quienes propugnan una apertura comercial sin restricciones y aquellos que entienden que ciertos sectores estratégicos —como el automotor— necesitan de protección y estímulo para mantenerse en pie.
Esta tensión quedó expuesta cuando un ejecutivo de la industria afirmó: “Una marca ya dejó de producir y se convertirá en importador. Si no hay condiciones competitivas, quizás nos convenga importar en vez de fabricar.”
Daniel Herrero, flamante CEO de Prestige-Auto, representante exclusivo de Mercedes-Benz en Argentina, ofreció una visión que pone en perspectiva la magnitud del aporte automotor: “La industria genera entre 500.000 y 600.000 empleos, y ahorra USD 12.000 millones al Estado.” Su declaración busca instalar una visión más estratégica en el análisis: entender a la industria no solo como fuente de recaudación sino también como generadora de valor agregado y desarrollo industrial.
Según Herrero, muchas de las decisiones tomadas en los primeros meses del nuevo gobierno pueden parecer antipáticas, pero están abiertas al diálogo. “Cada parte tiene algo que ofrecer. Es una charla que hay que tener.”
La industria automotriz argentina no solo es una fuente clave de divisas: también representa un símbolo de desarrollo industrial, empleo calificado e integración tecnológica. Las terminales locales, que exportan a Brasil, Colombia y otros países de la región, son también un termómetro de la economía y del humor inversor.
Zuppi recordó que “hace dos años no podíamos girar dividendos, pagábamos los autos a 210 días y no podíamos importar piezas. Hoy estamos de pie.” Ese recorrido, dijo, muestra la resiliencia de un sector que, pese a las dificultades, aún apuesta a seguir invirtiendo en el país.
El efecto inmediato sería una caída en las exportaciones. Las terminales podrían redirigir sus productos a otros mercados, cancelar o reducir pedidos y, en el mediano plazo, rever planes de inversión o incluso producción. Si la competitividad sigue deteriorándose, algunas plantas podrían optar por importar modelos en lugar de fabricarlos localmente.
Zuppi fue claro: “No hay mucho margen para recortar rentabilidad y mantener la competitividad.” Las decisiones que se tomen en las próximas semanas serán claves para definir el rumbo de uno de los pocos sectores industriales que todavía conservan volumen, empleo y capacidad exportadora.