Por Agroempresario.com
La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) definió como “vital” la exploración de hidrocarburos en el Margen Ecuatorial de Brasil, una zona de alta sensibilidad ambiental cercana a la desembocadura del río Amazonas, que podría convertirse en la nueva frontera energética del país. Esta postura, detallada en el informe anual World Oil Outlook 2025 (WOO 2025), despierta tensiones entre los intereses productivos, las preocupaciones ambientales y los compromisos internacionales asumidos por Brasil.
El estudio, difundido en Viena, subraya que la producción petrolera brasileña, impulsada por la explotación en aguas profundas, ha sido clave para consolidar al país como uno de los principales exportadores del mundo. Sin embargo, el informe advierte sobre un inminente declive de producción en yacimientos actuales, lo que abre paso al Margen Ecuatorial como una de las principales reservas potenciales a partir de la próxima década.
El Margen Ecuatorial comprende una franja costera de aproximadamente 500 kilómetros al norte del país, en la intersección del océano Atlántico con la selva amazónica. Según la OPEP, allí podría haber hasta 30.000 millones de barriles equivalentes de petróleo (bep) sin explotar. Si se confirman las proyecciones, esta región jugaría un papel central en mantener e incluso expandir los niveles de producción a partir de 2030.
“El desarrollo de esta zona no solo aseguraría reservas estratégicas para Brasil, sino que también posicionaría al país como un centro global de exploración en aguas profundas”, destaca el documento.
La empresa estatal Petrobras ha perforado hasta ahora unos 700 pozos en esa área y planea abrir al menos 15 más en los próximos cinco años. Este crecimiento permitiría reponer reservas frente al agotamiento de otros campos maduros.
Actualmente, Brasil es el octavo mayor exportador de petróleo del mundo. Su producción pasó de 2,1 millones a 3,4 millones de barriles diarios entre 2010 y 2024. Solo en 2024, el crudo se posicionó como el principal producto de exportación del país. Además, el sector petrolero genera 1,6 millones de empleos directos e indirectos y representa el 17,2 % del PIB industrial brasileño, según la OPEP.
No obstante, estos logros económicos chocan con crecientes reclamos de sectores ambientalistas, comunidades tradicionales y organismos judiciales. Diversas organizaciones ecologistas han protestado contra los planes de exploración petrolera en la desembocadura del Amazonas, argumentando que los ecosistemas marinos y costeros podrían verse gravemente afectados por derrames, residuos y alteraciones en la biodiversidad.
En mayo pasado, el Ministerio Público Federal de Brasil solicitó a la justicia la suspensión de una subasta de concesiones petroleras en el Margen Ecuatorial, al considerar que se realizó sin estudios adecuados sobre los impactos climáticos y socioambientales. “La oferta de esas áreas sin estudios previos representa una grave violación a los derechos fundamentales y a la legislación ambiental brasileña”, indicó la fiscalía.
Entre las demandas más urgentes, el Ministerio exige a la Agencia Nacional del Petróleo (ANP) que presente informes sobre el posible impacto en comunidades tradicionales, algunas de ellas indígenas, y que cumpla con la consulta previa, libre e informada, tal como establece la Convención 169 de la OIT.
El debate se vuelve aún más delicado si se considera que Brasil será sede de la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), que se celebrará en Bélem, en el corazón de la Amazonía, en noviembre de 2025. Esto plantea una paradoja diplomática: mientras el país se prepara para liderar la conversación global sobre sostenibilidad, defiende a la vez un plan de expansión petrolera en una de las zonas más biodiversas y frágiles del planeta.
El informe de la OPEP no hace mención a estas contradicciones. Por el contrario, refuerza la necesidad de “garantizar la seguridad energética global, diversificar las fuentes de producción y aprovechar el potencial geológico inexplorado de la región amazónica”.
Brasil se encuentra en un punto de inflexión. Por un lado, necesita consolidar su protagonismo en el mercado energético global mediante nuevas exploraciones que aseguren autosuficiencia, empleo e ingresos fiscales. Por el otro, enfrenta presiones internas y externas para reducir su huella ambiental, proteger la Amazonía y cumplir con sus compromisos climáticos.
El futuro del Margen Ecuatorial podría convertirse en un caso testigo del delicado equilibrio entre crecimiento económico y protección ambiental. La discusión apenas comienza, pero los próximos años serán determinantes para definir qué modelo de desarrollo elegirá Brasil.