Por Agroempresario.com
En la lucha global contra el cambio climático, los bosques se han convertido en aliados fundamentales. Su capacidad para capturar y almacenar dióxido de carbono (CO₂) los posiciona como sumideros naturales clave para la regulación de gases de efecto invernadero. En este contexto, el monitoreo satelital se ha consolidado como una herramienta estratégica para cuantificar ese almacenamiento y anticipar cambios en los ecosistemas. Un reciente estudio publicado en Earth System Science Data revela cómo la misión SMOS de la Agencia Espacial Europea (ESA) logró mapear el carbono acumulado en los bosques durante un periodo de 15 años, marcando un avance sustancial en la comprensión del papel de la biomasa forestal en la dinámica climática global.
La investigación, basada en la medición del parámetro conocido como vegetation optical depth (VOD), permite identificar patrones de absorción y liberación de carbono en tiempo casi real. Esta métrica, obtenida por medio de radiación de microondas desde el satélite SMOS, funciona como un indicador indirecto de la biomasa, incluyendo tanto la masa seca de la vegetación como el contenido de agua en sus tejidos. La misión, inicialmente concebida para medir la humedad del suelo y la salinidad oceánica, ha ampliado su alcance hacia el análisis de la estructura vegetal y el almacenamiento de carbono.
Los árboles capturan CO₂ mediante la fotosíntesis y lo almacenan en sus troncos, ramas, raíces y hojas. Este proceso, vital para el equilibrio atmosférico, convierte a los bosques en amortiguadores del calentamiento global. No obstante, la deforestación, las sequías prolongadas y otros eventos extremos pueden comprometer esta función natural. Por ello, entender con precisión cuánto carbono retienen los ecosistemas forestales es esencial para el diseño de políticas ambientales efectivas.
Matthias Drusch, científico principal de superficies terrestres en la ESA, explicó: “El VOD no es una medida directa de biomasa, pero se correlaciona fuertemente con ella. Nos permite estimar cuánta materia orgánica hay en la vegetación y, por lo tanto, cuánto carbono puede estar almacenado”.
La misión SMOS ofrece una ventaja adicional: una serie temporal continua desde 2010 que permite observar tendencias a largo plazo. Esto es clave para detectar efectos del cambio climático como variaciones en la cobertura forestal, alteraciones en la salud de los árboles o desplazamientos en los ecosistemas.
Uno de los elementos más innovadores del estudio fue la integración de datos espaciales con observaciones terrestres. Paul Vermunt, investigador de la Universidad de Twente y parte del programa ESA Living Planet Fellowship, señaló que “los satélites nos dan la visión general, pero es fundamental contrastarla con lo que ocurre a nivel de suelo. Así se mejora la precisión y se validan los modelos”.
Los científicos compararon las mediciones de VOD con datos recolectados en diferentes regiones forestales del mundo y con otras misiones espaciales como Biomass, también de la ESA, que fue lanzada en abril de 2025. Esta última utiliza un radar de banda P con mayor capacidad de penetración en el follaje, lo que brinda detalles estructurales más finos, aunque su registro temporal es más reciente. La combinación de ambas fuentes mejora la capacidad de análisis y refuerza la confiabilidad de los resultados.
Durante el periodo analizado, de 2011 a 2025, el estudio detectó variaciones significativas en la cantidad de carbono almacenado en regiones como la Amazonía, el sudeste asiático y el centro de África, donde la presión sobre los bosques es alta. También se observaron señales de recuperación en áreas protegidas y regiones donde se implementaron políticas de reforestación.
Klaus Scipal, responsable de las misiones SMOS y Biomass, destacó: “La interpretación del VOD debe contextualizarse, ya que también refleja el contenido de agua en las plantas. Sin embargo, su estabilidad a lo largo del tiempo lo convierte en una herramienta confiable para seguir la evolución de la biomasa a escala planetaria”.
Otro hallazgo relevante fue la capacidad del sistema para anticipar eventos extremos. En zonas donde posteriormente ocurrieron incendios forestales o sequías severas, el VOD había registrado disminuciones sutiles meses antes, lo que podría usarse en el futuro como una señal de advertencia para tomar medidas preventivas.
La información generada por estas misiones no solo alimenta la investigación científica, sino que también puede ser incorporada en estrategias gubernamentales, acuerdos internacionales como el Acuerdo de París, e iniciativas de financiamiento verde.
Por ejemplo, conocer con precisión el balance de carbono de una región permite calcular su contribución neta a las emisiones globales y valorar proyectos de compensación, como los bonos de carbono. Además, ayuda a identificar áreas prioritarias para la conservación, donde la pérdida de cobertura forestal tendría un impacto desproporcionado en el equilibrio climático.
Según los expertos, las plataformas de observación terrestre y satelital serán indispensables para evaluar el cumplimiento de las metas climáticas en la próxima década. “No se puede gestionar lo que no se mide”, insistió Drusch, resumiendo la lógica detrás del monitoreo ambiental.
De cara al futuro, la comunidad científica apuesta por profundizar la integración de tecnologías. Misiones como SMOS y Biomass representan apenas el inicio de una nueva era en la observación de la Tierra, donde el cruce de sensores, algoritmos de inteligencia artificial y datos abiertos permitirá modelar con mayor precisión el comportamiento de los ecosistemas.
Uno de los principales desafíos será mejorar la resolución espacial sin sacrificar la cobertura temporal. Para ello, se explora el uso de constelaciones satelitales y nuevas bandas de frecuencia que permitan captar información detallada sin degradar la señal por la atmósfera o la humedad.
También se trabaja en el desarrollo de modelos predictivos que combinen variables climáticas, socioeconómicas y biológicas para anticipar cambios en los patrones de captura de carbono. Esto permitirá a los gobiernos y organismos internacionales adoptar decisiones basadas en evidencia y con capacidad de anticipación.
En conclusión, el uso de satélites como herramienta para medir el carbono almacenado en los bosques marca un hito en la gestión ambiental global. A través de tecnologías como SMOS, se logra traducir información invisible al ojo humano en mapas dinámicos que reflejan la salud del planeta. El desafío ahora es integrar esa información en políticas públicas ambiciosas que protejan los pulmones verdes del mundo y aseguren un futuro sostenible.