Por Agroempresario.com
La producción tabacalera del norte argentino atraviesa una etapa crítica. Presionada por costos crecientes, una estructura impositiva pesada y la dolarización de insumos, esta tradicional actividad agroindustrial —clave para la economía de Jujuy y otras provincias del NOA— enfrenta serios desafíos para mantener su modelo exportador. En una entrevista exclusiva con Pedro Pascuttini, presidente de la Cámara del Tabaco de Jujuy, repasamos el presente y el incierto futuro de esta economía regional que, además de generar empleo y arraigo, es una de las mayores proveedoras de divisas del agro en el norte argentino.
La actividad tabacalera tiene más de 80 años de historia en Jujuy. Originada en pequeños minifundios familiares, hoy se consolidó como un complejo agroindustrial clave. Los departamentos de El Carmen, San Pedro, San Antonio, Manuel Belgrano y Santa Bárbara concentran la producción. Solo El Carmen aporta el 94% del total provincial, con una productividad destacada que ronda los 2700 kilos por hectárea.
“El tabaco en Jujuy no es solo una actividad económica, es identidad, es cultura y es fuente de trabajo genuino para miles de familias”, resume Pascuttini. La actividad genera un importante movimiento económico y social en pueblos y municipios del interior, dinamizando economías que dependen casi exclusivamente de su ciclo productivo.
En Jujuy, el 90% del tabaco se exporta, principalmente a destinos como China, Japón y el Sudeste Asiático, así como a Philip Morris Internacional. Con una cosecha superior a los 34 millones de kilos, la actividad representa un ingreso constante de divisas para la Nación. “Es una economía que regenera permanentemente el tejido social y productivo de la región”, asegura Pascuttini.
Sin embargo, este modelo se encuentra seriamente amenazado por factores externos e internos. La presión de altísimos costos de producción, la dolarización de insumos clave como agroquímicos y fertilizantes, y un esquema tarifario insostenible para energía y gas (indispensables para el secado del tabaco), ponen en jaque la rentabilidad del sector.
“La economía del productor tabacalero hoy es muy difícil”, advierte el dirigente. Se trata, mayoritariamente, de pequeñas y medianas empresas, que deben hacer frente a insumos dolarizados y una intensa demanda de mano de obra calificada y artesanal.
Uno de los mayores problemas es el desfase entre el momento de venta y el cobro. “Un tabaco vendido en enero recién se cobra entre siete y ocho meses después. Con la inflación que tenemos, eso representa una depreciación enorme”, remarca Pascuttini.
El dirigente denuncia que los precios fijados por el tabaco no acompañan la evolución de los costos. Y, a esto, se suma un marco fiscal asfixiante: “Cada productor debe facturar para acceder al Fondo Especial del Tabaco (FET), y eso lo obliga a cumplir con todas las exigencias fiscales nacionales, provinciales y municipales. Esto encarece todo aún más y nos saca competitividad al momento de exportar”.
El FET es una herramienta clave para sostener la actividad. Se trata de una coparticipación del precio del cigarrillo que se reinvierte en los productores. “Sin el FET, la producción no se puede llevar adelante. Es un componente esencial del precio”, afirma el presidente de la Cámara del Tabaco.
Desde la entidad, existe preocupación por posibles intentos de intervención o recorte del fondo. Pascuttini sostiene que el sector trabaja en constante diálogo con el Ministerio de Economía, la Secretaría de Agricultura, el ARCA y la Oficina de Tabaco, buscando defender un recurso que es vital para las siete provincias tabacaleras.
“El FET representa desarrollo social, generación de empleo y arraigo. Por eso lo cuidamos y trabajamos para mostrar con hechos su impacto en la vida rural”, remarca.
Aunque el sector defiende el modelo actual, también busca alternativas productivas para diversificar el riesgo. “Hay circunstancias desastrosas que pueden afectarnos, y por eso exploramos otras actividades complementarias. Pero el FET sigue siendo fundamental para sostener este entramado económico-social”, señala Pascuttini.
Muchos productores actuales son descendientes de inmigrantes que llevan cuatro generaciones dedicadas al cultivo del tabaco. “Hacemos los deberes: trabajamos con esfuerzo, con austeridad, cuidamos cada peso que ingresa y buscamos que la actividad derrame hacia afuera”, expresa.
La producción tabacalera del NOA se enfrenta a un escenario desafiante. Por un lado, muestra una altísima eficiencia exportadora, posicionándose como una de las actividades regionales con mayor impacto internacional. Por otro, enfrenta un entorno económico nacional que limita su competitividad y rentabilidad.
La inflación, el atraso cambiario, la carga impositiva y la incertidumbre en torno al FET son algunos de los factores que amenazan su continuidad. Mientras tanto, los productores jujeños —como Pedro Pascuttini— redoblan esfuerzos para mantener en pie un modelo que no solo genera divisas, sino que representa trabajo, historia y arraigo.
En un país que necesita imperiosamente generar divisas, arraigo rural y empleo genuino, la producción tabacalera del NOA constituye un modelo exitoso. Pero sin condiciones mínimas de sostenibilidad fiscal y financiera, este modelo puede derrumbarse.
“Necesitamos reglas claras, precios justos y respeto por lo construido”, concluye Pascuttini. “Defendemos la actividad no solo por lo que representa para nosotros, sino porque sabemos lo que aporta al país. Si se la deja caer, el daño será enorme y difícil de revertir”.