El empresario Federico Boglione, CEO del grupo Los Lazos, advirtió este jueves 21 de noviembre en el Congreso de Agronegocios realizado en la Bolsa de Comercio de Rosario que la industria láctea argentina enfrenta un deterioro simultáneo en los frentes local e internacional, que pone en riesgo la sustentabilidad de cientos de empresas. Sus declaraciones fueron dadas a conocer por Bichos de Campo, medio que cubrió el evento.
Boglione, cuya empresa opera en ganadería, agricultura, producción de leche, alimentos balanceados e industrialización a través de La Sibila, expuso un diagnóstico contundente: precios internacionales en caída libre, consumo interno deprimido y una informalidad que supera el 35%. En ese marco, sostuvo que sin reformas urgentes la actividad seguirá perdiendo competitividad.
Durante su presentación, el empresario describió un escenario que contrasta con los indicadores de producción. Pese a que la producción nacional de leche creció un 10% en el último año debido a mejores condiciones climáticas, la mejora no se tradujo en beneficios para los tamberos ni para la industria, golpeados por precios estancados y costos en alza.
Uno de los elementos centrales de la exposición fue el desplome del mercado global. “Viene para abajo continuamente. Ya está en 3400/3500 dólares por tonelada cuando hace unos meses valía 4200”, señaló Boglione, según Bichos de Campo. La caída impacta de forma directa en La Sibila, la planta del grupo dedicada a la elaboración de leche en polvo con destino exportador.
La desaceleración de la demanda internacional de productos de mayor valor agregado —incluyendo lácteos especiales y fórmulas infantiles— reduce los márgenes y obliga a la industria a ajustar volúmenes y costos. En ese contexto, la lechería argentina compite con naciones que operan con estructuras fiscales más livianas y sistemas logísticos más eficientes.
A este escenario se suma un elemento novedoso: Brasil, tradicional importador de leche en polvo argentina, está incrementando su propia producción y capacidades de secado. “Brasil está con saldo exportable por primera vez. No solo que no consume, sino que ensucia el mercado internacional”, afirmó el empresario durante el evento.
Esta irrupción del vecino país altera el mapa regional, ya que reduce la demanda de importación e incrementa la competencia en mercados de terceros países, donde Argentina contaba con presencia sostenida.
En su evaluación sobre el mercado local, Boglione describió una situación igualmente frágil. Según su análisis, el consumidor argentino está migrando hacia productos de bajo valor agregado, lo que golpea a industrias que dependen de líneas premium para sostener su rentabilidad.
“El consumo de yogures, postres y otros productos lácteos ha caído sustancialmente”, afirmó el empresario a Bichos de Campo. Pero la situación más crítica se observa en la categoría de quesos. “Los quesos duros se han vuelto un lujo cuando antes eran algo normal”, advirtió al señalar que muchos de esos productos ya superan el precio del kilo de carne vacuna.

El encarecimiento responde en parte a los costos logísticos, laborales y fiscales, a los que se suma un factor estructural: el elevado nivel de informalidad del sector. “El nivel de informalidad en el sector lechero hoy se estima entre el 35% y el 40%”, indicó. Esta situación genera competencia desleal, erosiona la recaudación y encarece los productos que sí cumplen con todas las regulaciones.
Boglione sostuvo que una economía más formalizada y con menor presión impositiva generaría beneficios para toda la cadena. “Si empezamos a poner a toda la economía dentro de la formalidad y bajamos los impuestos, creo que todos pagaríamos mucho menos y el gobierno recaudaría más”, remarcó.
Pese al incremento en los litros producidos, los productores no logran trasladar ese aumento a sus ingresos. El precio del litro de leche permanece en valores prácticamente inmóviles: alrededor de $475, cifra que en pesos creció apenas un 10% en un año y que en dólares cayó de 45 a 32 centavos.
Esta combinación —costos crecientes, precios estancados y demanda débil— erosiona la rentabilidad y empuja a muchos tambos a reducir su escala o abandonar la actividad. Para la industria, significa trabajar con materia prima más cara en términos relativos y con menor capacidad de trasladar aumentos.
El excedente productivo, que en contextos normales se orienta a la exportación, hoy encuentra mercados saturados o deprimidos, lo que agrava la presión sobre las empresas locales.
Boglione dedicó parte de su exposición a plantear un pedido directo al Gobierno nacional. “Creo que el gobierno está apuntando a hacer tres o cuatro cambios grandes. Si realmente salen esos cambios, va a ser lo que genere un cambio en el país. Pero si no lo logra, el futuro va a ser complicado”, señaló.
Entre los puntos clave, destacó la necesidad de modernizar las leyes laborales y adecuarlas a las modalidades actuales de producción y empleo. A modo de ejemplo, relató un conflicto judicial sufrido por su empresa. Según explicó, tres empleados fueron descubiertos robando dentro del establecimiento, pero aun con pruebas presentadas, “la Justicia falló en contra de la empresa”, relató molesto.

Para el empresario, situaciones como esta desalientan la formalización, incrementan los costos y afectan la competitividad de un sector que requiere reglas claras para sostener inversiones de largo plazo.
La intervención de Boglione se enmarca en un año particularmente complejo para la economía argentina. Con caída del poder adquisitivo, altos costos de transporte y un sistema impositivo considerado por el sector como uno de los más pesados del mundo, la industria láctea enfrenta un escenario donde la recuperación depende no solo de las condiciones climáticas o de mercado, sino también de decisiones estructurales.
Mientras tanto, los consumidores ajustan hábitos y priorizan productos más baratos, las industrias ajustan planteles y turnos, y los productores buscan mantener su escala bajo una rentabilidad mínima. Para Boglione, sin un programa integral que aborde informalidad, impuestos y leyes laborales, la actividad continuará perdiendo competitividad tanto puertas adentro como en el mercado global.