Por Agroempresario.com
La recarbonización del suelo se posiciona como una de las estrategias más relevantes para la agricultura argentina del presente y del futuro. Este enfoque busca restaurar la vitalidad del terreno y maximizar los rendimientos, combinando prácticas sostenibles con resultados productivos.
En un contexto en el que el manejo adecuado del suelo es esencial para la seguridad alimentaria y la rentabilidad a largo plazo, las técnicas de recarbonización han cobrado protagonismo. Rotación de cultivos, uso de cultivos de servicio y manejo integral de la fertilización son las principales herramientas para mejorar la estructura, la fertilidad y la capacidad de retención de carbono de los suelos agrícolas.
En el Congreso Aapresid, realizado en el Predio Ferial de La Rural, especialistas del INTA presentaron las prácticas más efectivas para la recarbonización del suelo. Entre ellas, la implementación de cultivos de cobertura en invierno y la rotación planificada han mostrado resultados concretos para incrementar el carbono orgánico.
El aumento de carbono en el suelo impacta en su calidad física, química y microbiológica, optimiza la infiltración de agua, reduce la erosión y, en consecuencia, favorece la productividad de los cultivos.
María Beatriz “Pilu” Giraudo, presidente del Senasa y consejera técnica del INTA, subrayó que la clave para avanzar en la recarbonización está en el trabajo conjunto de distintas instituciones. La cooperación entre entidades públicas, privadas y productores ha permitido desarrollar herramientas innovadoras que mejoran la conservación del suelo y el agua.
Este enfoque colaborativo potencia el impacto de las prácticas sostenibles y asegura que el conocimiento técnico llegue a más productores, impulsando un cambio cultural y productivo en el sector agropecuario.
De acuerdo con Marcelo Beltrán, investigador del Instituto de Suelos del INTA, la cantidad de carbono que un suelo puede almacenar depende del clima y de sus características físicas.
En regiones áridas o semiáridas, la acumulación es menor, entre 0,1 y 0,2 toneladas por hectárea. En zonas más húmedas, como la Región Pampeana, el carbono se acumula más rápido, llegando a 0,3–0,5 toneladas por hectárea. En áreas específicas, este valor puede superar las 0,6 toneladas, lo que evidencia un gran potencial para mejorar la calidad y productividad del suelo.
Los suelos molisoles de la Región Pampeana están entre los más ricos del país en términos de carbono orgánico. Los primeros 30 centímetros pueden almacenar más de 100 toneladas de carbono, lo que mejora la fertilidad y fortalece tanto la producción agrícola como la ganadera.
Este nivel de retención de carbono constituye una ventaja competitiva para la agricultura argentina, ya que permite alcanzar altos rendimientos con prácticas sostenibles, reduciendo la dependencia de insumos externos.
Pese a estos beneficios, Beltrán advierte que el potencial de los suelos argentinos todavía no se aprovecha al máximo. Para lograr una mayor acumulación de carbono y prolongar la vida útil productiva de los suelos, recomienda continuar y ampliar la aplicación de:
Estas acciones no solo aportan a la salud del suelo, sino que también generan beneficios económicos directos al mejorar el rendimiento de los cultivos.
Más allá de sus beneficios inmediatos, la recarbonización del suelo representa una inversión estratégica para garantizar la sostenibilidad de la producción agropecuaria. Con un manejo planificado y el compromiso de todos los actores del sector, es posible conservar y mejorar el recurso más valioso para la agricultura: el suelo.
El desafío ahora es escalar estas prácticas y consolidar políticas que las promuevan, asegurando que los beneficios de la recarbonización se traduzcan en mayor productividad, rentabilidad y sustentabilidad para las próximas generaciones.