Por Agroempresario.com
Las hortensias son una de las plantas ornamentales más apreciadas por su volumen, elegancia y amplia paleta de colores. Sin embargo, cuando sus hojas adquieren un tono amarillento, los brotes se debilitan y las flores pierden tamaño, el atractivo del jardín se desvanece. La solución no siempre está en costosos fertilizantes, sino en un truco sencillo: el uso de sulfato ferroso para ajustar el pH del suelo y aportar hierro.
Este método, fácil de aplicar y económico, está ganando lugar entre jardineros domésticos y viveristas profesionales. En tan solo diez días, se notan mejoras visibles en el follaje, la estructura y la floración de las hortensias.
El hierro es un elemento esencial en la formación de clorofila, responsable del color verde intenso de las hojas. Cuando la planta no puede absorber correctamente, se produce clorosis: hojas amarillas con nervaduras verdes y un crecimiento débil.
El sulfato ferroso no solo aporta hierro disponible, sino que ayuda a acidificar el suelo en niveles óptimos para hortensias, que prefieren un pH ligeramente ácido. Este equilibrio favorece la absorción de nutrientes y optimiza la fotosíntesis, lo que se traduce en más energía y floraciones más abundantes.
Preparar la mezcla: disolver una pequeña cantidad de sulfato ferroso en agua, siguiendo la dosis recomendada por el envase.
Riego dirigido: aplicar cerca de la base de la planta, evitando mojar hojas y flores para prevenir manchas o quemaduras.
Frecuencia: repetir cada diez días en dosis bajas, especialmente en la temporada de crecimiento.
Horario: realizar el riego temprano por la mañana o al atardecer para evitar evaporación excesiva.
En pocas semanas, el follaje recupera un verde uniforme, los tallos se fortalecen y las cabezuelas ganan tamaño y resistencia.
Uno de los efectos más atractivos de ajustar el pH con sulfato ferroso es su impacto en el color de las flores. En muchas variedades de hortensia, un pH más bajo intensifica los tonos azules y lilas, mientras que un pH más alto tiende a generar flores rosas o rojas.
Con aplicaciones regulares y moderadas, es posible mantener el color deseado temporada tras temporada, logrando canteros armónicos y vistosos sin recurrir a productos químicos costosos.
El beneficio no se limita a las hortensias. Otras plantas amantes de suelos ácidos también responden positivamente a este tratamiento:
Camelias: hojas más brillantes y botones bien formados.
Azaleas: floraciones más densas y duraderas.
Rosas: brotes vigorosos y tallos más firmes.
Buganvilias: producción constante de flores con buena intensidad de color.
El sulfato ferroso es un gran aliado, pero debe aplicarse con criterio:
Evitar excesos: una dosis demasiado alta puede dañar las raíces y alterar en exceso la acidez del suelo.
Combinar con otros cuidados: un sustrato aireado, riego equilibrado y poda de limpieza son indispensables.
Monitorear la respuesta: observar el color y la firmeza de las hojas para ajustar la frecuencia de aplicación.
Cuando las plantas llegan debilitadas, conviene además proporcionar sombra parcial y mejorar el drenaje antes de iniciar el tratamiento.
Con este método, cualquier aficionado puede recuperar la vitalidad de sus hortensias sin grandes gastos ni conocimientos técnicos avanzados. El sulfato ferroso es fácil de conseguir, seguro si se usa correctamente y versátil para varias especies.
El resultado es un jardín más colorido, con plantas saludables y floraciones que se prolongan en el tiempo. Un pequeño cambio en la rutina de riego puede marcar una gran diferencia, convirtiendo hojas amarillas en un verde vibrante y flores más espectaculares.