Por Agroempresario.com
El inicio del ciclo agrícola 2025/26 en Argentina presenta marcadas diferencias entre las principales zonas productoras. Mientras el corazón triguero de Buenos Aires y la zona núcleo celebran la llegada de nuevas precipitaciones, los valles cordilleranos de Cuyo y el norte de la Patagonia sufren otra temporada de sequía, que compromete la oferta hídrica y el desarrollo de cultivos y ganado.
De acuerdo con el último informe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, las reservas hídricas en el corazón triguero del país se mantienen muy buenas y se reforzarán con las lluvias previstas para los próximos días. Se esperan precipitaciones moderadas a abundantes, que podrían superar los 50 milímetros en el centro de Buenos Aires y el extremo sudeste de Santa Fe.
Estas condiciones favorecen a los productores de trigo, ya que aportan humedad al suelo antes de la siembra y durante las primeras etapas del crecimiento de los cultivos. Además, los frentes cálidos pronosticados no disminuirán significativamente las temperaturas, lo que permitirá que las plantas aprovechen el agua sin verse afectadas por heladas tardías.
En términos generales, se prevé que gran parte de la Región Pampeana, el sur del NOA, el extremo sur de la Mesopotamia y el sur de Uruguay reciban lluvias que aporten entre 10 y 25 milímetros, contribuyendo a mejorar la condición hídrica de los suelos y al desarrollo de la campaña fina.
En contraste, los valles cordilleranos de Cuyo enfrentan un escenario de sequía leve a moderada, con impactos directos sobre la producción agrícola y ganadera. Según el informe semanal de la Oficina de Riesgo Agropecuario (ORA), las zonas más afectadas incluyen áreas de San Juan, Mendoza, Neuquén, Río Negro y Chubut.
El déficit hídrico compromete tanto los cultivos como el estado de forraje, afectando la alimentación del ganado y obligando a los productores a suplementar la dieta animal. La mortandad por falta de agua ha mostrado un leve aumento y la disponibilidad de agua para bebida animal sigue siendo limitada.
Pese a algunas tormentas recientes, el acumulado de precipitaciones no alcanza a revertir el déficit anual. En localidades como Malargüe, Mendoza, los registros mensuales desde febrero hasta julio se mantuvieron por debajo de los valores normales, y aunque se sumaron 15 milímetros recientemente, no compensan los seis meses de escasez. En El Bolsón, Río Negro, la caída de 34 milímetros de lluvia reciente sigue estando muy por debajo de la media histórica de agosto, reflejando la persistencia de la sequía.
La Oficina de Riesgo Agropecuario (ORA) y la Mesa Nacional de Monitoreo de Sequía (MNMS) destacan que mientras las regiones de cultivos extensivos en el este y centro del país presentan perfiles de suelo cargados de humedad, las áreas cordilleranas mantienen condiciones deficitarias que requieren monitoreo constante.
El contraste entre las regiones productoras plantea desafíos logísticos y productivos: mientras algunas zonas celebran la posibilidad de un buen rendimiento de trigo y otros cultivos, otras deben priorizar el manejo del agua disponible, ajustar la alimentación del ganado y planificar estrategias de mitigación ante la escasez hídrica.
El déficit en Cuyo y la Patagonia tiene efectos económicos significativos, ya que puede reducir el volumen de producción y la calidad de los cultivos, encarecer la suplementación para el ganado y afectar la rentabilidad de los productores. En paralelo, las lluvias en la Región Pampeana generan expectativas positivas, pero requieren un seguimiento constante para evitar exceso hídrico o posibles problemas de anegamiento en suelos con alta capacidad de retención.
Los informes agroclimáticos también subrayan la importancia de contar con pronósticos confiables y de largo plazo para tomar decisiones estratégicas en la siembra, riego y manejo del ganado, adaptando la producción a las condiciones climáticas variables del país.
Ante esta diversidad climática, los expertos recomiendan a los productores de Cuyo priorizar la eficiencia en el uso del agua, la rotación de cultivos y la planificación de reservas forrajeras. En las zonas con lluvias favorables, es fundamental monitorear la humedad del suelo, prever el control de malezas y enfermedades, y ajustar los tiempos de siembra para maximizar la producción.
Además, la coordinación entre organismos públicos, como la ORA, la Bolsa de Cereales y las autoridades provinciales, resulta clave para proporcionar información precisa y oportuna que permita mitigar los impactos negativos de la sequía y aprovechar las oportunidades que brindan las precipitaciones.
El inicio de la campaña 2025/26 muestra, una vez más, la complejidad del agro argentino, donde la variabilidad climática genera contrastes marcados y obliga a los productores a adaptarse constantemente para garantizar la producción y la sustentabilidad del sector.