Por Agroempresario.com
La fertilidad del suelo es un factor crítico para garantizar altos rendimientos agrícolas en Argentina. Durante el Congreso Aapresid 2025, investigadores del INTA y docentes de la Universidad Nacional de Mar del Plata destacaron que la degradación de nutrientes limita el potencial productivo de cultivos clave como maíz y soja, generando brechas de hasta el 50% respecto del rendimiento potencial.
Según los datos presentados, el rendimiento promedio nacional de maíz es de 7.600 kilos por hectárea, frente a un objetivo de 11.500. Esto evidencia una brecha productiva de aproximadamente el 34%, causada principalmente por la disminución de nutrientes y la pérdida de materia orgánica en los suelos pampeanos.
“Entre los factores que explican esta situación se destacan el escaso nivel de muestreo de suelos —apenas un 25%— y la falta de diagnóstico preciso dentro de los lotes. En muchos casos, se fertiliza sin comprender la variabilidad y las necesidades reales del ambiente”, señalaron Nahuel Reussi Calvo y Nicolás Wyngaard, investigadores del CONICET.
Implementar una estrategia de fertilización balanceada en un 33% del área cultivada —aproximadamente 6,3 millones de hectáreas— podría generar un ingreso adicional estimado en US$ 1.050 millones, según los expertos.
Los relevamientos realizados muestran que gran parte de los suelos de la región pampeana presenta deficiencias en nutrientes clave como fósforo, potasio, zinc, boro, nitrógeno y azufre, con niveles por debajo de los umbrales críticos. La situación se agrava con la caída sostenida de materia orgánica, que pasó del 4,3% en suelos vírgenes al 3,1% en 2024.
“Esta pérdida tiene consecuencias económicas concretas. La propuesta no es simplemente aplicar más insumos, sino usarlos con mayor precisión”, enfatizó Reussi Calvo. La correcta gestión de fertilizantes permite mejorar la eficiencia y reducir pérdidas, incrementando la competitividad de los productores locales.
Para optimizar la productividad agrícola, los especialistas recomiendan medir, interpretar y ajustar las dosis de fertilización según cada ambiente y cultivo. En el caso de nutrientes móviles como nitrógeno y azufre, la aplicación directa no compensa las pérdidas, por lo que se deben adoptar prácticas que incrementen el contenido de materia orgánica del suelo.
Respecto de nutrientes poco móviles, como fósforo o zinc, la sugerencia es trabajar con umbrales definidos a partir de estudios locales y ajustar las dosis con criterios de suficiencia. Esto permite que cada hectárea reciba la fertilización exacta necesaria para cerrar la brecha de rendimiento sin generar impactos ambientales negativos.
La visión presentada en el Congreso Aapresid subraya que la fertilidad del suelo es un proceso integral que incluye dimensiones químicas, físicas y biológicas. No puede limitarse a un solo aspecto, sino que requiere un enfoque que combine diagnóstico, análisis de datos y decisiones basadas en evidencia.
En un escenario de alta demanda global y desafíos ambientales crecientes, los investigadores concluyeron que la producción sustentable depende de decisiones fundamentadas en información concreta. “La salud del suelo no es solo un recurso técnico, sino la base sobre la que se define el futuro agrícola del país”, señalaron los expertos.
El mensaje es claro: mejorar la fertilidad de los suelos y aplicar fertilización ajustada permitirá aumentar los rendimientos, optimizar la inversión en insumos y fortalecer la competitividad de la agricultura argentina en el mercado global.