Por Agroempresario.com
Un reciente estudio internacional revela que la relación entre raíces gruesas, semillas grandes y hongos micorrícicos es un factor clave en la biodiversidad vegetal y podría revolucionar la agricultura y la silvicultura.
Durante décadas, la ciencia se preguntó por qué algunas plantas producen semillas grandes mientras otras optan por semillas pequeñas. Un equipo internacional liderado por Deliang Kong, de la Universidad Agrícola de Henan en China, analizó más de 1.100 especies vegetales para descubrir que el grosor de las raíces está directamente relacionado con el tamaño y contenido de fósforo de las semillas, especialmente en plantas con micorrizas arbusculares (AM).
La investigación, publicada en la revista Nature Plants, contó con la participación de la científica argentina Sandra Díaz, del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV, CONICET–UNC), y especialistas de Estados Unidos, Suecia, Australia, Reino Unido, Países Bajos y Estonia. Según Díaz, “identificar o cultivar especies con raíces gruesas y semillas grandes podría optimizar la absorción de nutrientes y reducir el impacto de patógenos del suelo, beneficiando la producción agrícola y forestal”.
Las micorrizas arbusculares son hongos simbióticos que viven dentro de la corteza de las raíces, facilitando la absorción de fósforo y la defensa contra patógenos. “La corteza de la raíz funciona como refugio para los hongos, que entregan nutrientes esenciales a la planta a cambio de azúcares”, explica Díaz. Este hallazgo muestra que cultivar especies con raíces gruesas y semillas grandes puede generar un efecto positivo tanto en la biodiversidad como en la eficiencia de los cultivos.
Por su parte, las micorrizas ectomicorrízicas (ECM) actúan de manera distinta, envolviendo la raíz desde afuera y protegiendo a la planta sin influir directamente en el tamaño de la semilla ni en el contenido de fósforo. Esto confirma que la coordinación raíz-semilla es específica de las plantas con micorrizas arbusculares y representa un patrón global en distintas familias y climas.
El estudio destaca que esta relación subterránea puede aplicarse para optimizar cultivos y bosques. Plantar especies con semillas grandes y raíces gruesas permite una mejor absorción de nutrientes y protección frente a enfermedades del suelo. Esto puede reducir la dependencia de fertilizantes y pesticidas, generando prácticas más sostenibles.
La investigación indica que en ambientes restrictivos, las semillas grandes ofrecen reservas de fósforo y energía que ayudan a los brotes a sobrevivir, mientras que las raíces gruesas albergan hongos que aseguran la nutrición y protección del sistema radicular. Así, se combina eficiencia, rentabilidad y sostenibilidad, pilares fundamentales en la agricultura moderna.
Este descubrimiento aporta información sobre cómo la biodiversidad global se organiza a nivel subterráneo. La coordinación raíz-semilla es una regla que permite a las plantas optimizar la obtención de nutrientes y protegerse de patógenos, impactando en la distribución de especies en distintos ecosistemas.
Según Deliang Kong, “la relación entre raíces gruesas y semillas grandes es un ejemplo de cómo la naturaleza encuentra soluciones eficientes a la supervivencia de las plantas, incluso frente a cambios ambientales globales”.
El conocimiento generado por este estudio tiene aplicaciones prácticas inmediatas. En agricultura, puede guiar la selección de cultivos con mayor eficiencia en el uso de fósforo y menor riesgo de enfermedades. En silvicultura, permite identificar especies con raíces capaces de sostener bosques saludables y biodiversos, lo que podría contribuir a la mitigación del cambio climático.
Además, la investigación fomenta una visión más integrada de los ecosistemas, donde raíces, hongos y semillas actúan como un sistema coordinado. Esto sugiere que intervenciones agrícolas y forestales deberían considerar la estructura radicular y la simbiogénesis micorrícica como factores centrales para garantizar productividad y sostenibilidad.
La doctora Sandra Díaz destacó que los resultados podrían tener implicancias en todo el mundo, desde zonas agrícolas de Argentina, hasta bosques en China, Suecia, Australia, Reino Unido, Países Bajos y Estonia. “Comprender estas interacciones nos permite diseñar estrategias de manejo más inteligentes y sustentables”, señaló.