Por Agroempresario.com
En el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente de Uruguay, Yamandú Orsi, ofreció una mirada crítica y pragmática sobre el escenario internacional, resaltando la necesidad de modernizar tanto los organismos multilaterales como el Mercosur. Desde Nueva York, y horas antes de su primer discurso ante la ONU, el mandatario uruguayo expuso su visión sobre los principales desafíos que enfrenta América Latina en un contexto marcado por la guerra en Ucrania, la crisis humanitaria en Gaza y la persistencia de regímenes autoritarios en la región.
Orsi subrayó que Uruguay se mantiene como un firme defensor del multilateralismo y de los organismos internacionales creados tras la Segunda Guerra Mundial, como la ONU. Sin embargo, advirtió que la realidad actual requiere de una actualización institucional.
“El Consejo de Seguridad refleja un momento histórico que hoy ya no existe”, señaló Orsi, en alusión al peso desproporcionado de las potencias con derecho a veto, como Estados Unidos, China, Rusia, Francia y Reino Unido. El presidente uruguayo consideró que otras naciones, como India, Alemania y Japón, deberían tener una mayor representación en el organismo, al tiempo que sugirió que mantener el veto tal como está podría arrastrar los problemas hacia el futuro sin resolverlos.
Consultado sobre el papel del Mercosur, Orsi fue enfático: “El Mercosur precisa modernizarse”. Para el mandatario, la clave está en permitir que los países miembros puedan avanzar en acuerdos bilaterales, incluso si no existe unanimidad entre los socios.
A pesar de las diferencias ideológicas y políticas entre mandatarios como Javier Milei en Argentina y Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, Orsi valoró la capacidad de los presidentes de asumir responsabilidades en las cumbres regionales. “La Cumbre del Mercosur en Argentina fue de las más exitosas que he visto, a pesar de las tensiones”, afirmó, resaltando la importancia de mantener al bloque como una herramienta de integración económica y política.
Otro eje central del mensaje de Orsi fue la situación en países como Venezuela, Cuba y Nicaragua, gobernados por regímenes autoritarios. El presidente uruguayo evocó la historia de golpes de Estado y dictaduras en la región, remarcando que la defensa de la democracia debe ser una tarea diaria.
Sobre Cuba, reconoció su origen en la lógica de la Guerra Fría, mientras que en el caso de Nicaragua lamentó la transformación de la Revolución Sandinista en un régimen represivo. En cuanto a Venezuela, Orsi calificó la crisis como “un proceso dolorosísimo” y subrayó la necesidad de atender a las millones de personas que han emigrado del país, entre ellos ciudadanos uruguayos.
“El peor error sería no prestarle atención a la gente de a pie que necesita una mano”, expresó, proponiendo como alternativa la búsqueda constante de una salida pacífica impulsada por el propio pueblo venezolano.
En su análisis geopolítico, Orsi reconoció el peso creciente de Brasil en el concierto internacional y la dificultad de que Sudamérica pueda negociar “de igual a igual” con las grandes potencias. No obstante, reiteró que fortalecer los bloques regionales es fundamental para incrementar la capacidad de negociación y avanzar hacia una diplomacia más equilibrada.
“Estamos lejos de que se pueda negociar de esa forma, pero el poderío de Brasil es innegable”, señaló, al tiempo que defendió la importancia de la cooperación regional.
Orsi se definió como un “progresista pragmático”, dispuesto a impulsar transformaciones realistas en los foros internacionales. En ese sentido, sostuvo que la ONU debe “aggiornarse” para enfrentar los desafíos actuales, que van desde los conflictos armados hasta las crisis humanitarias.
Su intervención en Nueva York, además, estuvo atravesada por un mensaje de responsabilidad compartida: los países de la región deben trabajar unidos para promover la democracia, la estabilidad y el desarrollo económico, incluso cuando existen diferencias ideológicas entre sus líderes.
La participación de Orsi en la Asamblea General de la ONU no solo marcó su debut en el escenario multilateral más relevante del mundo, sino también el inicio de un estilo de liderazgo que combina pragmatismo político con un fuerte compromiso por la integración regional.
La idea de un Mercosur modernizado, flexible y capaz de adaptarse a los tiempos actuales, se presenta como un pilar de su estrategia internacional. Al mismo tiempo, su postura sobre los regímenes autoritarios en América Latina lo coloca como un referente moderado que busca tender puentes sin dejar de marcar diferencias.