La campaña 2023-2024 marcó un punto de inflexión en la sanidad del maíz argentino. El achaparramiento, una enfermedad transmitida por la chicharrita del maíz (Dalbulus maidis), provocó pérdidas de entre 10 y 15 % de la cosecha nacional, generando preocupación entre productores y técnicos.
Hasta hace poco, el Corn Stunt Spiroplasma (CSS) se consideraba el principal agente causal, acompañado de virus como Maize Rayado Fino y Maize Striate Mosaic. En cambio, el fitoplasma Maize Bushy Stunt (MBS) solía ocupar un rol marginal. Sin embargo, una reciente investigación del Centro de Investigaciones Agropecuarias (CIAP) del INTA modificó sustancialmente esa visión.
El Instituto de Patología Vegetal (IPAVE-INTA), junto con especialistas en virología y entomología, realizó un estudio sobre muestras recolectadas en siete provincias argentinas, con foco en Córdoba. Los resultados fueron reveladores:
Estos datos confirman que los fitoplasmas tienen una incidencia mucho mayor que la registrada históricamente y participan activamente en el complejo del achaparramiento.
“El achaparramiento no responde a un único agente causal, sino a un complejo dinámico y diverso, cuya composición varía según la región y la campaña”, explicó Franco Fernández, biólogo y coordinador del nodo de secuenciación genómica del CIAP.
De acuerdo con los primeros muestreos de 2025 en Córdoba, la incidencia de CSS y MBS muestra una disminución respecto del año anterior. Fernández atribuye esta tendencia a la combinación de factores climáticos, acciones preventivas y fluctuaciones naturales en las poblaciones del insecto vector.
El investigador también destacó un avance clave: el fitoplasma Maize Bushy Stunt fue propuesto como una nueva especie, denominada “Candidatus Phytoplasma zeae”, actualmente en revisión científica. “Es un microorganismo altamente adaptado a los tejidos vasculares del maíz y capaz de interferir con los reguladores del desarrollo vegetal, provocando alteraciones morfológicas en brotes y mazorcas”, detalló.
Estos hallazgos confirman que la enfermedad evoluciona constantemente, y que su epidemiología es mucho más compleja de lo que se pensaba, abriendo nuevas líneas de investigación y manejo.
El grupo de fitoplasmas del IPAVE-INTA trabaja en la mejora de los métodos de diagnóstico molecular, más sensibles y específicos, además de avanzar en estudios de diversidad genética para identificar y caracterizar nuevos patógenos.
“El manejo del achaparramiento debe considerar la complejidad del sistema, sin centrarse en un solo agente causal”, subrayó Fernández. “El monitoreo constante y las estrategias basadas en evidencia científica serán esenciales para mitigar el impacto en la producción maicera.”
El enfoque actual apunta a una visión integral, donde bacterias, fitoplasmas, virus y vectores se estudien de manera conjunta. La meta: proteger uno de los cultivos estratégicos de la Argentina y garantizar su sostenibilidad frente a los cambios ambientales y biológicos.
“El desafío está en sostener un monitoreo continuo y fortalecer la investigación interdisciplinaria, para diseñar estrategias de manejo integradas y adaptadas a la dinámica del achaparramiento”, concluyó Fernández.
Los avances del INTA no solo redefinen la comprensión del fenómeno, sino que también sientan las bases para un nuevo paradigma de manejo sanitario del maíz argentino, combinando innovación, ciencia y sostenibilidad para enfrentar las enfermedades emergentes del cultivo.