Un equipo internacional liderado por la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), junto a la Universidad de Brasilia (UnB) y el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (INIA) de Uruguay, identificó el gen responsable de la forma erguida de las hojas del tomate, un descubrimiento que podría transformar la producción hortícola en América Latina.
Esta innovación mejora la eficiencia fotosintética, reduce el estrés térmico y limita la presencia de plagas, además de optimizar el uso del agua y permitir una mayor densidad de plantación sin pérdida de rendimiento.
El hallazgo surgió tras analizar el germoplasma de Embrapa, donde se detectó una mutación natural en plantas con hojas verticales.
“Cada vez que una planta mostraba porte erguido, aparecía un marcador molecular que nos permitió rastrear el gen en el cromosoma 10 del tomate”, explicó Maria Esther Fonseca, especialista en análisis genómico de Embrapa Hortaliças.
El equipo, dirigido por Francisco Aragão, empleó la herramienta CRISPR-Cas9 para editar genéticamente plantas con follaje convencional y confirmar la función del gen. “Este trabajo integra observación, mapeo genético y validación funcional, un avance integral en biotecnología agrícola”, destacó Leonardo Boiteux, investigador en mejoramiento genético vegetal.
Los estudios filogenéticos revelaron que genes similares existen en maíz, melocotón y otras especies herbáceas, abriendo la posibilidad de aplicar esta característica a distintos cultivos. “Ahora que conocemos el gen exacto, podemos editar especies con fines productivos y de resiliencia climática”, indicó Boiteux.
El impacto agronómico es notable: las hojas erguidas reducen la exposición solar directa, disminuyendo la evapotranspiración y el estrés hídrico. “Las plantas con hojas erectas logran un mejor equilibrio térmico”, explicó Matías González-Arcos, del INIA.
Las plantas con hojas verticales presentaron 2,5 veces menos incidencia de mosca blanca, una de las principales amenazas del tomate. Según Pedro Brício Brito Fernandes, de la Universidad de Brasilia, esto ocurre porque el envés de las hojas queda más expuesto, dificultando la oviposición de insectos y facilitando el control natural.
Además, esta arquitectura mejora la eficacia de los tratamientos fitosanitarios, ya que las gotas alcanzan con mayor facilidad la parte inferior de las hojas.
El estudio no solo representa un hito científico, sino también una solución práctica frente al cambio climático y la necesidad de una agricultura más sostenible.
“El tomate vuelve a ser un modelo biológico clave para demostrar que la innovación puede hacer a la agricultura más resiliente y competitiva”, concluyó Aragão.
Un simple cambio en la orientación de las hojas podría marcar la diferencia en cómo el mundo produce alimentos en las próximas décadas.