A pocos días de las elecciones presidenciales, la economía argentina se encuentra expectante ante la posibilidad de que se concrete un acuerdo de swap por USD 20.000 millones entre el Banco Central (BCRA) y Estados Unidos, que podría representar un alivio clave para las reservas internacionales y la estabilidad cambiaria. La confirmación de este instrumento podría incidir en la reacción de los mercados y en el poder de maniobra del Gobierno de cara al resultado electoral.
Durante un evento organizado por el Atlantic Council, Josh Lipsky, director senior de la entidad, le preguntó directamente al presidente del BCRA, Santiago Bausili, si el acuerdo se activaría antes de las elecciones. Bausili respondió con un optimista: “eso espero”, y agregó que el modelo de referencia fue el swap que EE.UU. mantiene con México, aunque con una versión "actualizada".
El contexto electoral refuerza la urgencia del acuerdo: si el resultado no favorece al oficialismo o a La Libertad Avanza (LLA), podría haber una aceleración en la dolarización de carteras, lo que incrementaría la volatilidad financiera en los días posteriores al 27 de octubre.
Distintos analistas destacan que una eventual activación del swap permitiría oxigenar las reservas del BCRA, que vienen resistiendo semanas de fuerte presión. Según Claudio Caprarulo, de la consultora Analytica, el ingreso de esos fondos fortalecería la credibilidad de la actual política cambiaria o del régimen que le siga.
Por su parte, Lucio Garay Méndez, de Eco Go, señaló que si el acuerdo se concreta esta semana, el mercado cambiario podría estabilizarse momentáneamente: “probablemente descomprima la presión sobre el dólar y permita llegar a las urnas con mayor margen”. En caso contrario, advirtió que no se descarta una intervención oficial para evitar que el tipo de cambio alcance la banda superior.
Desde el mes de julio, Argentina se encuentra en una fase de cobertura cambiaria extrema, de acuerdo con declaraciones del propio Bausili citadas por Lucrecia Eterovich en Infobae. El presidente del BCRA detalló que la demanda de cobertura alcanzó el equivalente a más del 40% del M2, es decir, una proporción inusualmente alta de la base monetaria ampliada.
En este escenario, destacó que el único actor capaz de proveer esa cobertura es el Gobierno. Esta afirmación se alinea con operaciones recientes en el mercado, como la participación del Tesoro de EE.UU. y la firma Bessent, que según la consultora 1816 habría inyectado el equivalente a USD 339 millones en pesos, actualmente depositados en el BCRA.
Más allá de la activación del swap, el mercado también está pendiente de la letra chica del acuerdo, en particular sobre las condicionalidades que pueda imponer EE.UU., los plazos y los costos asociados. La experiencia del swap con China —firmado en 2009 y reactivado en 2014— es un antecedente poco alentador, ya que los detalles del acuerdo nunca fueron publicados.
Sebastián Menescaldi, economista de Eco Go, consideró que, a diferencia del swap chino, con EE.UU. podría haber mayor transparencia: “Estados Unidos está más obligado que China a dar cuenta de la letra chica”, aunque aclaró que no todo se conocerá, especialmente si hay elementos geopolíticos en juego.
Desde el equipo económico descartan cambios en el esquema cambiario tras los comicios, pero analistas como Caprarulo insisten en que conocer los términos del acuerdo será fundamental para alinear las expectativas del mercado financiero.
El swap con China, negociado en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, permanece como un ejemplo de falta de información pública. Tal como señala un informe de la Cámara de Exportadores de la República Argentina (CERA), no se conocen detalles sobre las cláusulas del acuerdo, ni si incluía compromisos cruzados (cross-default) o condiciones políticas.
Este precedente refuerza la necesidad de mayor claridad en el acuerdo con EE.UU., especialmente dado el volumen del swap y su potencial impacto en las decisiones de política económica en el corto y mediano plazo.
Independientemente de su implementación efectiva esta semana, el swap con Estados Unidos representa una herramienta central en la estrategia económica del oficialismo en la recta final de la campaña. Su activación reforzaría la posición del BCRA frente a la presión cambiaria, mientras que su transparencia —o falta de ella— podría marcar el tono de la relación con los mercados internacionales en la etapa posterior a las elecciones.