El cultivo de árboles de palta en zonas urbanas y semiurbanas de Buenos Aires se ha consolidado como una práctica viable y rentable, siempre que se adopten medidas específicas frente a las bajas temperaturas invernales. Según destacó el agrónomo Juan Buela a Infobae, la ubicación, el tipo de suelo, la exposición solar y la selección de variedades son factores determinantes para que los paltos prosperen y mantengan una alta productividad en entornos urbanos. Estas recomendaciones permiten superar los desafíos del clima y garantizar cosechas incluso durante inviernos rigurosos.
La sensibilidad de los árboles de palta al frío intenso obliga a elegir cuidadosamente el lugar de plantación. Buela indica que patios, parques o espacios rodeados de construcciones proporcionan un refugio natural que minimiza el impacto de las heladas. Los ejemplares ubicados en áreas expuestas, especialmente a más de 50 kilómetros de la ciudad, requieren protección adicional para sobrevivir a las temperaturas extremas.

“El frío excesivo puede afectar gravemente el crecimiento del árbol e incluso secarlo completamente durante inviernos duros, como ocurrió durante la primera semana de julio en los últimos años”, advirtió Buela. Sin embargo, en zonas protegidas, los paltos logran brotar desde la base tras sufrir daños, demostrando su resiliencia.
El tipo de suelo también influye en la salud del árbol: prefiere suelos bien drenados y no tolera el encharcamiento ni la humedad excesiva en las raíces. En cuanto a la exposición solar, es necesario un equilibrio: suficiente luz para el crecimiento, pero evitando el sol directo excesivo en regiones de clima más riguroso. Este balance se logra muchas veces con la presencia de otros árboles o edificaciones cercanas que ofrecen sombra parcial.
Uno de los métodos más eficaces para obtener frutos tempranos es el injerto, que consiste en insertar una parte de una planta adulta en un pie joven. Según Buela, los árboles injertados pueden producir desde el primer año, mientras que los ejemplares obtenidos a partir de carozo tardan en promedio siete años en comenzar a dar frutos.
“El injerto permite acelerar notablemente la fructificación, siempre que el entorno sea adecuado”, explicó el especialista. Esta técnica es clave para quienes buscan una producción rápida y sostenida en espacios urbanos, donde las condiciones pueden ser más controladas y protegidas que en el campo abierto.

La selección de la variedad de palta influye directamente en la calidad del fruto y sus características organolépticas. Existen tipos más mantecosos y otros de pulpa más acuosa, conocidos como criollos. Buela señala que “la elección debe basarse en las preferencias del cultivador, ya que cada árbol mantiene las propiedades de la variedad plantada”. La identificación de la variedad se realiza principalmente observando el fruto, más que el carozo.
Un aspecto crucial para la productividad es la presencia de más de un árbol, incluso cuando las flores son hermafroditas. Esto se debe a que la maduración de los órganos sexuales no siempre coincide, lo que dificulta la polinización si solo hay un ejemplar. Por ello, se recomienda plantar al menos dos árboles, preferentemente de variedades con épocas de floración coincidentes, favoreciendo así la fecundación cruzada y aumentando la cantidad de frutos.
“No existen árboles machos y hembras, sino que tienen flores hermafroditas, pero la maduración de los órganos sexuales no siempre ocurre al mismo tiempo”, indicó Buela a Infobae, destacando la importancia de la diversidad de ejemplares para maximizar la producción.

La poda regular es otra práctica esencial para mantener el árbol saludable y productivo. Aunque no existe una fecha fija, se realiza generalmente una o dos veces al año, con el objetivo de controlar la altura y asegurar que la luz llegue a todas las ramas. Los brotes bien iluminados son los que producirán frutos al año siguiente.
“La poda principal suele efectuarse cuando una rama alta tiene muchas paltas, aprovechando para reducir la altura y favorecer el crecimiento lateral”, detalló Buela. Las intervenciones se distribuyen en varias semanas, retirando ramas específicas después de completar su ciclo productivo.
La cosecha de paltas en Buenos Aires se extiende generalmente de mayo a julio, coincidiendo con el otoño avanzado y el inicio del invierno. Aunque no todas las flores se transforman en frutos, la producción puede ser elevada. Buela señaló que “no exactamente el cien por cien de las flores se transforma en frutos, pero aun así produce muchísimos”.
La experiencia con un ejemplar ubicado en San Isidro, en un entorno urbano protegido, demuestra que un manejo adecuado, que combine ubicación, poda y cuidado ambiental, permite mantener árboles saludables y productivos durante años, incluso frente a heladas severas.

Para garantizar un árbol de palta productivo en entornos urbanos, los factores determinantes son:
Aplicar estas recomendaciones, tal como lo destaca Infobae, permite a los cultivadores urbanos disfrutar de cosechas abundantes y frutos de calidad, superando los desafíos propios de un clima más riguroso y la limitada disponibilidad de espacio en la ciudad.