En Entre Ríos, un productor argentino lidera una apuesta innovadora que combina rentabilidad, sustentabilidad y tecnología de vanguardia. Matías Ayerza, empresario agropecuario, cultiva 3.000 hectáreas de carinata (Brassica carinata) en campos arrendados que se extienden desde Sauce de Luna, al norte de la provincia, hasta Gualeguaychú, al sur. Este cultivo invernal, que se destaca por su alto contenido de aceite, se utiliza en el mundo para la producción de combustible sostenible de aviación (SAF, por sus siglas en inglés), un insumo estratégico en la transición energética global.
La siembra de carinata se realiza entre abril y comienzos de mayo, un período clave para garantizar su correcto desarrollo. “No conviene atrasarse, ya que la carinata es sensible a las heladas en sus primeros estadios”, explica Ayerza. El productor señala que la etapa de roseta, alcanzada unos 30 días después de la emergencia, es crucial para lograr un cultivo vigoroso.
La Brassica carinata pertenece a la familia de las crucíferas y comparte similitudes con la colza. Sin embargo, presenta diferencias agronómicas y ambientales que la hacen especialmente atractiva para las zonas húmedas del litoral argentino. Según Ayerza, sus beneficios son múltiples: permite diversificar la rotación, mejora la estructura del suelo gracias a su raíz pivotante, y deja los lotes limpios para el siguiente cultivo, lo que contribuye a una mayor eficiencia del sistema.
El productor entrerriano emplea dos híbridos principales: NJ400, apto para siembras hasta el 25 de abril, y NJ350, que puede implantarse hasta el 10 de mayo. El costo de la semilla ronda los 4,5 dólares por kilo, y la densidad varía entre 3,5 y 5 kilos por hectárea, según la fecha de siembra. Durante la implantación se aplican fertilizantes a base de fósforo y azufre, y posteriormente una mezcla de nitrógeno y azufre, sin superar los 80 kilos por hectárea, en cumplimiento de las buenas prácticas agrícolas.

La carinata compite eficazmente con las malezas debido a su rápido crecimiento, aunque suele aplicarse un herbicida preemergente como trifluralina líquida. En casos de escapes de gramíneas, se recurre a haloxifop. Entre las principales amenazas figura la Plutella xyllostella, conocida como “gusano del repollo”, que se alimenta de los brotes jóvenes y exige controles con insecticidas de la familia de las diamidas antranílicas. En campañas muy lluviosas, puede ser necesario aplicar fungicidas para prevenir Phoma, una enfermedad que afecta las hojas.
En Entre Ríos, el ciclo de la carinata es similar al del trigo. Los rendimientos promedian los 18 quintales por hectárea, con precios internacionales que alcanzan los 540 dólares por tonelada, vinculados al mercado de la colza en Francia (Matif). La cosecha no presenta mayores complicaciones: las semillas son de mayor tamaño que las de colza, y su maduración es uniforme, lo que permite esperar el momento óptimo para la trilla.
Ayerza recomienda verificar la hermeticidad de los camiones, dado que la semilla puede perderse por las rendijas de las cajas. La cosecha directa exige un contenido de humedad base del 9%, con tolerancia hasta el 14%. “Las máquinas con cabezal Draper entregan el material de manera más pareja, lo que mejora la eficiencia”, explica el productor.
La comercialización se realiza a través de Nuseed, empresa que compra toda la producción bajo contrato y la exporta desde el puerto de San Pedro, sin procesarla localmente. En destino, los granos son industrializados para producir biocombustible aeronáutico, que abastece a compañías internacionales comprometidas con reducir su huella de carbono.

El interés por la carinata crece en el mundo debido a su potencial para reemplazar combustibles fósiles en la aviación, uno de los sectores más difíciles de descarbonizar. A nivel global, el biocombustible de aviación sostenible (SAF) es promovido por organismos como la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) y la Unión Europea, que fijaron metas de reducción de emisiones para 2030 y 2050.En la Argentina, el desarrollo de este cultivo abre nuevas oportunidades de negocio, especialmente en regiones con condiciones agroecológicas favorables como Entre Ríos, Santa Fe y Tucumán. “La carinata no reemplaza al trigo, sino que ocupa un espacio diferente, por ejemplo después de los maíces tempranos”, destaca Ayerza. Esa característica permite intensificar los sistemas agrícolas, diversificar riesgos y generar ingresos adicionales en diciembre, cuando se comercializa la cosecha.
En comparación con otros cultivos invernales, la carinata presenta menor susceptibilidad al Fusarium, una enfermedad que afecta al trigo en zonas húmedas. Además, resiste mejor las heladas tardías, ya que posee varios ciclos de floración y puede recuperarse de eventos climáticos extremos.

En la Estación Experimental Obispo Colombres, en Tucumán, se desarrollan ensayos con carinata desde hace varios años. Los técnicos destacan que es un cultivo invernal no modificado genéticamente, con un contenido de aceite del 48%, apto para su transformación en combustible aeronáutico. Requiere suelos fértiles, con buen drenaje y disponibilidad de nitrógeno, fósforo y potasio.
Los estudios locales confirman su tolerancia progresiva al frío: aunque es sensible en los primeros 30 días, a partir del estado de roseta adquiere resistencia a las bajas temperaturas. En la madurez, la planta alcanza entre 1,20 y 1,70 metros de altura, y desarrolla flores amarillas que dan lugar a silicuas resistentes al desgrane. Las semillas, de color castaño claro, pesan entre 5 y 6 gramos cada mil unidades, un tamaño superior al de la colza.

La comercialización de carinata se realiza mediante contratos con precio determinado según la referencia del mercado de colza europeo. Además, se ofrecen bonificaciones a los productores que aplican fertilización orgánica o reducen el uso de nitrógeno sintético, en línea con los estándares internacionales de agricultura baja en carbono.
En términos económicos, el cultivo se consolida como una alternativa rentable. Su precio competitivo, la demanda asegurada y su compatibilidad con las rotaciones tradicionales convierten a la carinata en una opción estratégica para productores que buscan sustentabilidad sin resignar márgenes.
Para Matías Ayerza, el futuro es claro: “La carinata llegó para quedarse. Es un cultivo que combina rentabilidad con responsabilidad ambiental y nos conecta con los mercados más exigentes del mundo”.
El avance de este cultivo en la Argentina refleja una tendencia global: la integración de la agricultura en la transición energética. Con cada hectárea sembrada, Entre Ríos se suma al mapa de los territorios que producen energía limpia desde el campo, un desafío que promete transformar la matriz productiva del país, según destacó La Nación Campo en su análisis sobre el crecimiento de las oleaginosas invernales y su papel en la bioeconomía nacional.