En una entrevista reciente, el economista Esteban Domecq, director de Invecq Consultora, aseguró que la Argentina atraviesa un punto de inflexión político y económico tras las elecciones legislativas del 26 de octubre de 2025, aunque advirtió que la continuidad del proceso de estabilización dependerá de reformas estructurales que acompañen la mejora financiera reciente. El especialista, uno de los consultados con mayor frecuencia por el sector privado, remarcó que “sin reformas profundas, la oportunidad argentina se puede perder”.
Domecq explicó que el resultado electoral —considerado “contundente e histórico”— permitió reducir la incertidumbre política acumulada durante meses y alivió la presión sobre el mercado financiero. Según señaló, la reacción inmediata fue visible: el riesgo país, que había tocado los 1.500 puntos básicos en la antesala de los comicios, descendió nuevamente a la zona de 600 puntos, revirtiendo un deterioro acumulado durante el año. Para el economista, esta caída no implica un retorno inmediato al financiamiento voluntario, pero sí una señal de confianza respecto a la capacidad del Gobierno para sostener su programa.

La estabilización política, añadió, era una condición necesaria para ordenar la macroeconomía. A pesar de este avance, Domecq destacó que el panorama real de la actividad sigue siendo frágil: “El mercado reaccionó muy bien, pero la economía real continúa anémica, sin señales claras de recuperación vigorosa”. Mencionó que el 2025 estuvo marcado por un escenario de tensión generalizada que combinó volatilidad financiera, incertidumbre electoral, retroceso del consumo interno y estancamiento productivo.
Entre las señales positivas posteriores a la elección, el economista resaltó el cambio en la política monetaria. Tras meses de tasas extremadamente elevadas —producto del desarme de las LEFI y del endurecimiento aplicado en plena presión cambiaria—, el Banco Central redujo la tasa de simultáneas al 22%, lo que calificó como “un giro necesario para oxigenar la actividad económica”. Según afirmó, el período de tasas altas había generado mayor morosidad, tensión en las cadenas de pago y contracción del crédito.
Sin embargo, aclaró que el descenso del riesgo país y la mejora de los activos no deben interpretarse como una resolución completa de los desequilibrios. “La macro está prácticamente igual que antes de las elecciones”, analizó, y enumeró los desafíos pendientes: déficit externo persistente, reservas netas negativas, problemas de competitividad y baja productividad.

Domecq enfatizó que la clave del programa económico sigue siendo su consistencia: equilibrio fiscal, prudencia monetaria, estrategia clara de financiamiento y acumulación de reservas. En ese marco, consideró fundamental el avance de las reformas fiscal y laboral, pero destacó que deben complementarse con mejoras institucionales, apertura comercial y acciones orientadas a elevar la productividad. “Si no se trabaja simultáneamente en lo tributario, laboral e institucional, las reformas terminan siendo solo una buena intención”, afirmó.
Sobre la política cambiaria, el economista explicó que la libre flotación es un punto de llegada, no de partida, especialmente en un país con bimonetarismo, restricciones financieras y niveles bajos de reservas. Permitir saltos bruscos del dólar podría comprometer el proceso de desinflación y la frágil estabilidad nominal alcanzada. Consideró necesarios mecanismos de contención para evitar una dinámica de apreciación desordenada, que solo podría corregirse mediante una mezcla de flexibilización regulatoria, mayor acumulación de reservas y normalización monetaria.

En cuanto al nivel futuro del tipo de cambio, evitó dar una proyección única y precisó que dependerá de la confianza, del contexto internacional y del comportamiento de la cuenta financiera. En sus escenarios, el dólar podría ubicarse hacia fines de 2026 en torno a $1.700 si el Gobierno prioriza la desinflación, o en torno a $2.000 si apunta a reactivar más rápido la actividad interna.
Domecq también opinó sobre la estrategia oficial de destinar dólares al pago de deuda en lugar de fortalecer reservas del Banco Central. Para él, la prioridad debería ser el saneamiento del balance del BCRA, ya que contar con reservas permitiría que el mercado refinancie vencimientos futuros del Tesoro, reduciendo la dependencia del financiamiento externo.

Respecto al manejo de la información financiera por parte del Gobierno, evaluó que existe un equilibrio delicado entre reglas y discrecionalidad. Si bien en contextos inestables cierta reserva puede ser útil, advirtió que la opacidad permanente genera incertidumbre: “Una política eficaz comunica lo esencial y mantiene credibilidad. En un país donde la confianza es escasa, más transparencia puede ayudar mucho”.
Consultado sobre el Presupuesto 2026, Domecq valoró que su aprobación enviaría un mensaje de gobernabilidad y previsibilidad. No obstante, consideró que los supuestos macroeconómicos con los que fue elaborado resultan excesivamente optimistas y deberían ser revisados para evitar inconsistencias.
En materia de actividad, Invecq prevé que el PBI crecerá un 4% anual en 2025, lo que en términos punta a punta implicaría prácticamente un crecimiento cero. Para 2026 estima un avance del 2%, por debajo del consenso, aunque suficiente para marcar dos años consecutivos de expansión tras más de una década y media de estancamiento. Con relación a la inflación, proyecta un cierre de 2025 en torno al 30% y un 2026 en niveles de 20-22%, siempre que no haya sobresaltos cambiarios.

En cuanto al frente externo, Domecq observó un margen de maniobra “estrecho”. La cuenta corriente negativa, el bajo tipo de cambio real, el incremento de las importaciones y el fuerte turismo emisivo presionan sobre las reservas. A ello se suman vencimientos de deuda, la dolarización de los argentinos y la necesidad de recomponer reservas según el acuerdo con el FMI. En este contexto, será clave el ritmo con que ingresen inversiones extranjeras y la posibilidad de volver a los mercados.
Al evaluar los dos primeros años de gestión, Domecq destacó logros relevantes: eliminación del déficit fiscal, reducción de subsidios, cumplimiento de compromisos de deuda, mejoras en precios relativos, baja de la inflación y avances en la actividad. Sin embargo, señaló que el programa sigue inconcluso y que persisten desafíos significativos en materia microeconómica.

De cara a 2026, el economista consideró que el país enfrenta “una oportunidad singular, quizás histórica”, en un contexto global donde la demanda de recursos naturales otorga ventajas competitivas. No obstante, insistió en que la ventana es estrecha y que el éxito dependerá del ritmo de reformas, la capacidad de atraer inversiones, el fortalecimiento institucional y la gobernabilidad. La entrevista completa, destacó, fue brindada a Infobae, donde amplió cada uno de estos puntos.