El economista Ricardo Arriazu analizó este martes la situación del tipo de cambio, el rol del Banco Central y las perspectivas de acumulación de reservas en un contexto en el que el Gobierno busca estabilizar la macroeconomía y despejar dudas sobre la sostenibilidad del esquema cambiario. Sus definiciones llegan mientras el ministro de Economía, Luis Caputo, mantiene sin cambios el sistema de bandas y mientras la administración de Javier Milei intenta contener la volatilidad financiera. Para Arriazu, la pregunta central no es si habrá más o menos intervención, sino si Argentina será capaz de reconstruir la confianza necesaria para volver a financiarse en los mercados internacionales.
El economista calificó la estrategia actual como una “flotación sucia”, debido a la participación oficial para moderar la dinámica del dólar. En su lectura, el Banco Central no debería tener como prioridad evitar la apreciación del peso, sino buscar una depreciación administrada que permita recomponer reservas. Para lograrlo, planteó que la autoridad monetaria o el Tesoro podrían comprar divisas diariamente, aun cuando esa operatoria implique emisión en el cortísimo plazo. Su argumento es que la estabilidad no depende de cada movimiento diario del tipo de cambio, sino de la capacidad de garantizar pagos y transmitir previsibilidad al mercado.
Arriazu insistió en que la acumulación sostenible de divisas no vendrá por la vía de la cuenta corriente, sino por el regreso de los flujos de la cuenta capital, asociados a la confianza. Aseguró que Argentina recuperará la posibilidad de atraer financiamiento cuando queden claras la consistencia fiscal, la estabilidad monetaria y la continuidad del programa económico. Según explicó, las reformas deben apuntar a crear un marco estable que incentive la llegada de capitales y reduzca la incertidumbre que ha caracterizado a la economía en los últimos años.
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Arriazu cuestionó la idea, habitual en algunos análisis, de que las devaluaciones generan automáticamente un superávit comercial. Señaló que esta interpretación desconoce la evidencia comparada. Citó un estudio del think tank Bruegel, basado en datos de 178 países, que concluye que un salto brusco del tipo de cambio real provoca primero una caída de la actividad, reduce las importaciones, pero no genera un aumento inmediato de las exportaciones. En su visión, se trata de un proceso que requiere tiempo, inversiones, adaptación productiva y menor incertidumbre.
Recordó además que, entre 1980 y 2024, Latinoamérica y el Caribe acumularon déficits externos persistentes. En ese período, Argentina registró un saldo negativo de US$196.000 millones, lo que, para Arriazu, refleja la dificultad histórica de la región para lograr superávits estables. “El país necesita acumular reservas, pero no lo va a hacer por la cuenta corriente, sino por la cuenta capital”, enfatizó. Y agregó que cualquier intento de apoyo sobre el comercio exterior será insuficiente mientras no se restaure la credibilidad macroeconómica.
“La confianza volverá cuando se reestablezcan los equilibrios macroeconómicos y el Gobierno pueda volver a los mercados voluntarios de crédito”, explicó. En su opinión, sin un marco claro que reduzca la volatilidad percibida por los inversores, será difícil revertir la salida de capitales o incentivar el ingreso de fondos frescos.
Pese a su diagnóstico crítico, Arriazu reconoció que existen factores coyunturales que podrían mejorar la disponibilidad de divisas en los próximos meses. Destacó que las lluvias oportunas permitieron proyectar cosechas récord de trigo y cebada, con perspectivas alentadoras para los cultivos de maíz, soja y girasol. Calculó que el valor total de la cosecha podría incrementarse en más de US$5.000 millones, un ingreso adicional que daría algo de oxígeno a la balanza comercial en el corto plazo.
Aun así, advirtió que ese alivio agrícola es transitorio. El desafío de fondo seguirá siendo reconstruir un acceso sostenible al financiamiento externo, capaz de mejorar la posición del Banco Central y evitar futuras tensiones cambiarias. “El agro puede ayudar mucho, pero no reemplaza la necesidad de volver a los mercados”, afirmó.
El economista también puso el foco en el potencial del sector energético, que podría transformarse en una fuente creciente de divisas. Según sus proyecciones, el país podría registrar un saldo favorable de US$4.000 millones en 2026 y de US$7.000 millones en 2027, impulsado principalmente por el gas, el petróleo y los derivados. Ese avance se vincula a la expansión de infraestructura crítica, como gasoductos y terminales de exportación, que permitirá reducir importaciones y aumentar la capacidad de enviar energía al exterior.
Sin embargo, advirtió que incluso este avance estará acompañado por un incremento de las importaciones de bienes de capital, necesarias para ampliar la capacidad productiva. En su análisis, la mejora en la balanza comercial puede darse aun con más importaciones, siempre que las exportaciones energéticas aumenten a un ritmo mayor. El sector, subrayó, será un complemento importante, pero tampoco resolverá por sí solo la fragilidad estructural del país.
Mirando hacia adelante, Arriazu subrayó que el componente decisivo para estabilizar la economía será la confianza. Sostuvo que mientras los inversores perciban riesgos de cambios repentinos en la política económica o temores a nuevas crisis, será difícil revertir la salida de dólares o promover el ingreso de capitales productivos. “Los que apuesten en contra del peso alguna vez tienen que perder”, afirmó, en referencia a la necesidad de mostrar coherencia y previsibilidad para frenar movimientos especulativos.
También evaluó el papel que podría tener el apoyo financiero de Estados Unidos, especialmente en momentos de mayor tensión. Si bien valoró esa asistencia como un puente útil para atravesar etapas de menor liquidez, aclaró que no puede reemplazar una estrategia sólida y consistente en materia fiscal, monetaria y cambiaria. Para él, la estabilidad duradera implica “no equivocarse en el manejo de las variables económicas”.
En el cierre de su análisis, Arriazu remarcó que la recuperación de reservas y la estabilidad cambiaria dependerán de la capacidad del Gobierno para reconstruir la credibilidad y sostener un programa económico coherente. Sus evaluaciones, divulgadas por iProfesional, apuntan a que el regreso del crédito y el fortalecimiento de la confianza serán los factores decisivos para el futuro inmediato.