La travesía del oso polar de Córdoba: de encargo oficial a ícono itinerante

La escultura de Alberto Barral recorrió plazas y parques de Córdoba tras un curioso error sobre su ubicación original. Hoy se exhibe en el Museo Caraffa

La travesía del oso polar de Córdoba: de encargo oficial a ícono itinerante
miércoles 26 de noviembre de 2025

La escultura del oso polar de Córdoba, obra del escultor español Alberto Barral, ha recorrido más de medio siglo de la ciudad antes de asentarse definitivamente en la explanada lateral del Museo Caraffa, tras una serie de traslados motivados por un curioso malentendido sobre su emplazamiento original. La obra, encargada en 1955 por el gobierno provincial, se convirtió en un símbolo inesperado del patrimonio urbano local y en ejemplo de cómo una pieza artística puede generar debate y atención pública.

El encargo inicial consistía en instalar la escultura en el Puente Antártida Argentina, recién inaugurado, como parte de un conjunto de fuentes con motivos animales que Barral diseñó para Córdoba. Sin embargo, durante los preparativos, alguien le recordó al intendente que en la Antártida no existen osos polares, lo que generó confusión y retrasos en la instalación. Como resultado, la obra comenzó un periplo por diferentes espacios públicos de la ciudad: pasó primero por la plaza Vélez Sársfield, luego a la plaza Alberdi del barrio General Paz, volvió a la Vélez Sársfield y después fue trasladada al Parque Sarmiento antes de llegar a su ubicación actual en el Museo Caraffa tras ser restaurada.

La travesía del oso polar de Córdoba: de encargo oficial a ícono itinerante

Barral, autodefinido “picapedrero” más que escultor, fue el responsable de cinco fuentes emblemáticas que forman el denominado itinerario Barral en Córdoba. Entre ellas se destacan la Fuente de los Monos, frente a la iglesia de los Capuchinos; la Fuente de los Tres Leones, frente al Museo Histórico Provincial Marqués de Sobremonte; la Fuente de los Dos Hipocampos en el hall del Jockey Club, y la Fuente de la Loba Marina, ubicada en el Rosedal del Parque Sarmiento. La fuente del oso polar, cuyo modelo original en barro fue diseñado por Roberto Viola, se mantuvo inconclusa hasta su instalación definitiva.

La historia de Alberto Barral está marcada por el exilio y la búsqueda de nuevas oportunidades en América Latina tras la Guerra Civil española. Nacido en 1906 en Sepúlveda, Segovia, fue el menor de cuatro hermanos escultores: Emiliano (1896-1936), Martín (1899-1981), Pedro (1902-1982) y Alberto (1906-1969). Su hermano Emiliano, reconocido por Antonio Machado en un poema, murió en 1936 durante la Guerra Civil mientras acompañaba a periodistas extranjeros en Madrid. Alberto participó en 1937 en París en un homenaje a Federico García Lorca y, tras la caída de la II República Española, llegó a Valparaíso, cruzando los Andes de manera clandestina para establecerse finalmente en Córdoba, donde desarrolló gran parte de su obra.

La travesía del oso polar de Córdoba: de encargo oficial a ícono itinerante

La obra del oso polar, más allá de su peculiar itinerario, refleja la maestría de Barral en la escultura urbana y su interés por integrar el arte en los espacios públicos. La pieza combina una representación realista del animal con un estilo que dialoga con el entorno urbano, mostrando el énfasis del artista en la armonía entre naturaleza y ciudad. Según publicó La Nación, la fuente se ha convertido en un referente cultural, siendo objeto de fotografías y relatos locales que documentan su movimiento a través de plazas y parques.

El traslado de la escultura generó debates en distintos momentos sobre la pertinencia de su ubicación. Habitantes y visitantes se mostraban sorprendidos al encontrar un oso polar en plazas donde predominan especies locales. Sin embargo, esta anécdota también contribuyó a reforzar la identidad cultural de la ciudad, mostrando cómo una obra artística puede desafiar expectativas y convertirse en parte del imaginario colectivo.

La travesía del oso polar de Córdoba: de encargo oficial a ícono itinerante

Barral, además de su trabajo en fuentes, desarrolló un amplio repertorio escultórico que incluye obras de temática animal y mitológica, demostrando un dominio técnico heredado de su familia de canteros y escultores segovianos. Su recorrido profesional, marcado por la guerra, el exilio y la integración en la vida cultural de Córdoba, muestra la capacidad de los artistas de adaptarse a contextos distintos y dejar huella en la memoria urbana.

Hoy, la escultura del oso polar se exhibe en el Museo Caraffa, donde fue restaurada para preservar su integridad. La obra atrae la atención de turistas y vecinos, quienes la perciben no solo como una pieza decorativa sino como un símbolo de la historia de Córdoba y de la resiliencia artística de quienes la crearon.

Este recorrido histórico y artístico evidencia la importancia de contextualizar las obras públicas y comprender que, a veces, los errores o malentendidos administrativos pueden derivar en historias que enriquecen el patrimonio intangible de la ciudad. La travesía del oso polar se convierte así en un ejemplo de cómo la escultura urbana, más allá de su función estética, puede generar narrativas que atraviesan generaciones y espacios urbanos.

La travesía del oso polar de Córdoba: de encargo oficial a ícono itinerante

El caso de la escultura de Barral también invita a reflexionar sobre la movilidad del arte en la ciudad y la interacción con la comunidad. La obra ha pasado de ser un encargo oficial con destino específico a convertirse en un símbolo itinerante, que permite a diferentes sectores de la población acceder a la obra y apropiarse de ella, fortaleciendo la memoria colectiva y la identidad cultural de Córdoba.

La historia del oso polar de Córdoba demuestra que, más allá de su aparente desconexión geográfica con el Polo Norte, el arte puede trasladarse y generar significados nuevos según el contexto en el que se exhibe. Alberto Barral, con su legado de fuentes y esculturas, dejó una impronta que sigue vigente, integrando tradición, técnica y un toque de humor involuntario que se refleja en la travesía del oso polar.

Con la obra ubicada finalmente en el Museo Caraffa, el público puede apreciar la escultura en un entorno que combina cuidado patrimonial y acceso cultural, cerrando así un capítulo de desplazamientos que duró más de medio siglo. La fuente del oso polar se ha consolidado como un referente del patrimonio urbano y como un testimonio del talento y la historia de un artista exiliado que transformó la ciudad con su creatividad.



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