Argentina registró en noviembre un riesgo país de 648 puntos básicos, según el índice elaborado por JP Morgan, un nivel que la deja entre los países más riesgosos de América Latina y refleja la distancia que mantiene respecto a economías de la región con mayor estabilidad financiera. El dato se conoce tras la baja abrupta que siguió a las elecciones legislativas que consolidaron el poder del gobierno de Javier Milei, un evento que generó inicialmente un descenso de más de 400 puntos desde los 1.100 previos a la votación. Pese al retroceso, el indicador volvió a escalar por encima de las 600 unidades, lo que condiciona la posibilidad de que el país regrese a los mercados voluntarios de deuda en el corto plazo y complica el escenario de financiamiento para 2026.
El riesgo país mide la probabilidad de que un Estado enfrente dificultades para cumplir con el pago de su deuda y surge de comparar el rendimiento de los bonos soberanos frente a los títulos del Tesoro de Estados Unidos, considerados libres de riesgo. Con el nivel actual, la tasa que debería pagar la Argentina para emitir deuda en dólares superaría el 10% anual, una cifra que tensiona cualquier estrategia de financiamiento y vuelve indispensable una mejora en la percepción de solvencia macroeconómica. El Gobierno deberá afrontar vencimientos fuertes en enero y julio, por un total superior a los USD 8.400 millones, por lo que la evolución del indicador es observada con atención por el Ministerio de Economía y por los acreedores externos, que evalúan señales de sostenibilidad antes de habilitar nuevas colocaciones.
En el ranking regional, Uruguay encabeza la lista con solo 72 puntos básicos, seguido por Chile con 95 y Perú con 124. Más atrás se ubican Paraguay con 125, Guatemala con 156 y Costa Rica con 165. El promedio latinoamericano es de 318 puntos, lo que muestra que el valor argentino duplica la media regional e incluso se encuentra más alto que el de economías con menor tamaño relativo. Entre los países con mayor riesgo aparecen Bolivia con 670 y Venezuela, muy por encima del resto, con 11.222 puntos básicos. La posición argentina contrasta también con la de otros mercados emergentes que enfrentan fuertes desafíos fiscales pero mantienen menores niveles de incertidumbre, como Brasil con 197, México con 227 o Colombia con 276. La magnitud de la diferencia evidencia que la volatilidad local sigue siendo un factor central en la toma de decisiones de los inversores.
Tras los comicios, empresas argentinas aprovecharon la mejora momentánea en los precios de los títulos y colocaron deuda a tasas cercanas al 8,5% mediante obligaciones negociables. Incluso la Ciudad Autónoma de Buenos Aires volvió a acudir al crédito internacional con una emisión de USD 600 millones a una tasa del 7,8%, lo cual alentó la expectativa oficial de que una reducción sostenida del riesgo país permitiría a la Nación financiarse a valores similares. Para que eso sea posible, el índice debería acercarse a una franja de entre 300 y 400 puntos, un objetivo que hoy parece lejano pero no imposible si las variables macroeconómicas muestran orden y previsibilidad. Analistas financieros remarcan que la corrección de precios fue importante en los primeros meses del nuevo ciclo político, aunque la falta de acumulación de reservas y la dificultad para consolidar un ancla cambiaria estable limitan el optimismo.
Un informe de la consultora MegaQM señaló que las tasas internacionales comienzan a acomodarse para concretar operaciones por debajo del 9%, pero marcó como desafío la necesidad de ofrecer mejores garantías y plazos en un mercado que aún recuerda los episodios recientes de reestructuración y reprogramación de pagos. El documento advirtió que el freno en la caída del riesgo país actúa como piso sobre el rendimiento real en pesos y subrayó la importancia de acceder nuevamente a los mercados de capitales para refinanciar deuda en moneda extranjera. Por su parte, la Fundación Capital sostuvo que la credibilidad es un componente clave para reducir la incertidumbre financiera y mejorar la evaluación de riesgo argentino. Según su análisis, un mayor nivel de reservas internacionales otorgaría previsibilidad al esquema monetario y fortalecería la capacidad del país para enfrentar compromisos externos sin depender exclusivamente de acuerdos transitorios.
Los economistas consultados coinciden en que incrementar el stock de divisas es esencial para sostener una tendencia bajista en el riesgo país. El ratio de reservas respecto al producto, que en Argentina ronda el 6% considerando incluso el swap no activado con China, se encuentra muy por debajo de países de la región que superan el 13%. Una política clara de compras de dólares por parte del Banco Central y del Tesoro podría contribuir a mejorar la percepción de solvencia y reducir la prima de riesgo. No obstante, los analistas advierten que la estrategia debe estar acompañada por una consolidación fiscal consistente, medidas estructurales que impulsen la competitividad y un marco regulatorio que incentive la inversión. Los próximos meses serán decisivos para determinar si el país logra estabilizar sus variables macroeconómicas y construir un puente hacia el financiamiento voluntario, o si las tensiones internas y la volatilidad internacional mantienen la desconfianza vigente.
La evolución del riesgo país será un indicador clave para medir el rumbo económico en 2026. Una reducción sostenida permitiría alcanzar tasas más accesibles, aliviar la carga financiera y mejorar el perfil de vencimientos, mientras que un estancamiento en niveles altos impulsaría la necesidad de desembolsar divisas en efectivo y limitaría la capacidad del Gobierno para impulsar programas de inversión y crecimiento. En este contexto, el desafío central será recuperar la confianza de los mercados mediante señales claras de disciplina fiscal, acumulación de reservas y estabilidad regulatoria. Tal como ha señalado Infobae en diversos análisis sobre la percepción del riesgo soberano, el contraste con otros países latinoamericanos —que, pese a sus diferencias estructurales, exhiben indicadores considerablemente más bajos— obliga a la Argentina a profundizar un ordenamiento macroeconómico que trascienda coyunturas electorales y siente las bases de un crecimiento sostenible. La reacción del mercado y la velocidad del ajuste serán determinantes para definir si el país puede cerrar la brecha con sus vecinos o si continuará dentro del grupo de economías con mayor nivel de incertidumbre financiera.