La administración de Martín Llaryora resolvió que el Ministerio de Bioagroindustria incorpore dentro de su estructura las competencias del Ministerio de Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica, hasta ahora encabezado por Pedro Dellarossa, quien asumirá la vicepresidencia del Banco de Córdoba. La decisión, que impacta directamente en el gabinete provincial, se interpreta como un movimiento de consolidación interna y una apuesta estratégica para profundizar el vínculo oficial con los sectores productivos y agroindustriales.
El traspaso supone una reestructuración de peso en la organización política cordobesa. Con la integración de áreas, el oficialismo concentra bajo una misma cartera los ejes productivos tradicionales de la provincia y aquellos vinculados a la bioeconomía, tecnologías aplicadas y cadenas de valor agropecuarias. El objetivo —según fuentes gubernamentales— es avanzar hacia un esquema más compacto, con capacidad operativa para acelerar la toma de decisiones y acompañar el modelo de desarrollo rural que Córdoba impulsa desde hace décadas.
Dellarossa, dirigente del PRO y de reconocida trayectoria en la gestión municipal de Marcos Juárez, dejará así el mando del área productiva para ocupar el lugar que Juan Manuel Llamosas liberará en el Banco de Córdoba. Llamosas, por su parte, asumirá como legislador provincial tras haber sido electo en 2023. El movimiento, aunque enmarcado en un recambio habitual dentro de los espacios de gobierno, genera un punto de inflexión en la dinámica interna del Poder Ejecutivo y redefine responsabilidades en un sector clave para la economía cordobesa.
La maniobra fortalece además la posición del actual ministro de Bioagroindustria, Sergio Busso, figura con extensa incidencia en el vínculo entre el Estado provincial y la producción rural. Busso mantiene desde hace años una relación fluida con entidades agropecuarias, cooperativas, cámaras empresarias y actores territoriales. Su continuidad al frente de un ministerio ampliado reafirma la línea estratégica que la administración Llaryora busca sostener: una integración más directa entre innovación, agregado de valor y desarrollo agroindustrial.
La reorganización también abre interrogantes sobre la dirección futura de las políticas públicas del área. Con la absorción administrativa, la nueva cartera deberá articular programas vinculados a la producción primaria, la investigación aplicada, el impulso a pymes industriales y la promoción de biotecnologías. Para algunos referentes del sector, la integración puede favorecer la coordinación de agendas antes fragmentadas; para otros, el desafío será garantizar que la amplitud del ministerio no diluya competencias ni ralentice procesos técnicos.
En el plano político, el enroque refuerza la alianza entre el oficialismo provincial y sectores productivos tradicionales. Córdoba mantiene un perfil agroexportador consolidado, con fuerte peso en la producción de granos, lácteos, carnes y agroindustria vinculada a biotecnologías. Bajo esta estructura, el rol del Estado en materia de infraestructura, financiamiento y ciencia aplicada se vuelve determinante. Un ministerio unificado podría facilitar la implementación de políticas transversales que conecten investigación, producción y mercado externo con mayor rapidez.
Desde el entorno de Llaryora señalan que la decisión se enmarca en una etapa de ordenamiento institucional tras el primer año de gestión. La premisa central es ganar eficiencia, ajustando estructuras y ubicando perfiles técnicos en posiciones estratégicas. En ese sentido, la llegada de Dellarossa al Banco Nación provincial responde al objetivo de sumar experiencia en gestión productiva dentro de la entidad financiera, con la expectativa de robustecer líneas de crédito para pymes y desarrollo industrial.
El movimiento también tiene impacto territorial. Córdoba ha sostenido históricamente una relación intensa con su interior productivo, donde la actividad agropecuaria define empleo, arraigo poblacional y dinamismo económico. El Ministerio de Bioagroindustria, con competencias ampliadas, será el interlocutor principal en temas vinculados a mercados, innovación tecnológica, agregado de valor en origen y políticas de biodesarrollo. La conducción de Busso, respaldada por su vínculo directo con ruralistas e instituciones del agro, aparece como un elemento de continuidad dentro de esta transición.
Para el sector empresario, la medida es observada con atención. Las pymes industriales, los polos tecnológicos y los clusters de innovación habían encontrado en la cartera de Producción un espacio específico de acompañamiento técnico. Con la unificación, se espera que la nueva estructura mantenga —e incluso fortalezca— esa vinculación, incorporando una mirada integral donde la ciencia y la tecnología acompañen el crecimiento productivo.
En términos institucionales, la reducción de ministerios y la redistribución de funciones se corresponde con una tendencia que diversas provincias han aplicado en los últimos años, buscando optimizar presupuestos y evitar superposiciones. La clave, coinciden analistas, no reside solo en la integración formal, sino en la capacidad de gestión para sostener políticas de largo plazo. Córdoba deberá garantizar que las herramientas de financiamiento, formación técnica e innovación no quedarán subordinadas exclusivamente al campo, sino que continuarán acompañando sectores emergentes como economía del conocimiento, biotecnología aplicada y nuevas industrias regionales.
Con este reacomodamiento, Llaryora apuesta a profundizar un modelo que combina tradición agropecuaria con desarrollo científico y bioindustrial. El desafío será equilibrar intereses, potenciar cadenas productivas y traducir decisiones políticas en resultados tangibles. La nueva configuración ministerial se convierte así en una señal de rumbo, en un momento donde las provincias buscan eficientizar recursos y consolidar estrategias competitivas en un entorno económico cambiante.
La entrada de Dellarossa al Banco de Córdoba y el salto parlamentario de Llamosas completan el esquema. En ambos casos, se trata de figuras con recorrido político, capaces de ocupar espacios clave dentro de la arquitectura institucional provincial. El reordenamiento, lejos de ser una simple reubicación de cargos, marca un paso más en la construcción del organigrama con el que la provincia espera sostener su matriz productiva y avanzar hacia una fase de bio-desarrollo con mayor integración tecnológica y territorial.
La decisión del Ejecutivo provincial deja instalada una expectativa: cómo se traducirá esta reorganización en políticas concretas para el sector productivo en los próximos meses. Con una cartera ampliada, un ministro consolidado y dos funcionarios reubicados en posiciones estratégicas, la gestión de Llaryora inicia una nueva etapa en su relación con el entramado industrial y agrobiotecnológico que sostiene buena parte del desarrollo cordobés.