Las exportaciones argentinas de peras atraviesan un freno marcado tras haber alcanzado, en la primera mitad del año, uno de los mejores desempeños de la última década. De acuerdo con un informe publicado por Más Producción, entre enero y noviembre los envíos totalizaron alrededor de 334.300 toneladas, una cifra prácticamente idéntica a la registrada en el mismo período de 2024. El dato sorprendió luego de un comienzo de temporada excepcional y encendió señales de alerta en el complejo frutícola del Alto Valle.
El cambio de tendencia se produjo a partir de julio, cuando el flujo exportador comenzó a desacelerarse de manera consistente. Durante el primer semestre, la combinación de buena disponibilidad de fruta, precios firmes en los principales destinos y un tipo de cambio relativamente competitivo había impulsado a la pera a niveles históricos. Sin embargo, la segunda parte de la temporada evidenció el principal problema que el sector arrastra desde hace años: la escasez de fruta en el cierre de campaña, especialmente de la variedad Packham’s Triumph, la más demandada por los mercados.

Más Producción señaló que la merma en la oferta fue consecuencia directa de una estrategia de venta anticipada que se generalizó entre los principales exportadores. El temor a repetir la sobreoferta del año anterior llevó a muchas empresas a comercializar grandes volúmenes en los primeros meses del año. Esa decisión, que buscó evitar una caída de precios como la de 2024, terminó teniendo un efecto inverso al esperado: la mercadería disponible para el segundo semestre fue insuficiente.
Una fuente del sector consultada por Más Producción sintetizó la situación con crudeza: “Todo el mundo vendió la pera Packham’s hasta agosto por temor a que sobre, como el año pasado. Y ahora no hay y los precios se fueron a las nubes en Brasil. Eso pasa porque nunca tenemos estadísticas confiables”, explicó el operador. La falta de datos precisos sobre stocks, rendimientos y proyecciones de cosecha es una de las principales debilidades estructurales del negocio y condiciona las decisiones de comercialización.

La desaceleración quedó reflejada en las comparaciones mensuales difundidas por SENASA. De los últimos cinco meses analizados, solo septiembre exhibió envíos superiores a los del mismo mes de 2024. El resto mostró caídas de distinta magnitud, un comportamiento inusual para la etapa final de la campaña, cuando tradicionalmente se sostiene el interés de los compradores externos.
Aun con este retroceso, la pera continúa siendo la fruta más relevante en exportaciones dentro del complejo frutihortícola argentino, tanto por volumen como por valor. Su principal destino sigue siendo Brasil, que absorbe cerca del 40% del total colocado. Según Más Producción, los valores en el mercado brasileño escalaron de manera significativa en la segunda mitad del año debido a la escasez de fruta, lo que permitió amortiguar parcialmente el impacto de la caída de volúmenes.
El listado de destinos relevantes se completa con Rusia y Estados Unidos, con participaciones aproximadas del 16% cada uno. Más atrás figuran México, Italia y Perú, que importan volúmenes menores pero estables a lo largo de los últimos años. La marcada dependencia del mercado brasileño, explicada por su proximidad geográfica y su peso como comprador histórico, representa al mismo tiempo una fortaleza y una vulnerabilidad para la fruticultura argentina: cualquier variación en la demanda del país vecino se refleja de inmediato en los balances exportadores.

Mientras la pera perdió dinamismo, la manzana argentina transitó un camino completamente distinto. Entre enero y noviembre, las exportaciones alcanzaron las 87.100 toneladas, un crecimiento cercano al 20% interanual y uno de los mejores registros desde 2020. Según Más Producción, la manzana mostró mayor equilibrio en su disponibilidad, una presión de venta más moderada y una demanda internacional estable a lo largo de toda la temporada, factores que explican su mejor desempeño.
A diferencia de la pera, la curva de ventas de manzana se mantuvo firme tanto en el primer como en el segundo semestre, con caídas puntuales solo en noviembre. El sector logró administrar mejor el flujo comercial y evitar ventas excesivamente anticipadas, lo que permitió sostener la presencia en el exterior y mejorar los ingresos en un contexto internacional competitivo.
El contraste entre ambas frutas deja un panorama dual para el complejo frutícola argentino. Por un lado, la pera enfrenta la necesidad urgente de revisar su planificación comercial, mejorar los sistemas de información y recuperar volúmenes perdidos. Por el otro, la manzana aparece como un producto en reconstrucción, con señales claras de evolución positiva y una recuperación sostenida de mercados.

Especialistas citados por Más Producción coinciden en que el principal desafío para la pera en 2026 será restablecer un flujo ordenado de oferta, evitar decisiones impulsadas por el miedo a repetir escenarios pasados y avanzar hacia un sistema estadístico más preciso, que permita planificar sobre bases firmes. La falta de información confiable genera comportamientos defensivos que terminan perjudicando al conjunto del sector.
Otro aspecto que requerirá atención es la necesidad de reducir la dependencia del mercado brasileño. Si bien diversificar destinos ha sido históricamente complejo para las frutas argentinas, las fluctuaciones recientes demuestran que depender de un solo comprador puede ser un riesgo elevado para la estabilidad exportadora.
La manzana, en cambio, llega al final del año con expectativas favorables. El desafío será sostener el ritmo alcanzado y fortalecer la presencia en destinos que mostraron señales de recuperación. La calidad de la fruta y la previsibilidad comercial serán claves para consolidar lo logrado.
El cierre de la temporada deja, en definitiva, una conclusión clara: la pera se estancó por fallas de planificación y escasez de fruta, mientras que la manzana encontró un camino de crecimiento que podría profundizarse en 2026 si se mantiene la estabilidad productiva y comercial. Para un sector expuesto a la volatilidad internacional, la capacidad de anticipar, medir y planificar será determinante en los próximos meses.