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La Empresa Nacional del Petróleo de Chile (ENAP) concretó este 6 de diciembre el mayor acuerdo comercial de su historia: un contrato de suministro por US$12.000 millones con YPF, Vista Energy, Shell Argentina y Equinor, que garantiza la provisión sostenida de crudo desde Vaca Muerta hasta junio de 2033. La operación, informada por El Economista, permitirá cubrir alrededor del 35% de la demanda anual de la petrolera estatal chilena y redefine la relación energética entre ambos países.
Los envíos se realizarán a través del Oleoducto Trasandino (OTASA), un sistema de más de 400 kilómetros que vuelve a ocupar un rol estratégico tras su reactivación en 2023. El ducto, que une la provincia de Neuquén con la Región del Biobío, operó durante casi dos décadas de manera intermitente hasta su rehabilitación completa. Hoy se consolida como la principal vía para el flujo de petróleo neuquino hacia Chile, un cambio sustancial en la logística regional.
El entendimiento constituye un doble hito: para Chile, significa estabilidad energética en un contexto global volátil; para Argentina, profundiza la internacionalización del shale y abre un mercado estable para la producción de Vaca Muerta. Según estimaciones mencionadas por El Economista, la magnitud del contrato supera incluso el volumen total del intercambio comercial anual entre ambos países, revelando la escala inédita de la operación.
El acuerdo permitirá a ENAP reemplazar parte de sus importaciones marítimas por un suministro directo desde Argentina. Esta reconfiguración no solo reduce tiempos de traslado, sino que también baja costos logísticos y limita la exposición a factores climáticos que suelen afectar el transporte por vía marítima. A su vez, el crudo de Vaca Muerta posee un menor contenido de azufre, lo que representa ventajas ambientales y operativas para su procesamiento en Chile.
Para Neuquén, el contrato consolida la proyección internacional del shale y refuerza la importancia del desarrollo de infraestructura asociada, como oleoductos, plantas de tratamiento y terminales portuarias. La capacidad exportadora de Vaca Muerta ha crecido en los últimos años gracias a inversiones privadas y a la reactivación de OTASA.
El gobernador neuquino, Rolando Figueroa, había señalado recientemente que "Vaca Muerta nos da una oportunidad única que no podemos dejar pasar", en declaraciones citadas por medios nacionales durante su gira internacional para promover el potencial energético de la provincia. Sus palabras adquieren nueva dimensión con el cierre de este megacontrato.
Desde Chile, la cúpula de ENAP destacó el valor estructural del entendimiento. El gerente general de la compañía, Julio Friedmann, afirmó que se trata de "un hito estratégico, alineado con la visión de ENAP hacia 2040", según consignó El Economista. El directivo subrayó que asegurar un flujo continuo de crudo por oleoducto permitirá abastecer con mayor previsibilidad la producción de combustibles esenciales para transporte, industria y consumo masivo.
Friedmann también aclaró que, aunque Chile mantendrá las importaciones marítimas como complemento, la incorporación de Vaca Muerta como proveedor estable otorga flexibilidad operativa, estabilidad de precios y mejores condiciones financieras, al reducir los costos asociados al traslado internacional desde mercados distantes.
Uno de los efectos colaterales más relevantes del acuerdo es la consolidación del Terminal Marítimo de San Vicente, en Talcahuano, como plataforma para la exportación de crudo neuquino hacia el océano Pacífico. Esta infraestructura podría posicionarse como un nuevo hub logístico para el envío de petróleo argentino hacia mercados de Asia-Pacífico, una región con creciente demanda energética.
El Oleoducto Trasandino fue inaugurado en 1994 para impulsar la integración energética entre Argentina y Chile, pero quedó paralizado por 17 años. Su rehabilitación completada en 2023 —producto de una inversión conjunta y del creciente interés en reactivar la conexión binacional— devolvió al ducto su rol original: conectar los yacimientos de la Cuenca Neuquina con las refinerías chilenas.
La puesta en marcha de OTASA coincidió con un aumento significativo de la producción en Vaca Muerta y con cambios en la estrategia energética chilena, cada vez más enfocada en la diversificación de proveedores y la reducción del riesgo logístico.
Desde entonces, la infraestructura ha ido recuperando capacidad y hoy se proyecta como una herramienta central de integración regional. El contrato de ENAP no solo asegura su continuidad operativa por la próxima década, sino que potencia futuras inversiones en ampliación, mantenimiento y nuevas terminales asociadas.
El acuerdo marca un antes y un después en la política energética de ambos países. Para Argentina, representa un flujo constante de divisas y un espaldarazo a la expansión del shale oil neuquino en mercados internacionales. Para Chile, implica una disminución sustancial de la vulnerabilidad externa y un acceso más estable a combustibles estratégicos.
Además, el entendimiento podría acelerar otros proyectos binacionales vinculados al transporte de hidrocarburos y abrir la puerta a acuerdos comerciales complementarios. Analistas del sector —citados por El Economista— destacan que el contrato actúa como una señal de confianza mutua y un incentivo para ampliar la cooperación energética de largo plazo.
El impacto económico se reflejará no solo en el abastecimiento de refinerías y la industria chilena, sino también en la cadena de valor argentina: oleoductos, terminales de almacenamiento, servicios petroleros, transporte de cargas y obras de infraestructura.
El megacontrato entre ENAP y los productores de Vaca Muerta inaugura una etapa de integración energética renovada que había quedado interrumpida durante casi dos décadas. Tanto Chile como Argentina visualizan el acuerdo como un instrumento de estabilidad, modernización y desarrollo estratégico.
Con la continuidad del oleoducto garantizada, la habilitación de nuevas plataformas marítimas y la llegada de inversiones adicionales, el corredor energético que une Neuquén con el Biobío se proyecta como una pieza central en el mapa energético sudamericano.
Para Vaca Muerta, el pacto representa una puerta abierta hacia mercados del Pacífico y un respaldo decisivo para su crecimiento exportador. Para Chile, significa independencia relativa en tiempos globales inciertos y la posibilidad de planificar su transición energética con mayor solidez.
En un continente donde la energía se ha convertido en un factor geopolítico clave, el acuerdo entre ENAP y los principales operadores de Vaca Muerta se posiciona como un ejemplo de cooperación inteligente. Su impacto podría perdurar más allá de 2033 y redefinir, de manera estructural, la relación energética entre ambas naciones.
