En el extremo norte de la Argentina, Yavi se erige como un caso singular en la historia del país: fue la sede del único marquesado que existió en el territorio que luego sería argentino. Ubicado a unos 300 kilómetros de San Salvador de Jujuy y a 3.442 metros sobre el nivel del mar, este pequeño pueblo de la Puna conserva edificios, objetos y tradiciones que remiten a un pasado de poder económico, influencia política y centralidad territorial, pese a las duras condiciones climáticas que lo caracterizan. La reconstrucción de este recorrido histórico fue difundida por La Nación.

Aunque hoy apenas supera los 250 habitantes, Yavi fue durante siglos un polo estratégico y productivo. Su ubicación, a la vera del antiguo Camino Real, lo convertía en un punto clave de conexión entre el Río de la Plata, el Alto Perú y el Virreinato del Perú. Además, su entorno natural —un oasis de pasturas atravesado por el río Yavi o Casti, de cauce permanente— le otorgaba ventajas comparativas en una región marcada por la aridez.

El origen de este enclave se remonta al siglo XVI. En 1574, el español Gutiérrez Velázquez de Ovando recibió de la Corona extensas tierras en la región de Tarija, junto con encomiendas en Humahuaca, Casabindo y Cochinoca. Con el tiempo, la hacienda de Yavi se transformó en su residencia principal, concentrando mano de obra indígena y articulando actividades agrícolas y ganaderas en un vasto territorio que abarcaba desde la Puna hasta las yungas.
Tras la muerte de Velázquez de Ovando en 1676, la herencia recayó en su hija Juana Clemencia Velázquez de Ovando, quien, siendo aún adolescente, fue obligada a casarse con el hidalgo cántabro Juan José Fernández Campero. El matrimonio, celebrado en 1678, marcó un punto de inflexión en la historia local. A partir de esa unión, se consolidó una de las mayores fortunas del norte colonial.

En 1682, la pareja inició la construcción de la capilla de San Francisco de Yavi, que sería concluida en 1690. Ese mismo año, Juana Clemencia murió sin dejar descendencia, y todo el patrimonio quedó en manos de Fernández Campero. Años más tarde, en 1707, la Corona española le otorgó el título de marqués del Valle de Tojo, formalizando así el único marquesado que existió en lo que hoy es Argentina. Desde entonces, Yavi pasó a ser la capital simbólica y administrativa de ese dominio.
Durante el siglo XVIII, el marquesado expandió su influencia económica y cultural. El marqués impulsó la construcción de iglesias en otros pueblos puneños, como Cochinoca y Casabindo, reunió una biblioteca notable y contrató al pintor cuzqueño Mateo Pizarro para decorar el templo de Yavi. La hacienda funcionaba como centro de poder regional, articulando producción, religión y administración.

Hoy, dos edificios concentran el legado del marquesado: la iglesia Nuestra Señora del Rosario y San Francisco de Asís y la antigua casa principal de la hacienda, conocida como la Casa del Marqués. Ambos sobreviven como testigos materiales de una etapa excepcional de la historia argentina.
La iglesia, iniciada en 1682, fue concebida como capilla privada de los marqueses. Allí se celebraban bodas, misas solemnes y ceremonias fúnebres de la familia. Construida con muros de adobe de hasta 1,20 metros de espesor y techos de madera de cardón atados con tientos de cuero, conserva tres altares, un púlpito tallado, un coro y una serie de óleos de estilo cuzqueño que, pese al deterioro, siguen siendo una de sus mayores riquezas artísticas. El sagrario, decorado con espejos venecianos, y las ventanas de piedra ónix translúcida, que permiten el paso de la luz solar, la convierten en una pieza arquitectónica única. El edificio es hoy Monumento Histórico Nacional y se mantiene casi intacto, salvo por la restauración de su techo.

Frente al templo se encuentra la Casa del Marqués, una construcción de estilo colonial organizada en torno a un amplio patio central. Sus paredes y puertas originales, que datan del siglo XVIII, albergan actualmente un museo con piezas vinculadas a la historia del marquesado. Según los registros históricos, en esta residencia se alojaron figuras clave del proceso independentista, como Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Juan Martín de Pueyrredón, lo que refuerza el valor simbólico del lugar.
Con el paso del tiempo y los cambios políticos del siglo XIX, el marquesado perdió vigencia y sus propiedades se fragmentaron. Sin embargo, Yavi no desapareció. Por el contrario, conservó una identidad propia, marcada por su pasado colonial y por una arquitectura que resistió el abandono, el clima extremo y el aislamiento geográfico. Durante décadas, la Casa del Marqués también albergó una biblioteca popular, fundada en 1911, que fue un punto de referencia cultural para la región.

En la actualidad, Yavi es un pueblo pequeño, de casas de piedra, adobe y paja, que enfrenta desafíos vinculados a la preservación patrimonial, el acceso a recursos y el desarrollo turístico sustentable. Su historia, sin embargo, le otorga un lugar singular en el mapa cultural argentino. No solo fue escenario de episodios clave del período colonial y de la independencia, sino también el único territorio donde funcionó un marquesado, una institución ajena a la tradición republicana que luego definiría al país.
Ese contraste —entre la modestia actual del pueblo y la magnitud de su pasado— es uno de los principales atractivos de Yavi. En un país que se construyó rechazando los títulos nobiliarios, este rincón de la Puna recuerda que, por un tiempo, la historia argentina también tuvo marqueses, palacios rurales y centros de poder feudal. Su preservación no solo permite comprender mejor el pasado colonial, sino también enriquecer la mirada sobre la diversidad histórica y cultural del norte argentino.
