Un movimiento silencioso pero persistente en la City porteña empezó a revelar un cambio relevante en la estrategia de los inversores con bonos argentinos, impulsado por los recientes anuncios del Banco Central de la República Argentina (BCRA) sobre el esquema monetario y cambiario que regirá desde 2026. La reconfiguración se observa en la rotación de carteras dentro del mismo crédito soberano, con ventas selectivas de títulos largos y una mayor preferencia por bonos de menor duration y legislación local, en un contexto donde el mercado ya no discute una salida del riesgo argentino sino cómo optimizar la exposición. La información fue publicada por iProfesional.
El giro estratégico comenzó a tomar forma luego de que el BCRA formalizará una recalibración del régimen cambiario, que dejó atrás el crawling peg fijo del 1% mensual para pasar a un sistema de bandas ajustadas por inflación pasada (t-2). A ese cambio se sumó un programa explícito de compras de divisas, con intervención diaria cercana al 5% del volumen operado y sin esterilización sistemática, siempre que la expansión monetaria esté acompañada por una mayor demanda de dinero. Para el mercado, la señal fue clara: la autoridad monetaria prioriza la estabilidad del mercado de pesos y la acumulación de reservas, aún resignando parte del rol del tipo de cambio como ancla nominal.
Informes recientes de consultoras financieras coinciden en que el nuevo marco marca el inicio de una nueva etapa de política monetaria y cambiaria. Desde SBS y Parakeet Capital señalan que se trata de una recalibración sin ajuste brusco, orientada a reducir riesgos de corto plazo. Sin embargo, también advierten que el esquema abre una discusión más fina sobre precios relativos, spreads y legislación dentro de la curva soberana en dólares.
Parakeet Capital introduce una mirada más cautelosa. Reconoce que la actualización de las bandas evita un atraso adicional del tipo de cambio en 2026, pero aclara que no compensa el atraso acumulado hasta el momento. Además, advierte que indexar el techo de la banda con un dólar que ya opera cerca de ese límite puede introducir mayor inercia inflacionaria, especialmente en una economía donde muchos precios se ajustan mirando la inflación pasada. Aun así, el diagnóstico final es que las autoridades parecen dispuestas a priorizar la estabilidad macro y del sector real, incluso aceptando cierto riesgo cambiario de corto plazo.

Desde SBS refuerzan la idea de que, al menos por ahora, no hay desequilibrios monetarios evidentes. La base monetaria se ubica en torno al 4,6% del PBI y el agregado M2 transaccional apenas supera el 5,7%, niveles históricamente bajos. Con una economía que, según el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del BCRA, podría crecer alrededor del 3,4% en 2026, la demanda de dinero tendría margen para expandirse sin generar presiones inflacionarias inmediatas.
Ese diagnóstico reduce la probabilidad de un evento disruptivo en el corto plazo, aunque no lo elimina por completo. Lo que sí cambia es la forma en que el mercado pricea el riesgo argentino. La lógica dominante dejó de ser la salida defensiva del crédito soberano y pasó a enfocarse en rotaciones internas, buscando mejores combinaciones de retorno, riesgo y plazo.
Tras el rally de los últimos meses y la compresión del riesgo país, varios bonos soberanos —en especial los de mayor duration y bajo ley extranjera— quedaron con spreads muy ajustados frente a sus pares de legislación local. SBS destaca, por ejemplo, que el diferencial de rendimiento entre GD30 y AL30 se mantiene por encima de los 250 puntos básicos, un nivel que empieza a incentivar rotaciones desde ley Nueva York hacia ley argentina, especialmente de cara a los próximos pagos.
En los tramos más largos de la curva, el fenómeno es aún más evidente. La suba de precios fue tan marcada que el premio adicional por duration se volvió mínimo, sobre todo en un contexto internacional donde las tasas globales siguen siendo una fuente de volatilidad. En ese escenario, muchos inversores institucionales optan por reducir exposición a bonos largos, no por una visión negativa sobre Argentina, sino porque el ratio riesgo–retorno dejó de ser atractivo.
La contracara de esa salida es el creciente interés por los bonos cortos, en particular los Bonares. El informe de Facimex resulta clave para entender esta dinámica. Según sus cálculos, los spreads por legislación en el tramo corto siguen siendo elevados incluso después de la suba generalizada de precios.
A precios MEP, el diferencial entre AL29 y GD29 ronda los 224 puntos básicos, mientras que entre AL30 y GD30 se ubica cerca de los 201 puntos. Para Facimex, esos niveles no son consistentes con un escenario de mayor previsibilidad macro y con un programa de acumulación de reservas en marcha. La estrategia sugerida es clara: desarmar posiciones en GD29 y GD30 —donde los spreads ya están más comprimidos— y comprar AL29 y AL30, con el objetivo de capturar una futura convergencia.
Más allá de la legislación, la City afina la lupa sobre duration y paridades. Facimex identifica valor en estrategias de swap dentro de la curva soberana ley local, vendiendo bonos como BPOB8 o AN29 para posicionarse en AL30. En algunos casos, la operación permite un mayor rendimiento; en otros, implica resignar pocos puntos básicos a cambio de reducir duration y entrar en títulos con paridades más bajas.
En un contexto donde el riesgo crediticio entre el Tesoro y el BCRA no muestra diferencias sustanciales, ese trade-off resulta atractivo. Además, el AL30 permite recuperar una porción mayor de la inversión bajo el mandato actual, algo que no ocurre con otros bonos cortos, cuyos recuperos proyectados son sensiblemente menores.

La lectura conjunta de los informes de SBS, Parakeet y Facimex deja un mensaje claro: el mercado empieza a validar el nuevo esquema monetario, pero lo hace con cautela. Parakeet, por ejemplo, advierte que los niveles actuales de tasas en pesos no son plenamente consistentes con un tipo de cambio que opera cerca del techo de la banda, lo que limita el atractivo del carry trade hacia 2026.
Esa visión refuerza, de manera indirecta, el atractivo relativo de los bonos en dólares de corta duration, donde el inversor reduce la exposición a eventuales errores de política económica o desvíos cambiarios. No se trata de una huida del riesgo argentino, sino de una rotación defensiva e inteligente dentro del mismo crédito soberano.
SBS incluso sostiene que, si el programa económico se mantiene, aún hay margen para que el riesgo país converja hacia la zona de 400–500 puntos básicos. A eso se suma la expectativa de aprobación del Presupuesto 2026 y avances en reformas estructurales, condiciones que el mercado considera claves para recuperar plenamente el acceso al financiamiento internacional bajo ley extranjera.
Hasta que ese escenario se materialice, la preferencia por instrumentos de legislación local, menor duration y spreads aún desalineados aparece como la estrategia dominante en la City. El mensaje implícito es que el escenario macro mejoró, pero sigue siendo frágil, y que la eficiencia en la asignación de riesgo será tan importante como la dirección general del programa económico.