sí cantaba mi mamá mientras blanqueaba las paredes de nuestro rancho; ella tenía una voz ¡tan tierna y suave! que yo la imaginaba como la princesa del faro.
Recuerdo con mucha nostalgia esas paredes blancas, pero tan blancas que no se comparaban ni con las hojas de mi amado cuaderno.
Para pintar se usaba cal, no recuerdo bien la preparación, sí que se dejaba uno o dos días “asentar”- decía; la cal era especial para paredes porosas, como más porosa mejor –me explicaba– y con la “brocha gorda” la pasaba por las paredes y techo (de chapa).
La cal no solo dejaba todo impecable, sino que también era una manera de desinfectar y yo ayudaba a papá a hacer el friso: se pasaba un piolín por un polvo de color oscuro, casi siempre azul, color preferido de mis padres.
Él lo sostenía de una punta yo de otra, en línea recta, bien tensado lo estirábamos un poquito hacia afuera y al soltarlo quedaba la línea que servía de referencia a unos 0,60 cm del piso.
¡Qué bello quedaba! De esa manera yo sentía que también pintaban mis emociones, mi alma, ya que un cuadro lucía maravillosamente; los cuadros eran esos, los de marco de madera oscura en forma oval, con las fotos de los abuelos.
En algunos ranchos, acostumbraban después del blanco darle un color a la cal y mojaban la punta de la brocha y con unos golpecitos en la pared muy prolijamente semejaban flores. Era el ingenio y el gusto de cada uno.
Como dije, antes las paredes quedaban porosas porque se hacían con “chorizos” de paja y barro, y también quedaban bordecitos que a mí me entretenían en especial en la siesta, cuando me obligaban acostarme, entonces, al no dormir, me entretenía buscando figuras, como cuando me acostaba en el pasto buscando en las nubes.
De allí, de esas paredes aprendí a dibujar unas caras, en realidad era el contorno de una pareja besándose. ¡Me olvidaba! Las ventanas y las puertas de madera pintadas del mismo color del frizo. Rancho coqueto si los había, ese era el mío.
Me detuve un momento al comenzar. La tecnología me permitió escuchar “Ilusión marina” de Osvaldo Pugliese, con la voz de Alberto Morán. Pero…. La voz de mi madre quedó en mi sentir para el resto de mis días.
Norma Morell.