Bodega Valle del Indio, ubicada en Mendoza, es “un proyecto boutique pensado, inicialmente, para exportar los vinos Malbec de Mendoza al mundo. Busca la fusión entre el nuevo y el viejo mundo, entre la tipicidad varietal del Malbec y las características únicas de la principal región vitivinícola argentina, entre la frescura de la fruta y la complejidad de la madera, entre lo exclusivo y lo accesible”, reza la descripción en su página web.
El director de la bodega, Leonardo Bonomo, participó del Congreso Argentina Supermercado del Mundo donde explicó, mediante cinco puntos claves, la diferenciación del vino argentino y el valor agregado que puede aportar. “La idea es que ustedes se conviertan en embajadores del vino; cuando hablen con un extranjero, como hablan de la carne argentina o del fútbol, también hablemos del vino argentino. Pasa a ser un nuevo diferenciador como marca argentina”, expresó Bonomo.
Clima. El clima seco es el primer elemento diferenciador del vino mendocino. “Todos los vientos y toda la humedad que podemos obtener en la zona del Atlántico quedan en lo que es la Pampa Húmeda; se descargan en forma de precipitaciones” y por eso allí están las tierras más fértiles.
Del otro lado, del Pacífico, debido a la Cordillera de los Andes, los vientos húmedos “descargan todas las precipitaciones y la humedad en forma de nieve o de lluvia en las altas Cumbres y en el lado de Chile”. Como todas las zonas de producción vitivinícola se encuentran al pie de la cordillera, gozan de un clima continental, pero “tenemos el gran problema de que no tenemos forma de riego”.
Agua. Debido al clima, es fundamental el buen manejo de la conducción del agua.
En todas las regiones vinícolas del mundo, la vid es regada de forma natural, pero en Mendoza es necesario recurrir al riego artificial, a través de canales o acequias que recorren toda la ciudad.
Este factor marca una diferencia en el vino argentino porque, con el correr de los años, en distintas añadas, la calidad se mantiene regular y consistente. En cambio, en un vino francés por ejemplo, cada añada es diferente porque la producción y calidad dependen de las precipitaciones anuales.
Sol. “Tenemos en Cuyo alrededor de 300 días al año de sol”, lo cual brinda una excelente maduración en la fruta. “El mundo está requiriendo vinos con una marca tipicidad varietal que es aportada por una buena madurez con buen sol”.
Altura. Los viñedos están ubicados al pie de la Cordillera, por ello se dice que producen vinos de altura. Al estar más cercanos al sol, los rayos ultravioleta tienen una mayor incidencia sobre los cultivos y por eso, para protegerse, la vid genera un hollejo más grueso y con mayor color. Esto da como resultado “vinos con mayor color y mayor fruto”, elementos que hacen una excelente calidad.
Además, al estar en altura, hay una mayor amplitud térmica, lo que resulta en una menor pérdida de aromas y alcoholes por evaporación.
Cultura. “Nosotros tenemos el vino en la sangre”. Descendientes de italianos y españoles, los argentinos tienen la tradición de sentarse a la mesa a comer y disfrutar de un vino. En su momento, los inmigrantes europeos necesitaron aprender a hacer el vino para poder disfrutarlo como lo hacían en sus países de origen. Entonces, los argentinos “tenemos la cultura de elaborar el vino y también tenemos la cultura de tomarlo”. “Amamos el vino, ese es un elemento que tenemos que exportar”.
Para concluir, tras describir los cinco elementos que distinguen al vino cuyano, Bonomo ubicó a la Argentina en el ranking vitivinícola mundial: “Somos el quinto productor de vino, aunque en el último año hemos pasado al sexto lugar porque China nos ha desplazado. Somos el séptimo consumidor de vinos y somos el décimo exportador. Podemos escalar mucho y tenemos mucho vino para exportar al mundo”.
Según Bonomo, para posicionarlo en el mercado internacional, primero tenemos que saber venderlo y “para nosotros es muy fácil comunicar el vino porque lo conocemos, así como nos es muy fácil comunicar el fútbol”.