a campaña frutillera no está exenta de los riesgos sanitarios que implica el coronavirus y por ello entre el municipio de Coronda, INTA y asesores privados implementaron un protocolo para el traslado, procesamiento e implantación de plantines.
Las tareas de prevención se iniciaron dos semanas atrás con buena recepción entre los productores, aunque ralentizando los trabajos y acrecentando un poco más la incertidumbre sobre el negocio. Todos entienden que este será un año difícil para la frutilla, sobre todo por la parálisis de restaurantes, hoteles o servicios de catering, que son los principales demandantes.
La ingeniera del INTA María del Huerto Sordo indicó que, además de las recomendaciones que se hacen para todas las actividades productivas, como el lavado de manos o no compartir elementos de uso diario, el protocolo implica la desinfección de envases y transportes en los que se trasladan los plantines (con una solución de agua e hipoclorito de sodio) a lo largo del trayecto, entre Chubut y Coronda, desde que se suben al camión, cada vez que ingresan a una provincia y hasta que se descargan en los viveros locales. Incluso cuando se separan para armar los atados. "Esto viene demorando un poco del proceso", sostuvo.
Otro de los aspectos importantes del protocolo consiste en regular la afluencia de productores a los viveros para retirar los plantines. "Por lo general se hacían colas, algunos llegaban a las 3 de la mañana para ponerse en la fila; pero ahora lo organizamos por turnos para evitar aglomeraciones y han respondido muy bien", precisó Sordo. También se dispuso que, cuando asistan a retirar la mercadería, los productores no se bajen del vehículo y no lleven peones para cargar, tarea que hacen los viveros con personal propio. En esos sitios además se trabaja con barbijos y se desinfectan los calzados al ingresar a la cámara de frío.
En el campo la principal modificación fue reducir el personal para la implantación. "Tradicionalmente se trabaja con un tirador (persona que va depositando los plantines sobre el camellón) por cada dos plantadores; pero este año van uno y uno, surco por medio para mantener la distancia entre la gente", explicó la ingeniera. Esto también implica más tiempo y, por lo tanto, un gasto extra para el productor "porque rinde menos la hora de trabajo". De todas maneras, subrayó: "lo están haciendo bastante bien (al protocolo), tanto productores como viveristas".
Por la combinación de estos tiempos extra en cada paso la campaña se desarrolla con unos 10 días de retraso, lo que podría afectar la primicia. "Recién empieza la plantación, cuando lo normal es arrancar el 30 de marzo", dijo Sordo, por lo que también se corre la fecha de inicio de cosecha. De todas maneras, los frutilleros están más preocupados por la suerte que corra la demanda, muy amenazada por la crisis económica que implica las restricciones del alerta sanitario. "No se sabe cuánto se va a vender; mucha fruta se destina a confiterías, bares, hoteles, heladerías y está todo parado". Por ejemplo, Sordo agregó que hoy en el Mercado Central de Buenos Aires la frutilla que entra de Mar del Plata, aún al mismo precio que la pera, "se está tirando" ante la falta de compradores y la imposibilidad de estoquear una mercadería tan perecedera.
En este escenario la asesora técnica comentó que "muchos productores que ya tienen colocado el nylon y hecha la desinfección de la tierra se plantean la posibilidad de resignar una parte del área, por ejemplo. un 10%, para sembrar algo de consumo más masivo" como alguna hortaliza.
Finalmente, Sordo comentó que la superficie proyectada es similar a la del año pasado, aproximadamente unas 260 hectáreas entre Coronda, Desvío Arijón, Arocena y Caima. A eso deben sumarse las localidades de la costa, como Arroyo Leyes, Santa Rosa y Helvecia, donde aún no se hizo un relevamiento. La campaña es incipiente y aún "no llega al 10% de plantado sobre el total".
Revista Chacra