Toneladas de desperdicios de naranjas revivieron un bosque en Costa Rica

Un caso que sucedió en el país caribeño a mediados de los noventa es ejemplo de cómo tirar cáscaras puede ser de gran ayuda al medioambiente

Toneladas de desperdicios de naranjas revivieron un bosque en Costa Rica
jueves 07 de mayo de 2020
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ara mediados de la década de los noventa, se arrojaron más de 12.000 toneladas de cáscara y pulpa de naranja en los pastos áridos de la reserva de Guanacaste, en el norte de Costa Rica. Pero, más de 20 años después, algo sorprendente sucedió: un equipo de científicos de la Universidad de Princeton (Estados Unidos) regresó al lugar en 2013 y descubrió un aumento del 176% en la biomasa del territorio.

El área de tres hectáreas que una vez estuvo desierta se transformó en una exuberante selva tropical. Todo esto pasó como parte de un experimento revolucionario de conservación que en algún punto se vio interrumpido.

 

¿Cómo comenzó?

Para 1996, los conservacionistas estadounidenses Daniel Janzen y Winnie Hallwachs, ecologistas de la Universidad de Pensilvania y consultores de las autoridades ambientales de Costa Rica, se acercaron a la compañía de jugos Del Oro, cuya planta procesadora está en las adyacencias de la reserva de Guanacaste, para ofrecerles un trueque: a cambio de donar una gran área de tierra, a la compañía se le permitiría tirar sus cáscaras de naranja y desechos de pulpa en tierras degradadas de pastoreo, en las cercanías de la reserva. En términos logísticos, deshacerse de ese tipo de basura había sido siempre un dolor de cabeza para la empresa.

Janzen y Hallwachs tenían un plan quid pro quo: creían que la biodegradación del desperdicio de esta fruta podría impulsar la recuperación de la selva tropical. Y el tiempo les dio la razón.

Una comparación entre las tierras cubiertas con las cáscaras y las que no recibieron tratamiento mostró que los residuos de naranja funcionan como fertilizante. Además de más biomasa, los vertederos tenían un suelo más rico, mayores especies de árboles y mayor recubrimiento; en pocas palabras, el área era más verde.

Los resultados son aún más impresionantes dado que el proyecto de Guanacaste se canceló solo un par de años después de su inicio. En 1998, la asociación entre Del Oro y el Área de Conservación de Guanacaste (ACG) fue impugnada legalmente por TicoFrut, una compañía de jugos rival. Esta última acusó a Del Oro de contaminar un parque nacional. En el 2000, la Corte Suprema costarricense dictaminó que el contrato firmado entre Del Oro y el Ministerio de Medio Ambiente y Energía era ilegal.

 

Pero, ¿cómo funcionó?

Timothy Treuer, el científico de Princeton que visitó el área en 2013, dice en broma que la recuperación del bosque es el resultado de una “orgía de moscas”. “Los desechos orgánicos pueden resolver muchos de estos problemas simultáneamente, al sofocar pastos y malezas, y enriquecer y aflojar el suelo, a medida que son descompuestos por las moscas de la fruta nativa y los microorganismos que salen de los bosques locales para disfrutar de este banquete”, explica.

En ese sentido, señala que “los árboles nativos que alguna vez tuvieron problemas para sobrevivir, de repente tienen la oportunidad de comenzar de nuevo en un entorno mucho más favorable”. Según Treuer, “el principio es muy fácil: encontrar los residuos orgánicos ricos en nutrientes, encontrar tierras degradadas donde la vegetación invasiva o las condiciones degradadas del suelo estanquen la recuperación del bosque, y combinar los dos”.

“La restauración de los bosques tropicales a menudo es costosa. La agricultura y otros sectores en los trópicos con frecuencia producen grandes cantidades de subproductos ricos en nutrientes, o que en algunos casos requieren un alto costo neto de eliminación o procesamiento”, explica.

 

La batalla legal

En cuanto al tema legal, Janzen indica que “cualquier proyecto puede ser extremadamente sólido en la parte técnica, pero terminar destruido por los deseos de algún elemento social”. En este sentido, dice que “los desafíos técnicos en la naturaleza, a menudo, son muy solubles si se permite la aplicación de soluciones. El gran desafío en la reforestación es tener una sociedad que quiera reforestar”.

En la demanda original, TicoFrut presentó otra razón para su objeción al acuerdo de Guanacaste. Consideró injusto que Del Oro no se viera obligada a construir una planta de eliminación de desechos al igual que ellos a mediados de la década de 1990, ante las acusaciones de que los restos de naranja de su planta de jugo estaban contaminando un río.

TicoFrut también afirmó que los desechos de Del Oro estaban envenenando el suelo y los ríos cercanos en Guanacaste, además de crear un caldo de cultivo peligroso para las plagas y las enfermedades derivadas de los cítricos, un argumento refutado por Janzen.

“El litigio iniciado por TicoFrut siguió la guía de un especialista al que, por supuesto, se le pagó por atacar a Del Oro”, afirma el especialista, a la vez que subraya que “como científico, es frustrante cuando las posibles soluciones a los principales desafíos se obstruyen, obstaculizan o evitan por preocupaciones infundadas, particularmente cuando esas preocupaciones surgen de intereses corporativos”.

“Independientemente de lo que sucedió, existen razones de peso para esperar que los desechos agrícolas mínimamente procesados puedan utilizarse para acelerar la restauración de los bosques tropicales”, concluye Janzen.



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