os tranqueras y una frondosa arboleda dan la bienvenida a la estancia “La Invernada”, ahí donde desaparecen las últimas casas de Buena Esperanza y el pueblo le cede lugar a un paisaje más rural. En ese preciso límite entre la urbanización y el campo, se abren paso las tierras de los Gaddi, una familia de Buenos Aires que apostó por el sur puntano y que ya va por su tercera generación en actividad en la región.
Casi ochenta años pasaron desde que un bonaerense de la ciudad de Lobos, que se desempeñaba en el rubro textil, vio con buenos ojos invertir en San Luis y diversificar un poco su economía. En aquellos tiempos, era una decisión de riesgo. La provincia estaba lejos de ser lo que es en la actualidad, y si todavía es considerada una zona marginal para la producción, en esa época lo era mucho más.
Pero los Gaddi se adaptaron a las condiciones, resistieron en los momentos más duros y el paso de los años terminó por recompensar esa jugada inicial. Varias décadas después les llegó el turno a Ezequiel y Laureano de hacerse cargo de las instalaciones y de la empresa, para darle vida a una producción mixta cada vez más grande que busca sacarle el mayor provecho a cada eslabón de la cadena.
“Tenemos un lazo muy fuerte con Buena Esperanza y, de alguna manera, ya estamos acostumbrados a producir en una zona marginal porque siempre estuvimos acá. Hay años que son muy buenos y otros más complicados, pero nos gusta mucho y nos sentimos muy cómodos”, expresó Ezequiel, el menor de los dos hermanos que todavía habitan en Vicente López, pero que se turnan para estar en el campo y guiar a sus once empleados.
Con una superficie de 4.500 hectáreas, “La Invernada” es el campo madre de la firma, donde realizan la recría y el engorde a corral de la hacienda, además de las siembras anuales con un doble propósito: para cosecha y para la dieta de los animales. El esquema productivo se completa en el “Gualicho”, otras 8.400 hectáreas que sirven como escenario principal para la cría, en el paraje Coronel Segovia, también emplazado en el Departamento Dupuy.
A lo largo del tiempo, los productores aprendieron a sacarle el mejor provecho a todo lo que nace y crece en esas coordenadas, porque a pesar de todo lo que ha crecido en infraestructura, San Luis tiene algunas desventajas naturales a la hora de competir con campos de otras zonas. “Sabemos que hay una gran distancia al puerto y los costos de los fletes son muy altos. Por eso tratamos de darle el mayor valor agregado posible a todo lo que hacemos antes de que salga del campo”, explicó.
De esa necesidad surgió la idea de transformar sus granos en carne y darle la mayor cantidad posible de kilos a la hacienda en las instalaciones. Por eso, cada año destinan entre 100 y 200 hectáreas de maíz de las 800 a 1.000 que siembran para hacer picado para el feedlot. Al mismo tiempo, en cada temporada realizan unas 500 hectáreas de soja que, en promedio, les vienen dando rindes de 3.000 kilos cada una, un resultado “que la para la zona creemos que es muy bueno”, calificó orgulloso.
La siembra se completa con las pasturas que sirven como base forrajera de la cría y la recría. Las especies que mejor se dan en sus suelos y, por lo tanto, las que más superficie ocupan son la alfalfa y el pasto llorón, pero también utilizan otras opciones como el agropiro y la cebadilla en el verano, más el infaltable centeno en el invierno.
La ganadería es probablemente la explotación más grande de la firma. En la actualidad cuentan con unas 2.500 hembras en servicio (las vaquillonas son inseminadas desde los 15 meses) que dan a luz a unos 2.200 terneros por año, aproximadamente. Aunque tienen algunos toros de su propio sello, adquieren la genética de las cabañas más importantes de la zona.
Todos los terneros que nacen en “La Invernada” son Aberdeen Angus colorados, en parte porque es sabido que la variedad se adapta muy bien a diferentes condiciones y en este momento es una de las más buscadas en los diferentes mercados ganaderos del país, pero también por un respeto a la tradición de la propia empresa. “Antes de venir a San Luis, nuestra familia se dedicaba a criar Shorthorn en Buenos Aires, una raza que después prácticamente se dejó de usar. Pero de ahí quedó un poco el gusto por el Angus, que es lo más parecido”, contó.
Sin embargo, su producción se completa con la ternerada que compran en otros establecimientos (entre 1.000 y 1.500 por año), por lo que también suelen contar con animales de otras razas.
Gaddi definió a su esquema productivo como una producción pastoril con terminación a corral. Porque las crías se alimentan y crecen entre las pasturas naturales y las implantadas, y tratan de lograr la mayor cantidad posible de kilos a campo antes de pasar a los corrales, donde el engorde es más costoso en términos económicos. "Se busca recriar en las alfalfas durante el otoño y después pasar a los verdeos de invierno (centeno). En la primavera, la hacienda vuelve a salir a las alfalfas y la cabeza de la ternerada se encierra en diciembre, de forma escalada hasta abril", detalló el hombre.
De hecho, el feedlot fue instalado hace un poco más de una década en un intento de incrementar sus ventas y sacarle algunos pesos más a los novillos terminados a maíz, algo que el mercado pedía a gritos. Desde entonces, los terneros son encerrados en diciembre con 350 kilos los machos y 270 las hembras, aproximadamente. En el lapso de un año, llegan a ganar entre 110 y 120 kilos y logran sacar unas 3.000 cabezas engordadas, entre novillos y vaquillonas, que venden completamente en el mercado interno.
El productor admitió que no ve con malos ojos apuntar a la exportación, en un momento donde se abren nuevos destinos para la carne argentina. Pero por ahora no es más que una posibilidad que evalúan. “Es una opción más que tenemos, por eso siempre es bueno que los mercados estén abiertos, repercute de forma positiva en toda la cadena”, opinó.
Hace poco hicieron dos grandes cambios en el manejo de la hacienda, que les dieron grandes resultados. El primero fue cambiar la soja cruda como componente de la dieta de terminación por la burlanda que produce la firma Tigonbú, que está emplazada a pocos kilómetros de su estancia, justo frente a la nueva Escuela Agrotécnica de Buena Esperanza. Eso les permite abaratar los costos y mantener una ración con buenos valores nutricionales.
La otra novedad es la utilización del sistema de gomitas elásticas para castrar a los terneros, en vez del capado tradicional. Esa sencilla tecnología contribuyó a que los animales sufran mucho menos, no dejen de comer por el dolor y que bajen los niveles de mortandad.
Es que si hay una búsqueda que identifica a los Gaddi, es la de aprender de los errores, levantarse y tratar de evolucionar hacia una producción cada vez más eficiente. Por eso, de vez en cuando les abren sus puertas a los técnicos e investigadores para organizar recorridas o jornadas, como sucedió en una gira del INTA en 2018, o tratan de convocar a especialistas para que les den charlas y asesoramiento a sus empleados.
Porque también entienden que cada acción que no es planificada puede traer consecuencias y gastos mayores en el futuro. Esa fue la enseñanza que les dejó la experiencia de haber armado los corrales sin demasiado criterio ni evaluación. Ahora desarrollan nuevas instalaciones teniendo en cuenta parámetros fundamentales, como la inclinación del terreno, el tamaño de cada compartimento, el tratamiento de los efluentes y la facilidad en la distribución de las raciones y el agua.
Pero también saben que el crecimiento es la mejor manera de estabilizar lo que ya han conseguido. “Nuestra intención siempre es crecer, porque cuando la producción es más intensiva ayuda a compensar los costos y toda la infraestructura empieza a cobrar otro sentido. Hoy por hoy, los números del feedlot están muy finos por el precio que tiene el maíz, entonces hay que tratar de ser lo más eficiente posible para que la actividad sea rentable”, admitió.
Sin embargo, uno de los obstáculos más grande con los que se encuentran tiene que ver con la mano de obra. “Está complicado encontrar gente que esté dispuesta a trabajar en el campo, no vemos mucho interés en desarrollar un oficio, en crecer en un rubro”, lamentó el productor.
No obstante, para Gaddi San Luis ha dado grandes saltos para fortalecer y acompañar a todos los que invirtieron en sus tierras y apostaron a producir en una provincia que en 1943 era todavía una incógnita. “Es un buen lugar para trabajar porque hay un avance muy grande en infraestructura, en rutas, en mapeos, electrificación, comunicación. Todo eso ayuda mucho”, valoró.
El Diario de la República