La papa, originaria del altiplano sur peruano, es uno de los alimentos con mayor popularidad a nivel mundial. Se estima que la producción global se aproxima a las 300 millones de toneladas anuales, siendo posible encontrar lotes dedicados a la producción del tubérculo en los cinco continentes.
Con más del 60% del mercado, Spunta es una de las variedades más utilizadas para el consumo fresco. En tanto, la Kennebec es la variedad principal como insumo para el procesamiento industrial.
Pese a su amplia producción y popularidad, son susceptibles a virus y otros fitopatógenos. Los dos virus más comunes son el enrollamiento de la hoja (PLRV) y el mosaico rugoso (PVY); ambos pueden producir pérdidas de hasta el 90% en los rendimientos.
Cuando se realizan cruzamientos tradicionales, miles de genes de una planta se mezclan al azar con los otros miles de genes de la compañera de cruzamiento. De esta forma, se puede dar como resultado características no deseadas.
En cambio, con la ingeniería aplicada al mejoramiento vegetal, un único rasgo deseado puede ser transferido de un organismo a otro. Científicos del Instituto de Biotecnología del Centro de Investigación en Ciencias Veterinarias y Agronómicas (CICVyA) del INTA usan herramientas de la ingeniería genética para introducir en el genoma de la papa la resistencia a ambas enfermedades virales. Todo esto, sin alterar las cualidades agronómico-industriales del cultivar adaptado.
“La modificación introducida le otorga a la planta nuevas características beneficiosas y, además de evitar las reducciones en los rindes, la transgénesis permite minimizar los costos de producción al requerir menor cantidad de productos químicos para el control de las enfermedades de manera sustentable y más amigable con el ambiente”, explicó Cecilia Vázquez Rovere, especialista en biotecnología del INTA, quien trabaja en el fortalecimiento de la resistencia a condiciones ambientales desfavorables en la variedad Kennebec.
Las papas suelen multiplicarse a partir de la siembra de los tubérculos enteros o en trozos. No obstante, este método favorece la transmisión y diseminación de los patógenos almacenados. “Para liberar una planta de virus, es necesario realizar el cultivo in vitro de ápices meristemáticos sometidos a termo y quimioterapia”, señaló Esteban Hopp, especialista en biotecnología del INTA.
Se denomina resistencia derivada del patógeno (PDR) a la estrategia de modificación genética que consiste en la introducción de secuencias genómicas del virus en la planta. Se promueve el desencadenamiento en plantas transgénicas para que conduzcan la resistencia.