s que esa región se ha revelado como muy propicia para cultivar esta fruta originaria del sudeste asiático y colonizada en Nueva Zelanda, de la cual la Argentina todavía es deficitaria a pesar del fuerte incremento de la producción.
“Desde fines de los ´80 que hay kiwi en Mar del Plata. Lo que pasa es que por problemas de manejo muchas zonas dejaron de producir y luego, en 2004 hubo una vuelta a la producción y un crecimiento en superficie”, expresó la ingeniera agrónoma Alejandra Yommi.
Yommi trabaja desde 2012 en la Estación Experimental de INTA Balcarce, y se especializa en el cultivo del kiwi del cual estudia, sobre todo, cómo estirar la vida comercial del fruto, para prolongar la presencia de la fruta nacional en el mercado y achicar la ventana en la que ingresan kiwis importados, en especial de Italia.
Si bien hay otras provincias productivas como Córdoba, en la actualidad más del 60% del kiwi que se consume en la Argentina se produce en Mar del Plata, Balcarce y Sierra de los Padres, en donde hay 600 de las 1.000 hectáreas totales que hay en producción en todo el país.
En esta nueva y pujante zona productora incluso ya se ha formado una Cámara de Productores de Kiwi, integrada por unos 30 emprendimientos que buscan hacer crecer aún más la oferta, ya que la realidad es que la producción argentina no llega a cubrir el mercado interno y apenas alcanza el 40% del consumo total. Por eso se hace necesario importar la fruta de otros países. En el plano global, China, Nueva Zelanda e Italia figuran como líderes en la producción.
“Para esta época ya casi no queda fruta local y comienza a venir importada en contraestación de países como Italia, pero también de Chile. Luego a partir de marzo o abril comienza a ingresar nuevamente desde Argentina, ya que es la época de cosecha”, explicó la agrónoma.
La cosecha del kiwi es íntegramente manual. Los trabajadores recolectan la fruta con mochilas y luego la descargan y pasan toda esa producción a cámaras de frio, donde el kiwi se conserva. Yommi trabaja ajustando desde el estado de madurez en cosecha, pasando por la práctica del curado -que consiste en dejar dos días la fruta en un ambiente ventilado para que cicatrice sus heridas de cosecha-, y en técnicas de retardo de maduración con compuestos autorizados y atmósferas controladas.
La lógica de sus investigaciones es la de tratar de estirar la vida útil de la fruta. “Tenemos que abastecer desde mayo a diciembre a todo el mercado interno. Por eso precisamos que haya volumen y fruta que no se ablande, que son las dos causas más frecuentes de descarte. Con tecnología y buen manejo reducimos las pérdidas y llegamos con fruta de calidad”, remarcó.
La especialista comentó que las plantas de kiwi llegan a su producción máxima a los siete años y, dependiendo de los cuidados que reciban, pueden llegar a producir hasta los 30 años. En la zona marplatense todavía quedan plantaciones de los años ´80 que ofrecen buenos rendimientos.
Por ahora el crecimiento de la producción local es por sustitución de importaciones, pero también existe una interesante veta exportadora.
Según la agrónoma del INTA Balcarce “se estima una producción de 9 mil toneladas y el consumo está en 20 mil toneladas. Producimos el 40% de ese consumo y si exportamos más fruta, más déficit habrá para el mercado interno, por eso hay que producir más”.
¿Y cómo producir más? Yommi dice, por un lado, que hay posibilidades de producir otras variedades en zonas más cálidas incorporando más zonas de producción.
Pero en la zona de Mar del Plata, “hay muchas plantaciones jóvenes de baja producción y hasta el séptimo año no se llega al rendimiento máximo. Por eso tenemos la esperanza de que cuando se hagan adultas esas plantas jóvenes se pueda aumentar la producción”, respondió Yommi.
En cuanto al manejo del kiwi, la polinización es un factor clave. “Tenemos plantas femeninas y masculinas y ambas están separadas. Lo que tenemos que lograr es que el polen llegue a las flores y para eso tenemos que ver si es mejor a través de abejas, polinización artificial o combinando ambas tecnologías. En eso también estamos trabajando”, dijo.
Suelo permeable, noches frescas y horas de frío son el combo perfecto para lograr una buena producción en la zona, pero hay que prestarle atención a otro elemento: el viento característico de Mar del Plata y Balcarce. “Lo solucionamos con cortinas forestales con malla monofilamento. Cada lugar tiene sus condiciones y hay que adaptarse a ellas”, expuso la especialista.
La llegada de nuevos jugadores no es sencilla ya que se requiere entre 30 y 40 mil dólares en inversión por hectárea. “Sin contar la tierra, es la cifra que se precisa en plantas, estructura de mallas y riego. Sin todo eso, no es aconsejable hacerlo”, explicó Alejandra.
“Hay una demanda muy grande de parte de los productores en el manejo de esta fruta y en encontrar el mejor estado de madurez de cosecha para prolongar su conservación. En esta zona se produce muy buena calidad de fruta con mucha materia seca y eso hace que pueda conservarse por mucho tiempo en frío. Y en países como Nueva Zelanda pagan por materia seca”, resaltó.
Bichos de Campo