l cambio es sinónimo de evolución. Para ello, se requiere de la voluntad de querer hacerlo y de la habilidad para instalar nuevos hábitos, además de la capacidad de reforzarlo para que se mantenga en el tiempo. Todo cambio es un desafío, pero el resultado es mayor productividad y competitividad en el mercado.
Sin duda, reinventarse es clave para sobrevivir a las crisis. Según una encuesta realizada por LnkedIn a 272 empresas argentinas, una buena gestión de la transformación puede darse en tres niveles de profundidad:
1- Cambio evolutivo. ¿Cómo se puede hacer mejor lo que se está haciendo? Esta transformación está relacionada con la mejora continua y la superación. Requiere planificación, acuerdos, habilidades, creencias y valores.
2- Cambio adaptativo. Frente a una crisis se establece qué hacer y cuál es el siguiente paso; se rompen los paradigmas existentes para seguir adelante, reinventándose por completo y operando en un nuevo contexto.
3- Cambio disruptivo. En este proceso resalta la innovación y la transformación. Requiere incorporar aspectos que no tienen que ver con la mejora continua, sino con hacer las cosas de un modo diferente y mejor.
Ante tales resultados, distintos industriales coincidieron en que es fundamental implementar las siguientes prácticas:
- Cambiar no es tarea fácil: incomodidad, ansiedad, miedo e incertidumbre son parte de los sentimientos que genera el cambio. Por ello, hay que definir estrategias para saber sobrellevar esos sentimientos.
- Involucrar a los directivos: no sirve cuando el cambio pasa solo por un carril. Una empresa no puede cambiar su identidad si los guardianes de la misma no participan del proceso.
- Propósito compartido: generar un propósito que convoque más allá de la visión, donde cada colaborador se sienta involucrado y vea que no solo gana la organización, sino él mismo y la comunidad que lo rodea.
- Capacitar para cambiar: una transformación no es solo comunicar el cambio; es entrenar, medir, motivar, movilizar, comprometer, desarrollar personas y reconocer. Se trata de todo un proceso planificado.
- Basarse en los resultados: desde el comienzo es importante implementar medidores de desempeño (KPI, por sus siglas en inglés) para, de esa manera, basados en los números, definir qué queremos que suceda. Estos indicadores permitirán ver si vamos por el camino correcto o si, por el contrario, hay que hacer ajustes.