l fenómeno globalizador al que asistimos en los últimos años, generó una revalorización de lo singular y distintivo de cada región. La mayoría de los extranjeros que nos visitan año tras año, no sólo se llevan bellos paisajes y el calor de la gente, sino que también prueban nuestros vinos y saborean los exquisitos platos de la cocina criolla. La oferta gastronómica local se ha ido diversificando, y ofrece a los visitantes una variada gama de carnes exóticas: en restaurantes y hoteles de cinco estrellas de los principales destinos turísticos del Mercosur, ya se puede comer carne de ñandú. La Consultora NewsAgro viajo a conocer "Ñanduty", un criadero de ñandúes ubicado en Colonia, Uruguay, para interiorizarse de todos los aspectos productivos.
La carne de esta ave autóctona presenta atributos altamente deseables: excelentes propiedades organolépticas y una altísima calidad nutricional. Es una carne roja y sabrosa, con buen sabor y el delicado bouquet de las carnes de caza. Es tierna y similar en consistencia a los mejores cortes de carne vacuna. Es magra (menos del 2% de grasa) y de alto valor proteico, y presenta una alta proporción de ácidos grasos insaturados (Omega 3 y 6), siendo rica en hierro y baja en sodio. Así, se vuelve saludable y se recomienda su consumo para la prevención de enfermedades cardiovasculares: actualmente se está gestionando que la Fundación Favaloro recomiende su consumo para una alimentación saludable. La carne no es el único producto con valor comercial: el cuero de esta ave se destaca por su distinción y belleza, presentando un diseño simétrico, correspondiente a los sitios de inserción de las plumas (folículos). Es un producto muy suave al tacto, dúctil, que se emplea principalmente en la industria del calzado y en marroquinería fina. Por su parte el cuero de las patas (tarsos) posee grandes escamas reptilianas, que lo hace ideal para su utilización en apliques de marroquinería.
La producción de ñandúes es una actividad sumamente interesante que puede abordarse desde distintos enfoques productivos. He aquí algunas recomendaciones: Según nos cuenta el licenciado Pablo Vignolo, responsable técnico del criadero, en primer lugar es posible dedicarse a alguna o a todas las etapas del ciclo de producción de la especie, que son la reproducción, incubación, cría de pichones, recría y terminación. La mayoría de los criaderos son de ciclo completo, pero la especialización en alguna de las etapas favorece una mayor eficiencia productiva. "Existen distintas maneras de comenzar a criar ñandúes, pudiendo adquirirse huevos fértiles o ejemplares de distintas edades (pichones, juveniles, subadultos o adultos) a otros criaderos. Para la elección de la modalidad más adecuada, es necesario tener en cuenta qué se desea producir (huevos, animales para faena, etc.) y la escala que se pretende alcanzar", señaló Vignolo. El otro aspecto que es necesario considerar a la hora de elaborar un proyecto de cría de ñandúes, es el sistema de producción a implementar. Lo cual se relaciona con el objetivo del proyecto a ejecutar y con la relación de costo-efectividad en cada caso. Particularmente se distinguen tres sistemas de producción que difieren en inversión, infraestructura y tecnología de manejo: intensivo, semiextensivo y extensivo. El sistema intensivo se caracteriza por el mantenimiento de los animales en superficies reducidas (corrales) y la dieta se basa en alimento balanceado. En el extensivo los animales disponen de amplias superficies, con bajas densidades, y se alimentan de pasto (principalmente de dicotiledóneas herbáceas). El sistema semiextensivo es una combinación de ambos. Los animales están en superficies intermedias y la base de la dieta es el pastoreo directo, el cual se complementa o sustituye con alimento balanceado en períodos de baja disponibilidad de la pastura. Recomendación: No hay que olvidar que el ñandú (Rhea americana) es una especie protegida, cuya conservación está amenazada, por lo cual para iniciar cualquier proyecto productivo es necesario habilitar el criadero ante la Dirección Provincial de Fauna de la provincia correspondiente. Asimismo, si se desea transportar animales o productos entre provincias (tránsito federal) o realizar una exportación directa, se debe registrar el criadero en la Dirección Nacional de Fauna Silvestre.
El período reproductivo de los ñandúes va de septiembre a febrero. A comienzos de agosto se conforman los grupos reproductivos, para lo cual se realiza una selección de los reproductores en base a atributos físicos y de comportamiento deseables. "Trabajar con relaciones menores atenta contra el bienestar de las hembras. En los sistemas intensivos hay que evitar una alta densidad de machos, porque puede derivar en accidentes, especialmente si se trata de ejemplares particularmente agresivos", dice Vignolo desde su experiencia, que incluye varios años de manejar esta especie. La cantidad de huevos obtenidos por hembra y su fertilidad son los principales índices productivos que permiten evaluar cómo se está trabajando en esta etapa. En condiciones normales la fertilidad es superior al 90%. Hacia fines del período de pastura, puede ser necesario cambiar algunos machos sólo si se verifica un aumento de la infertilidad de huevos. Los estudios realizados por "Ñanduty" mostraron que el recambio compulsivo de machos no se justifica. En otoño se hace un examen coproparasitológico y se administra un antiparasitario específico si es necesario.
La incubación de huevos se realiza en incubadoras. Si se pretende alcanzar una buena eclosión, hay que olvidarse de la incubación natural. En los últimos años se han logrado alcanzar índices aceptables de eclosión de huevos. Trabajando con las variables ambientales adecuadas, y con incubadoras que funcionan correctamente, es común tener una eclosión de huevos totales del 80%. "La incubación natural (la realiza el macho), es una alternativa a tener en cuenta cuando la postura excede la capacidad de incubación artificial, pero no como opción productiva", sostuvo el especialista. Las condiciones de higiene y desinfección son muy importantes, dado que problemas de contaminación podrían ocasionar pérdidas significativas. En los trabajos de investigación desarrollados en "Ñanduty" se demostró que es conveniente desinfectar todos los huevos que van a ser incubados, incluso los que parecen limpios. Una práctica de manejo habitual, principalmente en aquellos establecimientos en que el sector de postura se encuentra a una distancia considerable respecto al de incubación, es el almacenamiento de huevos en condiciones controladas. Otros de los estudios realizados por el criadero, indican que sólo se pueden almacenar los huevos por 3-4 días sin perder viabilidad embrionaria. Es recomendable realizar un seguimiento individual de los huevos para descartar tempranamente a los infértiles, contaminados y a los que se detuvo el desarrollo embrionario. Dos días antes de la eclosión proyectada, se trasladan al sector de nacimientos. "Es conveniente que la eclosión se realice en nacedoras específicas, no en incubadoras adaptadas como nacedoras. Inclusive, es mejor que el sector de incubación esté separado físicamente del de nacimientos. De otra manera es imposible mantener una correcta higiene", aconseja Vignolo. Si las condiciones de incubación han sido correctas no es necesario asistir los nacimientos. En caso que haya que asistir a una proporción importante de huevos, esto indica que hay fallas graves en la incubación. Los pichones nacen al cabo de 36-37 días de incubación, permanecen 24 horas en la nacedora y luego se trasladan a las instalaciones de cría.
Los pichones o charitos pueden criarse bajo dos sistemas diferentes: en el sistema tradicional, durante el día están al aire libre y se los encierra de noche con fuentes de calor (gas o electricidad). En el otro sistema, los animales permanecen en galpones día y noche. La alimentación de los pichones es a base de alimento balanceado, suplementado en algunos casos con forraje picado (trébol o alfalfa). La cría hasta los 2-3 meses de edad es la etapa más complicada del ciclo de producción, en la que puede haber una alta mortandad. Numerosos factores condicionan la supervivencia de los charitos, como las condiciones de bienestar, la calidad del alimento, la aparición de enfermedades infectocontagiosas, etc. "Los pichones de ñandú son muy sensibles al estrés durante el primer mes de vida. En consecuencia, es necesario implementar adecuadas condiciones de cría de manera de asegurar el bienestar de los animales. Todas las prácticas de manejo que ayuden a disminuir el estrés deben ser tenidas en cuenta. En este sentido, el pastoreo directo de leguminosas (alfalfa o trébol), la presencia de un referente, el suministro de probióticos, etc., contribuyen a alcanzar mejores resultados", sostuvo Vignolo. Por otra parte, es altamente recomendable definir e implementar estrictamente un programa de bioseguridad, para prevenir la emergencia de enfermedades infectocontagiosas. Esta sugerencia adquiere mayor relevancia cuando la escala de trabajo es alta. En la mayoría de los criaderos los resultados en los dos sistemas de cría son muy variables, con supervivencia de pichones que van del 90 al 30%, por lo cual aún no es posible recomendar un sistema en particular. Sin embargo, se pueden obtener buenos resultados productivos si se cuenta con un correcto asesoramiento técnico y se está lo suficientemente atento, de manera de hacer un diagnóstico precoz de los problemas y actuar rápidamente.
A partir de los 2-3 meses de edad, los animales se trasladan a los corrales de recría. Durante esta etapa en los sistemas extensivos y semiextensivos la base de la alimentación es el pastoreo de leguminosas con un complemento de balanceado (hasta los 5-6 meses). Mientras que en el sistema intensivo el balanceado constituye la base de la alimentación. En esta etapa es cuando la diferencia de costos es significativa a favor de los sistemas pastoriles. Los cultivos más recomendables para los ñandúes son las leguminosas, particularmente alfalfa y trébol (rojo y blanco). Una de las ventajas del trébol respecto a la alfalfa reside en que su manejo es mucho más sencillo en relación a: la preferencia que evidencian los ñandúes por las hojas, la alta capacidad de rebrote y su elevada persistencia, aún con períodos de reposos comparativamente cortos. Otra ventaja adicional, especialmente del trébol blanco, es que posee tasas de crecimiento por demás interesantes durante el invierno. No obstante, la inclusión de la alfalfa en el esquema de rotación de cultivos, permite tener una buena oferta forrajera en los períodos de sequía. Los alimentos balanceados que se utilizan en esta etapa, como los correspondientes a las otras, son los formulados para ratites, pero también pueden usarse alimentos para otras especies (pollos y conejos). Una forma de reducir costos es fabricar el balanceado en el propio establecimiento. De esta forma sabemos exactamente qué se les suministra a los animales, el valor nutricional de las distintas materias primas y su sanidad. No obstante, se necesita cierta escala de producción para que se justifique esta inversión. Es importante identificar a los animales y disponer de una balanza para monitorear su productividad en términos de ganancia de peso, consumo y conversión alimentaria. La faena de ñandúes se realiza a los 9-12 meses de edad, cuando superan los 23 kg de peso.
Corrientes al Dia