Durante la primavera, con la aparición de temperaturas en alza, las colonias de abejas comienzan a agrandar la familia. Con esta realidad en el colmenar, el apicultor debe estar muy atento y saber qué mirar y cómo actuar en cada situación que se presente en las revisaciones.
En primer lugar, no debe molestarse a las abejas porque sí. Sin embargo, al comenzar la temporada de producción, el apicultor debe estar seguro de que todo va bien. Para ello, la observación directa resulta imprescindible: deben hacerse revisaciones puntuales. En las mismas, se agrega o quita material de las colmenas, se mantiene limpia la zona y se presta especial atención al desarrollo de las colonias. Durante el período que se extiende entre fines de agosto y noviembre, el apicultor debe poner especial atención en lo que observa.
En la primera revisación de primavera, es importante tomar nota del estado de las reservas de cada colmena y suplementar con alimento artificial a aquellas colonias que lo necesiten, a fin de asegurar una población abundante. El panorama ambiental actual exige, muchas veces, intervenir en cuestiones nutricionales. A su vez, las floraciones que permiten obtener cosechas se dan en períodos muy cortos (de 15 o 20 días). Esa ventana productiva es fundamental, por lo que el apicultor debe estar listo ante cualquier inconveniente y corregir, sobre la marcha, cuestiones poblacionales y de sanidad, entre otras.
Con la vestimenta adecuada, el ahumador encendido y las herramientas necesarias en la mano, el apicultor ingresa al apiario por detrás de las colmenas, con movimientos lentos, sin golpearlas y evitando ruidos y vibraciones innecesarias. Para comenzar, deben diferenciarse las colonias sanas de las que presentan algún síntoma de enfermedad. Revisando la piquera y el frente de la colmena se obtiene el primer diagnóstico sobre cuál es la situación: es de vital importancia observar y determinar la sanidad de las abejas.