Pariente cercano de naranjas, limones y mandarinas, al pomelo le toca hacer el papel del primo agrio y circunspecto. Especialmente si le toca vivir en España. Y todo porque la variedad más extendida aquí es la Citrus máxima: grande, amarillo pálido y de sabor ácido con cierto regusto amargo. En los países anglosajones, en cambio, prefieren la Citrus paradisi, de pulpa amarilla o rosada y un sabor ácido o dulce, según la variedad. Es lo que explica que haya zumo de pomelo en muchos sitios y que aquí el zumo de pomelo apenas se tome. Claro que eso para nosotros no es un pomelo propiamente dicho, sino una toronja.
La temporada natural del pomelo, como sucede con otros cítricos, va de octubre a marzo.
A la hora de escogerlo, hay que poner en práctica los mismos criterios que para otros cítricos, como la naranja o la mandarina. Es buena señal si al olerlo desprende un intenso aroma cítrico, señal de que los aceites aromáticos gozan de buena salud. Es aconsejable descartar las piezas con poco peso: es señal de que por dentro queda poco jugo y que la pulpa tendrá textura de estropajo. Si la piel es muy áspera tampoco es buen augurio: posiblemente haya más pellejo que pulpa. En caso de que se pueda hincar el dedo, significa que está pasado o con moho.
Pese a ser un cítrico de perfil bajo, su currículum de vitamina C es para quitarse el sombrero. Y encima, con muy pocas calorías. Por cada 100 gramos comestibles aporta 26 calorías; 5,4 gramos de carbohidratos; 1,3 gramos de fibra y 37 mg de vitamina C. Teniendo en cuenta que una sola pieza puede llegar fácilmente a pesar 200 gramos o más (luego habría que descontar la cáscara), bastaría un solo pomelo para superar los 60 mg de vitamina C diarios recomendados. La vitamina C participa en la formación de colágeno para el normal funcionamiento de piel, encías, vasos sanguíneos, cartílagos… También mejora la absorción del hierro y contribuye a la protección de las células del daño oxidativo.
Si uno se encuentra ante un pomelo rosa, toca aprovechar su alto contenido en carotenoides antioxidantes: 3.362 mcg de betacarotenos y 1.310 mcg de licopeno. La vitamina A (los betacarotenos) contribuirán a mantener la visión, la piel y las mucosas en condiciones normales. El licopeno se ha asociado a la salud cardiovascular, aunque aún queda mucho por investigar al respecto.
No, el pomelo no posee la virtud de deshacer los michelines de forma milagrosa. Es un mito. No hay evidencias de que el pomelo contenga enzimas que quemen la grasa corporal. De hecho, hay que dejar de buscar elixires desengrasantes: no hay ni alimento ni sustancia con esa propiedad. Cuando se han hecho estudios con personas con obesidad en cuya dieta se incluían pomelos, también se seguía una restricción calórica. Así que, efectivamente, perdían peso, pero no solo por el pomelo.
Y nada de lanzarse a dietas muy restrictivas con el pomelo como ingrediente estrella. Tampoco hay que tomarlo como si tuviera una fórmula mágica para desintoxicar. Tiene antioxidantes, cierto, pero la eliminación de toxinas no depende de un solo alimento. Eso es el negociado del hígado y de los riñones, se coma o no pomelos.
Que pese a vivir en un país con una variedad enorme de fruta, los españoles no comemos la cantidad suficiente es un hecho. Una de las excusas es que da pereza pelarla. La otra, que se echa pronto a perder. “Partiendo de esta situación, nos planteamos cómo podíamos contribuir a que la población comiera más fruta con nuevos productos más duraderos", explica Nuria Martínez Navarrete, investigadora del Grupo CUINA de la Universitat Politècnica de València. La solución fue aplicar técnicas de liofilización y atomización y, para que el polvo no se apelmazara, le añadieron diferentes solutos a la materia prima antes del procesado. Usaron pomelos frescos: de cada 100 gramos de fruta fresca obtuvieron entre 10 y 15 gramos de pomelo en polvo que mantenía intactas sus propiedades. ¿Y qué se puede hacer con ese pomelo en polvo? Las investigadoras apuntan que 5 gramos bastan para aliñar una ensalada como haríamos con el zumo de un cuarto de pomelo. Añadiendo 85 ml de agua tendríamos el equivalente al zumo de medio pomelo. Y todo aplicando la ley del mínimo esfuerzo.
Además del clásico zumo o jugo, pruebe a dar un toque ácido a sus ensaladas incorporándolo en taquitos. ¿Busca un guiño especial en sus platos de pescado? Póngalo en su escabeche de salmón o en la merluza rellena. Como zumo es el complemento perfecto para guisos de pollo o platos de marisco.
El Pais