E
l acuerdo que el Gobierno argentino podría firmar con China para facilitar la llegada de inversiones de ese país en la producción porcina local generó todo tipo de análisis y críticas. Hay quienes dicen que se generarán miles de empleos a nivel federal al duplicar la producción actual, pero otros que temen un impacto ambiental descontrolado. Sobre todo por la montaña de caca y orín que dejarían aquí los cerdos criados para China.
Roberto Maisonnave conoce mucho del tema, porque trabajó durante 10 años en Estados Unidos, en los procesos de adecuación a la Normativa Ambiental vigente para granjas de igual tamaño a las que se proyectan instalar en el país. La empresa que lo contrató como gerente de medioambiente era Seabord foods, una compañía alimenticia que posee 400 granjas porcinas en los estados de en los estados de Colorado, Kansas y Oklahoma, y que tiene en su stock más cerdos que los que hay ahora en toda la Argentina.
“La producción animal intensiva es ambientalmente amigable, pero hay que tomar recaudos”, enfatizó a este ingeniero agrónomo que luego se especializó en medio ambiente y que debió migrar del país luego de la crisis de 2001, cuando aquí no había casi demanda para este tipo de especialidad.
Maisonnave, que volvió al país en 2013 y fundó la consultora AmbientAgro, dijo que este tipo de proyectos a gran escala no deberían llegar desvinculados del manejo de efluentes. Por el contrario, deberían se planteados ambos temas como en una especie de paquete. “En todos los países desarrollados de Europa y también en Estados Unidos, los Gobiernos y sus legislaciones te empujan a hacer un uso agronómico de los efluentes”, resaltó el experto.
“Estos no son proyectos que se harán de un día para el otro. Nadie empezará poniendo 100 mil madres, sino que será un proceso progresivo que les irá dando al Estado y a la ciudadanía los tiempos necesarios para ajustar lo que haya que ajustar”, agregó el ingeniero agrónomo y máster en Ciencias Ambientales.
-¿Tiene la Argentina un marco de legislación sólido para hacer frente a este proceso de intensificación en la producción animal?
-Uno de los conceptos desatinados que escuché de parte de ambientalistas y representantes de la producción es que (esas granjas) vendrían a la Argentina porque no hay normativa. Eso no es cierto. Córdoba las tiene, y la Argentina también tiene otras normativas que aplican a cualquier tipo de actividades tales como el código del aguas o la ley de suelos.
Según Maissonave, en todo caso, “lo que debería hacer el país es desarrollar normativa específicas para las actividades animales, de modo tal que los productores puedan ponerse en regla. Córdoba, por ejemplo, tiene un esquema sólido. Pero no hay que perder de vista que con la modificación de la Constitución Nacional en 1994 se dispuso que fueran las provincias las que tengan el poder de regular y proteger sus propios recursos naturales. Esto hay que tenerlo presente en el marco de estos proyectos que se instalarán en el interior”, recordó.
-¿Y pueden convivir en armonía estos proyectos productivos con la exigencia de cuidado ambiental?
-Sí. Los países desarrollados producen de forma eficiente y con mucha normativa ambiental- Aunque para eso hay que formar técnicos en el Estado que sumen experiencia.
En ese sentido, reconoció que “el sector privado siempre se moverá más rápido que el estatal”. Y reocmendó “tomar el desafío de trabajar de modo más aceitado entre ambos para que no demoren tanto estos encuadramientos legales, y que además estén basados en la realidad de la producción agropecuaria del país”.
-¿Por qué crees que estos inversores extranjeros están interesados en invertir en Argentina para producir proteína animal?
-Si quieren venir es porque Argentina es uno de los mejores países del mundo, por la combinación de recursos naturales, de suelos, y porque tenemos un capital humano altamente tecnificado y capacitado. Muchas de las granjas de cerdos que hoy operan, hace 10 años no existían, y no son de gente del sector porcino, sino de productores de maíz y soja (que luego invirtieron para convertir en carne esos granos).
Lo que hay que tener en cuenta a la hora de embarcarse en proyectos de producción animal intensiva, según el agrónomo, es “tener un plan para el gran volumen de efluentes líquidos o sólidos que se generarán, y siempre considerar la cercanía de polos residenciales, la dirección de los vientos, y las aguas tanto superficiales como subterráneas. Hay también una serie de guías también para dentro de los galpones de producción, por la exposición de los empleados”.
Los efluentes que se generan en las granjas porcinas son, explicó Maisonnave, “una mezcla del agua que se usa para lavar las instalaciones, con las orinas y bosteo de los animales. Luego eso va dirigido a un sistema de captación y conducción, y posteriormente tenés que desarrollar un sistema de ingeniería ambiental y agronómica, para poder usar esos efluentes como un abono orgánico, que es lo que son, para devolver fertilidad al suelo”.
Maisonnave, que asesoró en temas de gestión ambiental a más de 30 granjas porcinas en Argentina, expresó que “tenemos una oportunidad fantástica por delante, para producir impacto positivo en el ambiente, porque los cerdos y las vacas lecheras tienen una eficiencia de absorción del nitrógeno y fósforo muy baja en la ración que consumen, del 30% o 33%, lo que significa que aproximadamente el 70% del nitrógeno y fósforo lo devuelven al ambiente a través de la orina y de las eyecciones”.
Añadió que “como se necesitan producir cultivos para alimentar a esos animales, se necesitan fertilizantes”.
“Entonces vos le das de comer al animal una ración de la cual te devuelve el 70% en nitrógeno y fósforo; o sea, te devuelve parte de los nutrientes que le sacaste al suelo para cultivar su alimento”, redondeó.
“La alternativa es poner una planta de tratamiento y purificación de efluentes super eficiente, pero terminás volcando todo en un cuerpo de agua, y estás desaprovechando toda esta cantidad de nitrógeno y fósforo, cuando después el agricultor debe comprarlos; y pensemos que no tenemos una provisión infinita. De fósforo no hay más de dos o tres minas en el mundo. Es un recurso natural limitado. Y la urea, fertilizante sólido nitrogenado, es un proceso industrial que tiene efectos ambientales”, destacó el especialista.
Bichos de Campo