on la aprobación de dos nuevas Indicaciones Geográficas se consolida el proceso de división del Valle de Uco en unidades menores. El camino es largo, pero las nuevas Indicaciones Geográficas van configurando un mapa más detallado para el vino. Sin ir más lejos, en las últimas semanas el Instituto Nacional de Vitivinicultura aprobó Pampa El Cepillo y San Pablo.
Para que quede claro, una IG es una marca de uso común que pueden emplear los productores de una región. Esa marca se usa en el etiquetado para declarar el origen. Si Luján de Cuyo o Valle de Uco son IG de gran escala, el proceso actual tiende acotar el tamaño para darle mayor relevancia a determinados lugares.
A contar de la legislación reglamentada en 2004, que instrumentó el uso de las IG en nuestro país, sucedieron dos momentos. El primero, se registraron como IG un buen número de lugares y distritos políticos, desde provincias a departamentos, que no seguían ningún criterio vitícola más allá de la protección y uso de la marca. Buenos ejemplos sería Luján de Cuyo o Neuquén.
Los productores, sin embargo, precisan límites más ajustados para poder poner en valor los vinos que, por su singularidad asociada a las condiciones del lugar, merezcan estar mencionadas en las etiquetas. Ahí es cuando los límites políticos no describen la realidad del viñedo ni del terroir.
Por eso, al comenzar la presente década, arrancó el segundo momento. En 2012 tuvo lugar el round por establecer IG que no fueran distritales sino vitícolas. En el Valle de Uco, Paraje Altamira –aprobada finalmente en 2016, luego de varias idas y venidas– marcó el puntapié inicial. Siguiendo conceptos de suelo y clima se consiguió delimitar un área del departamento de San Carlos, Mendoza, como IG Paraje Altamira cuyos límites eran vitícolas y no políticos.
Como la ley se apoya en los productores para el pedido de futuras IG, el pedido de Bodega Catena, Terrazas de los Andes y Familia Zuccardi por Paraje Altamira estableció un hito inicial: instrumentó la forma en que los privados tienen que presentar información técnica y relevante sobre las regiones y sus antecedentes, interviniendo desde entonces el INTA y la UN Cuyo. Luego de Paraje Altamira llegaron Los Chacayes, en Tunuyán. Y ahora Pampa El Cepillo y San Pablo.
Pedida originalmente por Bodega Esmeralda y empleando los datos de la delimitación de Paraje Altamira, con la que linda al Norte, ocupa un territorio cuya cota mayor son los mil metros. Con una pendiente noroeste-sudeste y exposición sureste, es una región bastante fría de San Carlos, Valle de Uco, donde se registran las mínimas más bajas de la región.
Recientemente aprobada en el mes de septiembre, el nombre rescata una vieja estancia de la localidad. En cartografías de la década de 1960, la región figura como Pampa El Cepillo, toponímico que se empleó para nombrarla. Hoy tiene una veintena de productores de uva y vinos que, precisamente, trabajan destacando el perfil más floral y fresco de los vinos, en particular en Malbec.
Aprobada a fines de septiembre de 2019, la IG San Pablo, en el departamento de Tunuyán y Tupungato, fue propuesta por las bodegas Tapiz, Salentein y Familia Zuccardi. Ocupa un área al pie de los cerros, entre 1100 metros y hasta 1700, justo donde desembocan los arroyos Villegas y Cuevas, mientras que el río las Tunas es el otro límite. Entre ellos riegan 510 hectáreas de viñedos.
La altura –y el desnivel que conlleva– forman un terreno con entre dos y tres terrazas de temperatura para la vid (según el año), mientras que los sistemas de riego están presurizados por la presión que genera la pendiente, siendo el primer caso en nuestro país. La cota más alta, sin embargo, representa uno de los lugares más fríos de Mendoza en la elaboración de vinos.
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