El desarrollo de mejores híbridos conlleva ciencia, capital y tiempo, coincidieron mejoradores de semillas de empresas privadas e instituciones públicas. “Locos por la genética” fue el panel del Congreso Maizar 2021 que abordó este tema, en el que participaron Martín Uribelarrea, breeder de Desarrollo Comercial de Maíz de Bayer CropSciences; Pablo Donadío, gerente del programa de mejoramiento comercial del maíz para América Latina Sur de Syngenta, y Félix San Vicente, líder del programa latinoamericano de Maíz del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Cimmyt), quien participó desde México. Lo coordinaron Fabiana Malacarne, gerente de Asuntos Regulatorios de la Asociación de Semilleros Argentinos (ASA), y Lucas Miguel, asesor del Establecimiento La Negra.
Martín Uribelarrea contó que en Bayer CropScience tienen objetivos específicos para clima templado o subtropical. En cada programa, los objetivos deben estar alineados con el área comercial y de desarrollo de la empresa, y hay objetivos primarios y secundarios. En desarrollo de híbridos, el rendimiento es vital; la relación entre rendimiento y la humedad y el ciclo de cada híbrido. Además, se busca estabilidad del rendimiento y buena performance para las tres principales enfermedades que afectan al maíz en la Argentina, mal de Río Cuarto, tizón y roya, así como a factores agronómicos, como resistencia al quebrado y al vuelco. Los objetivos, además, no terminan con el lanzamiento comercial; durante los años de comercialización se realizan programas de desarrollo técnico para verificar la respuesta de los híbridos a las prácticas de los productores y establecer recomendaciones de manejo que permitan a cada híbrido expresar todo su potencial.
“Hacemos ensayos y monitoreamos la ganancia genética de las semillas Dekalb (adquirida por Bayer) desde hace 25 años”, enfatizó Uribelarrea. En los últimos años, el enfoque comercial de la empresa evolucionó hacia un mayor acercamiento al productor, para brindar tailor solutions (soluciones a medida). En 2020, la empresa inició en la Argentina una prueba piloto para seguir los últimos estadios de desarrollo de un híbrido junto con los productores, de modo de incorporar sus necesidades al producto.
En cuanto a las herramientas y tecnologías utilizadas, Uribelarrea dijo que actualmente se está en la transición del breeding 3.0, con marcadores moleculares y selección genómica, dobles haploides y selección por marcadores, lo que requiere un mínimo de 3 años de evaluación a campo y uso de herramientas productivas e Inteligencia Artificial para llegar al “breeding de precisión”: seleccionar los mejores productos y diseñarlos a partir del conocimiento del genoma con conceptos como el de la edición génica. Es así que se logra ganancia genética, porque la empresa colectó información genotípica y fenotípica para generar, calibrar y validar modelos y tener mejores estimaciones y predicciones sobre variables de resistencia a enfermedades, así como responder a demandas de la agricultura sustentable con híbridos más eficientes en el uso de recursos.
La mayor parte del programa se hace en estaciones y campos experimentales en la región del maíz, pero también involucra cultivos en contraestación, a campo y bajo cubierta. Para un mejor avance en las etapas iniciales críticas, el programa también recurre a grandes invernáculos en Arizona (Estados Unidos). La selección asistida por marcadores genéticos se realiza en México, y el chipeo de semillas para análisis genómico, en laboratorios en Estados Unidos.
De todos modos, enfatizó Uribelarrea, el pool genético es desarrollado y adaptado localmente, con introgresión de germoplasma exótico para incorporar características deseables y aumentar la diversidad genética, aspecto clave para la sustentabilidad del programa de mejoramiento a largo plazo. Tan es así, señaló, que el programa de mejoramiento de Dekalb en la Argentina lleva 50 años y es el segundo más longevo de la empresa, después del de Estados Unidos.
¿Cuánto tiempo lleva un programa de breeding?, fue la pregunta para Pablo Donadío, quien respondió que, desde la selección de progenitores hasta los híbridos finales, pasan entre 6 y 8 años, para asegurar que lo que se ofrece al productor es de una calidad superior a la previa. “Cada híbrido de Syngenta pasó por 2.000 parcelas de ensayo”.
El proceso, explicó, es como un embudo o una pirámide invertida: se inicia con cerca de 10.000 híbridos, que pasan por una intensa selección año tras año, hasta que llegan a la etapa final 2 o 3 que se lanzan al mercado. “Hay que producir las semillas de miles de híbridos, procesarlas, generar ensayos, cosechar, analizar, y hay grupos especializados para cada actividad”, explicó Donadío. Además, en la fase final de los híbridos avanzados intervienen los departamentos de investigación. “A medida que un híbrido avanza en el proceso, las decisiones son más complejas y más grupos de la empresa aportan a esa decisión. Tener un plan de avance balanceado da mayor seguridad y disminuye los riesgos, y permite una buena caracterización del producto a la venta”, observó.
El bajo porcentaje de híbridos que sale a la venta, siempre inferior al 5% de los iniciales, da una idea de la inversión y la intensidad del proceso de selección, pero varía entre empresas y se puede reducir mucho en aquellas muy localizadas, con menor variedad genotípica y de condiciones agronómicas. “La relación genotipo-ambiente nos desvela a los mejoradores”, confesó Donadío. Hay variaciones ambientales difíciles de percibir, pero que sí registra una planta, como factores asociados al suelo o la aparición de nuevas plagas o enfermedades. También influyen los cambios en las demandas del productor y el quiebre de resistencia de las plagas a diferentes transgénicos. “Todos los factores que implican cambios bruscos y rápidos hacen que el porcentaje de éxito sea menor”, señaló.
El modo y la escala de trabajo implican la participación de varios equipos y cientos de personas en un programa de mejoramiento. Entre los principales objetivos del programa actual para el maíz, dijo Donadío, está la resistencia a los insectos y el control del gusano cogollero. Pero los objetivos son amplios: rendimiento, estabilidad, adaptabilidad al ambiente y condiciones de manejo, tolerancia a enfermedades y respuesta a las demandas del productor, que requiere, por caso, un mejor manejo de plagas como el cogollero y el barrenador del tallo.
El programa, sintetizó Donadío, apunta a mayor resistencia genética, mejores líneas y no perder variabilidad genética. A la par, los mejoradores aportan a la formación interna de los profesionales jóvenes, intensa en ciencia y tecnología. Todo eso exige un conocimiento del germoplasma, lo que lleva tiempo y explica los 6 a 8 años que demanda un programa de mejoramiento.
La experiencia
Félix San Vicente, desde Cimmyt, desarrolló más de 20 híbridos y 8 variantes de polinización abierta. Por eso se le preguntó cómo se enfoca, y cómo se financia, un programa de mejoramiento genético que abarca varios países.
No es fácil trabajar junto con países que enfrentan problemas diferentes, dijo San Vicente: la clave es enfocarse en los problemas más importantes y detectar dónde la intervención genética contribuirá más a mejorar la situación de los agricultores más pobres y de los consumidores. En especial, caracteres de resiliencia, como tolerancia al cambio ambiental y extremos como calor y sequía, lo que requiere una alta calidad de proteínas.
Además, si bien se busca aplicar la tecnología en distintos programas, el impacto “aguas abajo” requiere adaptación en los ámbitos nacionales o locales, lo que implica desarrollos adicionales con mejoradores nacionales, para que las pyme puedan aplicar las nuevas tecnologías. Cimmyt actúa como una suerte de intermediario en busca del impacto deseado, dijo San Vicente.
En cuanto al financiamiento, Cimmyt recibe fondos de decenas de donantes, desde el Banco Mundial, la FAO, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) y la Fundación Bill & Melinda Gates, hasta la Comisión Europea e instituciones alemanas, chinas, australianas, coreanas, noruegas, suizas, británicas, canadienses, japonesas, la India, Tailandia y diferentes estados mexicanos. “Trabajamos para llegar a un mismo objetivo: híbridos y variedades útiles al productor y al ambiente”. Y lo hacen a través de dos mecanismos: uno de bienes públicos de libre acceso, sin costo para las entidades públicas, y solo el costo de envío para participantes privados. Quienes se registran reciben un paquete de 50 semillas por línea.
“El que recibe el germoplasma se compromete a entregar información sobre el uso, a efectos de que Cimmyt pueda hacer un seguimiento. Al momento, tenemos 603 líneas en esa condición, la mayoría para regiones tropicales y subtropicales”, dijo San Vicente. Cimmyt trabaja con variedades de maíz blanco y amarillo, y tiene plasma de madurez más temprana o tardía y para diferentes altitudes.
Poner un híbrido en el mercado tiene cierta similitud con llevar un jugador de fútbol desde el semillero a primera, resumió finalmente Malacarne. Así como hay locos por el fútbol, hay locos por la genética.