A principios de mes, la Agencia Internacional de Energía (AEI), publicó su informe anual de inversiones, donde realizó un detallado análisis que hace hincapié en cómo actualmente los inversores están evaluando los riesgos y oportunidades de la industria, frente al contexto de recuperación de la demanda global y los compromisos asumidos con autoridades públicas y privadas para abordar la problemática del cambio climático.
Fatih Birol, director ejecutivo de la entidad, expresó que si bien la recuperación en la inversión en energía siempre es bienvenida, aún se requieren recursos mucho más grandes para que el desarrollo de las fuentes limpias y sustentables se apuntale y sea posible alcanzar el objetivo cero neto de acá a treinta años.
Entre las principales conclusiones del informe se destacan:
Este año, la inversión anual en energías está proyectada para crecer a US$1.9 billones, rebotando alrededor de un 10% con respecto a 2020, lo que provocaría la elevación de los volúmenes hacia los niveles pre-crisis. La composición cambió hacia sectores de energía y uso final, alejándose de la tradicional producción de combustibles.
En este contexto, los prospectos para invertir mejoraron notablemente en conjunto con el crecimiento económico, aunque existen variaciones significativas de acuerdo a la realidad de cada país. En 2021, la demanda global de energías podría crecer en un 4,6%, compensando la contracción del 4% del año pasado.
La inversión global en generación puede incrementarse en un 5% en 2021, trepando a US$820.000 millones. Las energías renovables lideran el escenario, esperando contabilizar el 70% del total de los US$580.000 millones que se destinarán en nuevas capacidades. El resto se repartirá entre redes y almacenamiento.
En función de las rápidas mejoras tecnológicas y la reducción de costos operativos, cada dólar que se destina al despliegue de energías eólicas y solar fotovoltaicas (PV), genera cuatro veces más electricidad que uno que se invirtió en las mismas fuentes hace una década. Esto quiere decir que la inversión renovable prosperó en mercados con cadenas de abastecimiento bien consolidadas, donde los menores costos son acompañados por marcos regulatorios que proveen previsibilidad para el flujo de caja. Ya que tanto prestamistas como financieros entienden estos sectores, respaldan proyectos sostenibles a partir de la demanda del sector corporativo.
Cabe destacar que la resiliencia en el gasto durante 2020, se concentró más que nada en un puñado de mercados, encabezados por China, Estados Unidos y varios países de Europa. Por quinto año consecutivo, el desembolso de capital en el sector de generación fue más alto que para el abastecimiento tradicional fósil. Parte de esto se debió al auge en la venta de vehículos eléctricos.
En economías donde los gobiernos tienen buenos márgenes fiscales, las estrategias de recuperación brindan interesantes oportunidades para impulsar inversiones en infraestructura, eficiencia y tecnología en base a energías sustentables.
Particularmente, en el caso de la infraestructura, se espera que el gasto en redes de electricidad crezca de manera notoria en lo que resta del año, gracias a la acción de algunas potencias del sector, como China y Europa.
Por otra parte, el desembolso en mejoras de eficiencia energética subirá en el orden del 10%, en respuesta al renovado crecimiento económico y los efectos inmediatos de los actuales programas de recuperación. Sin embargo, en un contexto donde el precio de los combustibles se mantiene relativamente bajo, el desarrollo se concentra en mercados y sectores cuyas políticas gubernamentales sean bien claras.
Estas últimas alientan proyectos en áreas nuevas, como el hidrógeno de bajo carbono. No obstante -y a pesar de los signos alentadores-, el gasto estímulo en tecnologías de energía limpia se encuentra muy por debajo de lo que se requiere para garantizar una recuperación sostenible a la crisis derivada del COVID-19.
En el último tiempo, la comunidad financiera se alineó en torno a las finanzas sustentables, a partir de fondos e iniciativas que aspiraban a canalizar el apetito del mercado de capitales en relación a las nuevas regulaciones de transparencia. De esta manera, la emisión de deuda sostenible creció rápidamente, alcanzando el récord de US$600.000 millones en 2020.
La transversalización de los bonos verdes también se mantiene creciente, apuntalada por los nuevos tipos de activos basados en su performance, a fin de respaldar transacciones más complejas. Además, las empresas de energías limpias tuvieron un buen desempeño, ubicándose por encima de las compañías convencionales del sector.
Aunque las inversiones en energías sostenibles siguen en alza, los proyectos de alta calidad continúan siendo escasos. De modo que se necesitan canales que guíen los fondos disponibles en la dirección correcta y se propongan intermediarios capaces de combinar los excedentes de capital con las necesidades sustentables de empresas y consumidores.
Los US$750.000 millones que se esperan en inversiones en tecnologías de energías limpias y eficiencia a escala global para este año, siguen siendo muy poco teniendo en cuenta todo lo que se requiere para amortiguar el escenario climático. En definitiva, se necesitaría el doble del desembolso en la corriente década para conservar las temperaturas globales por debajo de los dos grados centígrados.
Por este motivo, las acciones gubernamentales son la clave para aspirar al cambio histórico.
La inversión en mercados emergentes y economías en desarrollo (EMDE, por sus siglas en inglés), seguirá en números bajos debido a la crisis. Estos países tienen que alcanzar un alto incremento en inversiones desde un punto de partida de menor margen fiscal y mayores restricciones de acceso a fuentes de financiamiento que las economías avanzadas.
En este marco, las presiones financieras sobre las empresas de servicios públicos y otros grandes inversores se exacerbaron durante la pandemia, generando una importante falla en las transacciones energéticas globales.
Las inversiones en extracción de combustibles fósiles crecerán en un 10% en 2021, mientras las empresas del sector se recuperan de los déficits que arrojó 2020. De todas maneras, el gasto se mantendrá muy por debajo de los índices pre-pandemia.
Una demanda más firme y la suba del precio del gas y el petróleo condujeron a que se desarrollaran estrategias de inversión divergentes, con marcadas deficiencias en torno al control de costos. No obstante, ciertas petroleras planean poder invertir y, en función de lo generado, ganar posicionamiento en el mercado.
Por otra parte, existen fuertes presiones sobre las empresas privadas para conservar bajo control sus carteras de gas y petróleo. A pesar de los precios altos, las principales petroleras mantendrán sus gastos en línea, a fin de superar la crisis.
En términos generales, el volumen de inversión en abastecimiento de combustible de 2020 fue a fósiles: un 84% a gas y petróleo; y un 14,5% a carbón. Cerca del 1,3% se destinó a fuentes bajas en carbono.
La participación de las energías renovables en las inversiones destinadas a generar nuevas fuentes, es acompañada de una fuerte caída en las aprobaciones de las más novedosas centrales eléctricas de carbón. Sin embargo, contra todo pronóstico, hubo un ligero avance en relación a iniciativas en torno al material en 2020.
El año pasado, las inversiones en energía limpia por parte de la industria petrolera y el gas contabilizaron apenas el 1% del total de gastos de capital. De todas formas, el seguimiento del AEI sostiene que los compromisos para diversificar inversiones, encabezados por grandes empresas europeas, ya están generando sus primeros impactos.
Si la performance se mantiene en lo que resta del año, la participación en la inversión de capital de la industria del petróleo y el gas en energías limpias podría incrementarse en un 4%.
El gasto público en I+D de energía subió marcadamente en 2020, gracias a la participación de tecnologías bajas en carbono. Sin embargo, la inversión del sector privado cayó un 2%, debido al recorte de presupuesto de muchas empresas a causa de la pandemia.
Es importante remarcar que los gobiernos tienen un rol clave a la hora de asegurar que la capacidad del mundo de incorporar nuevas tecnologías a sus mercados no será interrumpida como consecuencia del coronavirus. En este punto, las principales economías resaltaron a la innovación y al financiamiento creciente como parte de su estrategia camino al objetivo cero neto.
En total, la AEI calcula que hasta 2030, más de US$50.000 millones de fondos públicos podrían ofrecerse a proyectos de largo alcance en tecnologías bajas en carbono, incluidas CCUS y otras formas de mitigar las emisiones industriales.