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Cómo está la Argentina en materia de riego, por qué es estratégico para el agro y dos casos revolucionarios en maíz

Un poco de la historia del riego en el país y el atraso que tiene respecto del promedio mundial; la utilidad de los conceptos de huella hídrica y de evaluación del ciclo de vida,

Cómo está la Argentina en materia de riego, por qué es estratégico para el agro y dos casos revolucionarios en maíz
jueves 14 de julio de 2022

Dos casos donde el agua cambió las posibilidades productivas, sumando biodiversidad y sustentabilidad, fueron los temas del panel “El riego, aliado estratégico” del Congreso Maizar 2022. Participaron Alejandro Pannunzio, profesor de Riego y Drenaje de la FAUBA; Juan Boccolini, productor agropecuario; Magalí Gutiérrez, coordinadora técnica de la Chacra Valles Irrigados Norpatagónicos de Aapresid, en un encuentro moderado por Martín Pasman, presidente en IRRI Management Argentina.

Martín Pasman introdujo el panel recordando que el riego en la Región Pampeana se inició a partir de la feroz sequía de 1988/89. Recordó que, hasta fin de los ’80, se regaba por surcos, y a principio de los ’90 comenzó el pivote, específicamente para producción de semilla en la zona núcleo, que luego se fue expandiendo a zonas marginales. Hoy, hay instalados unos 5.000 equipos que riegan 600.000 a 700.000 hectáreas (ha), a lo que hay que sumar el goteo, los cañones autopropulsados y demás tecnologías.

Alejandro Pannunzio presentó los conceptos de huella hídrica, de evaluación del ciclo de vida y su impacto, y los requerimientos para lograr una expansión del riego en la Argentina. Recordó que, “en el mundo, en los ’70, había unos 184 millones de hectáreas bajo riego; en 1990, 258 millones, y hoy, alrededor de 325 millones. Es el 21% de la superficie cultivada en el mundo, de la que el 70% está en Asia”.
 


En la Argentina, hay 2,2 o 2,3 millones de hectáreas bajo riego. Si se regara un 21% (sobre las 38 millones sembradas), habría que sumar entre 5 y 7 millones de hectáreas, lo que permitiría estabilizar muchos rendimientos. El empresario agregó que los recursos hídricos superficiales son abundantes en el país, con unos 26 millones de litros por segundo (la gran mayoría en la Cuenca del Plata), más todos los subterráneos.

Según Pannunzio, en 2010, el agua para riego en el mundo fue de 1.500 km3, pero la eficiencia fue de solo 56%. “Hay que mejorar los sistemas para aprovechar mejor el agua que tenemos”, enfatizó. Hay 280 millones de hectáreas con riego superficial en el planeta, 35 millones con aspersión y 9 millones con riego localizado; todas deben eficientizarse, sobre todo el riego superficial, empezando por evitar la evaporación.

La huella hídrica (WFN, water footprint network), explicó Pannunzio, es un concepto que refiere a los litros de agua necesarios para producir una unidad de un bien o servicio, como consumo directo. Tiene tres componentes: la huella verde (el agua que consumen los cultivos por las precipitaciones, almacenada), la huella azul (proveniente del riego) y la huella gris (utilizada para asimilar los contaminantes). Pero hoy existe un paso más avanzado, muy interesante para la Argentina: la evaluación del ciclo de vida (LCA, life cycle assessment), de la norma ISO 14046, que considera los consumos indirectos involucrados en los procesos.

La huella hídrica, indicó el experto, refiere a la productividad del agua, la analiza como un recurso limitado. El ciclo de vida analiza el impacto ambiental, por la escasez de agua: al valor de la huella hídrica hay que afectarlo por un coeficiente de cuenca, que es mayor a mayor stress hídrico. El stress proviene de la bebida, los usos industriales y los agropecuarios (estos últimos consumen el 70% del agua dulce del mundo). Así, hay que asignar el recurso para no tener conflicto con otros usuarios. En este sentido, comentó un trabajo que midió la producción de Pergamino durante 5 años. La huella hídrica verde (299 litros por kilo de maíz producido) y la gris (325 litros promedio) sumaron 624 litros, un resultado favorable respecto del mundo.

Para Pannunzio, “con el 8% del caudal del río Paraná se podrían regar con 200 milímetros 4 millones de hectáreas”. Pero el riego presurizado requiere infraestructura, como canales de riego y drenaje, energía con tarifas estacionales, medidores bidireccionales y cuenta corriente para energía consumida y generada; aspectos legales e impositivos, como una ley de promoción del riego, tipo de cambio único, 0% de arancel de importación, 0% de retenciones; y recursos humanos, ya que para aumentar la productividad del agua del riego y la convivencia armónica de todos los usuarios del agua es imprescindible la capacitación.

Pannunzio insistió en las ventajas del riego en lo productivo (aumenta y estabiliza rendimientos) y en lo social (asegura y aumenta la rentabilidad, generando arraigo y bienestar a la cadena de valor). “La huella hídrica es una excelente herramienta. Los recursos hídricos, humanos y la vocación están”, concluyó.

Magalí Gutiérrez contó el caso de la Chacra Valles Irrigados Norpatagónicos de Aapresid. “La chacra se concentró en la cuenca del Río Negro, en el Valle Medio e Inferior, entre las latitudes 39 y 40”, precisó. “En Norpatagonia hay niveles de radiación superiores a otras zonas: es una latitud relativamente alta, tiene temperaturas adecuadas para cultivos, casi no llueve y hay agua del Río Negro en cantidad”. La especialista resaltó la disponibilidad climática de la zona: “La ventana libre de heladas tiene más radiación que el Corn belt (la zona más productiva de maíz del mundo), Pergamino y Marcos Juárez”, señaló. Pero la disponibilidad hídrica es de 250 a 300 mm de lluvia anuales: “No se puede pensar en alta producción sin riego”.

El Río Negro tiene un caudal medio de 818 m3 por segundo, es agua de muy buena calidad “que va al mar a salinizarse si no se aprovecha”, dijo Gutiérrez. La FAO detectó en 2014 que se podrían poner 325.000 ha en producción en el Valle, comentó. Una de las zonas de mayor interés es el Valle del Negro Muerto, que abarca unas 85.500 ha, de relativamente buena calidad, y la propiedad de la tierra no está atomizada. “Hace 10 años se vienen dando desarrollos, principalmente con riego por aspersión, con visión de escala”, señaló.

En el proceso de instalarse, fueron haciendo una agricultura generativa (a diferencia de la regenerativa, que intenta restaurar el suelo prístino): “El maíz fue un aliado estratégico, por ser una gramínea C4, con alta capacidad de capturar carbono y de generar cobertura, con raíces trabajando intensamente todo el tiempo y aplicando agua de calidad para cultivar y lavar las sales del suelo”, explicó. Hoy, luego de 7 años, en el estrato superior del suelo hay 28% más de materia orgánica que en el monte, y biodiversidad y actividad biológica; los suelos se desarrollaron y se transformaron en funcionales. Y el trabajo de los productores permitió generar tecnologías de insumos y de procesos para capitalizar la oferta agroclimática.

Para Gutiérrez, gracias al riego, “se transformó una zona que produce una vaca cada 20 ha, 1 ternero cada 40 ha y una persona trabajando cada 10.000 ha, en sistemas de altísima producción, con estabilidad interanual, porque el riego no es complementario sino total, con rendimientos de entre 15,0 y 17,5 toneladas de maíz (y de 8,0 a 10,0 t de trigo y 4,0 a 4,5 t de soja)”. “Hay radiación, temperatura, suelos desarrollables, escala, agua en calidad y cantidad, buena distancia a puerto, conocimiento y el nombre Patagonia”, dijo Gutiérrez. “Qué falta: energía eléctrica (que está en camino), comunicación, caminos, servicios, créditos a largo plazo, diferenciación impositiva”, completó.

Por último, Juan Boccolini contó el caso de su empresa familiar, agrícola y ganadera, que ya cuenta tres generaciones. Está ubicada cerca de Río Cuarto, Córdoba, donde hacen agricultura, y en Chaco, cerca del límite entre Salta y Santiago del Estero, con ganadería. Con la mira en transformar la agricultura con soluciones rentables y sostenibles, siembran 1.800 ha y tienen 4.700 ha ganaderas, con animales Brangus y Braford para exportación; hacen recría de terneros a campo, con pastoreo y suplementando en invierno con semillas, y luego los terminan en un feedlot, con maíz partido, picado de maíz, burlanda y premezcla.

Boccolini contó que instalaron el riego por goteo en 2020 (tras un estudio de calidad de agua y de suelo para colocar las mangueras) para poder tener más cabezas en el feedlot, ya que hacer maíz era difícil por la escasez de lluvias. Al estabilizar el maíz, pudieron duplicar la cantidad de hacienda. Como el maíz tiene más volumen que en el secano, se redujo la superficie a picar, y hasta pudieron hacer doble cultivo: “Como consecuencia del goteo apareció el trigo, y llegó a superar las 10 t/ha donde no se hacía nada”, contó.

En aras de la sustentabilidad, Boccolini dijo que usan sondas para medir la humedad a distintas profundidades, y un software dice en qué momento regar, para no perder eficiencia del agua ni del cultivo.

 

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