Para juzgar a un productor por el impacto ambiental que genera en su explotación, es imprescindible conocer a fondo las teorías científicas que fueron presentadas a lo largo de la historia por diversos autores reconocidos mundialmente. Estas mencionan que se puede hacer agricultura con Buenas Prácticas Agrícolas.
Pero también, para realizar un manejo responsable en un campo agrícola-ganadero, es sustancial la presencia del asesor técnico, como una figura que no solo brinda el conocimiento específico a los productores. También es un resguardo ante cualquier eventualidad que ocurra, adquiriendo aquí una importancia social.
Como ejemplo de lo que “no se debe hacer”, se puede mencionar un caso que tuvo repercusión nacional en los últimos días en la provincia de Santiago del Estero. Allí, un impactante video generado por el cura ambientalista Sergio Rafaeli, de la localidad santiagueña de Monte Chingolo, muestra a un avión pulverizando sobre una chacra local y provocando la mortandad de la mayoría de sus aves.
Sin dudas, ese contenido genera preocupación a todos. Pero además, manejos como ese sin la intervención de un ingeniero agrónomo, con ausencia de recetas agronómicas y la falta de empatía del “productor” por el ambiente y la sociedad, le brinda argumentos certeros a los ambientalistas para continuar con su lucha, que en este caso en particular es totalmente válida.
Los productos para aplicación de fitosanitarios se adquieren y aplican mediante la emisión de una receta agronómica. Documento legal que solo puede ser realizado por un agrónomo matriculado y capacitado para tal fin. Sin ellos, el concepto de Buenas Prácticas Agrícolas deja de tener consistencia.
En ese sentido, en diálogo con El ABC Rural, la ingeniera agrónoma María Leyla Ledesma Haron, presidenta del Colegio de Ingeniería Agronómica de Santiago del Estero (CIASE), describió la importancia de la profesión en el ámbito social.
“Siempre hay una cadena de irresponsabilidades cuando ocurre mala praxis en el campo. Pero los ambientalistas deben informarse para poder ir a las fuentes y realizar denuncias concretas. No alcanza solo con reclamar por reclamar”, dijo. No obstante advirtió: “Los productores deben respaldarse en un profesional de la agronomía que sea matriculado. De lo contrario pueden correr serios riesgos”.
Por su parte, sostuvo que se debe hacer una discusión del modelo productivo. “Hay que perder el miedo a contar con un ingeniero agrónomo en el campo para comenzar a realizar de manera correcta la implementación de los procesos y la determinación de los productos o herramientas a utilizar”, dijo la referente.
María Leyla Ledesma Haron, presidenta del Colegio de Ingeniería Agronómica de Santiago del Estero (CIASE).
En una mala praxis, tiene responsabilidad el ingeniero agrónomo y el propietario del campo, pero también el aplicador, que debe regirse por las leyes existentes. “El aplicador debe tener habilitada la máquina y su operador. Pero además debe exigir que se cumplan los protocolos de seguridad e higiene y contar con una receta fitosanitaria”, dijo Ledesma Haron.
Reconoce que es fundamental el trabajo conjunto y la visión estratégica de estos tres pilares -productor, asesor y aplicador- para que el proceso sea eficiente y logre disminuir el impacto ambiental de manera concreta.
“Es imposible eliminar del ambiente las perturbaciones que existen en los procesos agronómicos. Ni siquiera haciendo agroecología. Lo interesante es logar reducir el impacto ambiental al máximo para que haya estabilidad”, manifestó la entrevistada. Y esta mitigación se logra cuando la práctica es conducida por un ingeniero agrónomo.
No hay dudas que los colegios profesionales de ingenieros agrónomos cumplen un rol preponderante en la relación agro-ambiente. “Hay que pensar al ingeniero agrónomo como un médico. Hace el diagnostico, evalúa el impacto ambiental que puede tener y confecciona la receta. Siempre lo hace pensando en la producción, pero también en el impacto social de la misma“, dijo convencida la profesional.
En tanto, dijo que la sociedad “tienen que conocer cómo se trabaja en materia agropecuaria” y los colegios aportan esa información. “Periódicamente realizamos encuentros y jornadas abierta a la sociedad, donde exhibimos el trabajo responsable que realizan los matriculados y advertimos sobre el riesgo que generan las aplicaciones sin intervención profesional”, explicó a este medio.
En los últimos años, fue impresionante la valorización del ingeniero agrónomo en el campo, que llevó a un cambio total de paradigma en el sector, pero que aun hay que profundizar.
Y este cambio, a la hora de pensar el campo, se da por la presión social. Son generaciones que han absorbido mucho más el tema del cuidado del medioambiente y en medir y reflexionar el impacto que tiene cada decisión agronómica. Por ese motivo, confiar en un asesor matriculado, debe ser el desafío de todos
ABC Rural