Nacido en la provincia de Mendoza allá por el 1932, Stella cosechó dos títulos vinculados a las ciencias agrarias que lo impulsaron con los años a ocupar distintos cargos públicos de relevancia.
El primero fue el de Bachiller Agricultor Enólogo, otorgado por el Liceo Agrícola Enológico Sarmiento, dependiente de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo, en 1953. Con una familia vinculada al trabajo en viñedos, esa formación nutrida de materias como viticultura, fruticultura y trabajos prácticos en poda, cosecha, aplicación de insumos y laboreos en bodegas, le permitió dar sus primeros pasos en el mundo productivo.
El segundo título llegó luego de cursar la carrera de Ingeniero Agrónomo en la Facultad que manejaba ese Bachillerato, que sirvió como corolario de su formación profesional.
¿Qué lo hizo querer especializarse de esa forma en sus estudios?- le preguntamos a Stella.
-Cuando estaba en el tercer año del liceo tuve la necesidad de trabajar e ingresé a la Dirección Nacional de Bosques de Mendoza, gracias a la recomendación de un profesor. En ese momento necesitaban gente joven para hacer algunas tareas y me sumé como obrero para recolectar semillas y trabajar en el vivero. Luego entré en la parte forestal. En la carrera había muchas materias que me interesaban vinculadas a eso y cuando ingresé me interesé mucho por los suelos forestales. En el transcurso de la carrera le di mucho más valor a todo lo que se relacionara con esa temática.
-¿Cuál era el objetivo de la carrera cuando usted ingresó a ella?
-La facultad estaba dedicada principalmente a la Enología, a la parte de bodegas, viñedos, frutales y horticultura, que son las actividades que se realizan en Mendoza. La facultad prepara ingenieros para esa zona. Si bien teníamos algunas materias de zootecnia, no era la base. Mendoza es una provincia que también ha hecho un culto del árbol, por eso estaba dentro de esa línea. Tenía su vivero de plantas para la parte urbana y la provincia en general. Cuando yo cursé también estaba medida ya la mirada ambiental y del cuidado del agua.
-Imagino entonces que el riego formaba parte de la currícula de aquel entonces.
-Correcto. A fines del Siglo XIX en Mendoza se dictó la Ley de Agua porque la provincia riega o no tiene nada, es desierto. Tiene cinco oasis, uno por cada río. De esa agua depende la vida de la provincia. A partir de esa ley vos tenés una tierra con derecho de agua. En ese momento se dieron los derechos para toda la provincia. Ese derecho te permite utilizar el agua del río. Ese sistema y el sistema de contratistas de viñas es lo que hizo que Mendoza sea lo que es hoy. Claro que en esa época era todo más artesanal. La conservación del suelo y del agua es algo que inherente al mendocino y al sanjuanino. No había en ese momento toda la terminología ambiental que utilizamos hoy pero sí el concepto de que había que mantener limpia las ciudades, cuidar el agua y cuidar los arboles.
¿Cuáles eran las aspiraciones profesionales una vez finalizada la carrera?
-Quien salía de la carrera quería trabajar como sea. Algunos apuntaban a empresas y otros al INTA, que abrió luego de que yo me recibí en 1958. Muchas tenían familias propietarias de viñedos o bodegas y querían entrar ahí. La aspiración más grande era lograr ser un asesor de viñedos y después tener la posibilidad de comprar algún terreno para algún cultivo.
Las aspiraciones de Stella, por el contrario, lo llevaron a especializarse en forestación y a realizar un camino que posteriormente quedó atado a la función pública.
“Si bien entré como obrero a la Dirección Nacional de Bosques de Mendoza, fui ascendiendo con el tiempo hasta llegar a ser Director de Bosques. Eso me permitió relacionarme con la parte nacional, que era la Administración Nacional de Bosques que se creó en 1949. Aún así seguí siempre en Mendoza trabajando, dándole un gran impulso a la forestación provincial”, relató el agrónomo a Bichos de Campo.
En paralelo a esa carrera profesional que desempeñó hasta 1976, Stella también ocupó diferentes puestos dentro de la órbita oficial mendocina como el Departamento General de Irrigación, el Comité de Censos y Estadísticas, la Comisión de Planeamiento, Zonificación y Parquización del Dique Carrizal, la Subsecretaria de Industria, Comercio y Minería, la Subsecretaria de Agricultura y Ganadería provincial.
En 1983 se relocalizó en Buenos Aires, donde fue llamado para ser jefe del Departamento de Forestación del Instituto Forestal Nacional. Luego pasó a integrar el Centro de Investigaciones y Experiencias Forestales (CIEF), una entidad de investigación forestal creado por las empresas.
Tras una breve experiencia como gerente de una empresa forestal neuquina, que lo obligó a mudarse una vez más con su familia, el gobierno nacional lo contactó para delegarle la coordinación de un proyecto con Italia, para hacer plantaciones forestales en Argentina a través de fondos de ese país europeo.
“Desde entonces me quedé en Buenos Aires y toda mi actividad, incluida la actual, se relacionó con los álamos en la parte técnica-profesional y de genética”, afirmó Stella.
-Entonces su carrera dentro de la forestación se volvió algo mucho más específico alrededor de esa especie de árboles.
-Sí. Siempre me especialicé en eso y en los últimos quince años, como estoy asesorando al Ejército en un proyecto para hacer plantaciones de eucaliptos, me vinculé con eso también.
-Antes de ir a esa especialización, ¿cuáles eran sus responsabilidades como funcionario en Mendoza?
-El Director de Bosques de Mendoza tiene como responsabilidad todo el arbolado urbano de la provincia y también la parte de monte de Algarrobo. Esa es la responsabilidad primaria. Después tiene también el parque que hay en Mendoza y el zoológico. En la provincia hay ahora una industria de madera muy importante, que en aquella época no existía. El objetivo era que se plantaran más álamos en toda la provincia, promocionar la forestación. Para eso se hicieron viveros oficiales que regaban las plantas sin costo y llegué a integrar la comisión nacional de bosques en representación de Mendoza.
¿Qué lo hizo enamorarse de los álamos?
-Era el cultivo más importante de Mendoza junto con el sauce. Ahora desde que empecé a asesorar al Ejército me dicen en chiste que traicioné al álamo porque hago forestaciones de eucaliptos.
-Dada su trayectoria es correcto decir que usted vio nacer a la Ley de Bosques y a los ordenamientos territoriales de Bosques Nativos. ¿Qué importancia tuvo eso en su área de trabajo?
-La idea de la ley para mí fue muy buena. Significó que cada provincia conozca exactamente qué es lo que tiene en materia de recursos naturales, en este caso arboles. El tema grave de la Argentina es que a principios del siglo XX teníamos 100 millones de hectáreas y ahora tenemos entre 25 y 35, de acuerdo a cómo lo midas. La Ley trató, en su idea original, de que aquel que tenga un bosque nativo no tenga necesidad de cortarlo para tener un recurso económico, sino que el Estado le ayuda para que no lo destruya. Y aparte ayudaría a las provincias a que tengan recursos para hacer los controles correspondientes y evitar la tala. Acá se ha destruido el bosque nativo y la ley lo que intentó fue evitar eso. La Ley de Ordenamiento Territorial lo que tenía como concepto era evitar que se tale el bosque nativo, ordenando las zonas en rojas, amarillas y verdes.
-¿Con los ojos del presente que resultados ve que tuvo esa batería de leyes? ¿Se desinfló el impulso del comienzo?
Creo que se desinfló por la mala gestión, no porque la ley fuera mala. Con respecto a la ley de ordenamiento territorial, la ley fija concretamente que zonas no se deben cortar y cuales admiten una actividad. Lo que hay que gestionar es que eso verdaderamente se cumpla. Creo que la ley, que tiene recursos importantes cercanos a los 2 mil millones de pesos, no ha dado el resultado que se esperaba porque se siguen cortando bosques. No habría que cortar ningún bosque nativo.
-¿Dónde cree que están hoy puestas las prioridades de la profesión?
-Hoy creo que tiene gran valor el tema ambiental. En cualquier actividad que haga el ingeniero agrónomo, ya sea agrícola ganadera, forestal, frutícola, hortícola, etc. lo principal es cuidar el ambiente. Ya sea desde el punto de vista del suelo, de los agroquímicos que se utilizan, desde el punto de vista del trabajo. Las cosas han cambiado mucho. Antes era verdaderamente un sacrificio el trabajo en las viñas. Hoy tenés tractores con cabinas con aire acondicionado. El trabajo del ingeniero agrónomo también debe ser uno que cuide que el personal esté bien, desde el punto de vista de tener todos los elementos para tener una mejor vida. Y por supuesto no puede faltar la utilización del agua en forma racional.
-Esa es una problemática que a usted lo toca muy de cerca.
-Claro. Conservar el recurso agua, que no es uno tan fácil de obtener. El objetivo principal debe ser el ambientalismo productivo es decir, cuidar el ambiente, producido. No se debe tratar al ambiente como una cosa muerta que no hay que tocar. Hay que tocarlo con un criterio de conservarlo y mejorar la vida del hombre. Ese debería ser el objetivo de todos los profesionales.
-Y usted sigue muy activo en esto, ahora especialmente en el proyecto junto al Ejército.
-Sí. Sigo activo en la Dirección de Remonta y Veterinaria. Es una dirección productiva, tiene muchos campos donde se hacen distintas cosas: cereales, alfalfa, equinos, etc. Yo he intentado que también haga plantaciones forestales, que ya las están haciendo en Corrientes, en Mendoza.
-¿Su familia lo ayuda?
-Cuando estaban en el Instituto Forestal tenía a mi hija que me ayudaba. La que ha aguantado siempre todo esto ha sido mi familia.
-¿Qué significó la distinción que recientemente le dieron el Consejo Profesional de Ingeniería Agronómica?
-Para mí fue muy importante. Es una distinción a la trayectoria. Uno llega a una edad en la que ya ha hecho muchas cosas y es importante que se las reconozcan. Eso a mí me hizo sentir muy bien. También hace cuatro años me dio una distinción la Asociación Forestal.
¿Qué le gusta de esta profesión? ¿Qué es lo que lo mantiene activo dentro de ella?
-Yo creo que en la vida hay que pasar dejando huellas y el hecho de que hoy esté tratando de que se planten árboles que yo seguramente no voy a ver en su plenitud, porque los que estamos plantando se cortan a los 12 o 15 años de madurez, es porque me enamoró el dejar cosas hechas. Por ejemplo en Tunuyán, en Mendoza, logré la financiación para hacer un parque con especies nativas. Eso es lo que a mí me gusta de esta profesión. Ahora, mientras hablo con vos, estoy viendo por mi ventana unos árboles en la Dirección de Remonta y Veterinaria que los planté de chiquitos y que hoy son unos monstruos. Me llena de satisfacción saber que cuando yo no esté, ellos sí seguirán estando ahí. Esto es dejar algo para los que están alrededor y para los que vendrán después.
-¿Qué le diría a quienes están cursando la carrera o son jóvenes profesionales?
-Yo creo que sin duda el futuro es de los jóvenes. Les diría que luchen, que se pongan en serio a mirar y a hacer cosas pensando siempre en la gente. Las armas que les dio la facultad son para que las empleen mejorando la situación de dónde les toque actuar. También son para estudiar, para actualizarse, para pensar en la gente.
Bichos de Campo