En un intento por escapar del clima, que impuso en las últimas campañas restricciones hídricas en la primavera y en el inicio del verano, el maíz comenzó a demorar la siembra. Hoy, según Octavio Caviglia, investigador y docente de la FCA-UNER, los planteos tardíos ocupan más del 50% de la superficie de maíz total en la Argentina, y se han expandido hacia nuevas zonas, generando valor en origen y eficiencia en el uso del cereal.
“El cultivo se ha expandido hacia el NOA y el NEA, y más hacia el sudoeste, en la zona de La Pampa y de la provincia de Buenos Aires, donde normalmente no se realizaba maíz temprano”, sostuvo.
A partir de su experiencia acumulada en la industria semillera, el ingeniero agrónomo Raúl Palmieri describió el arribo de los planteos tardíos al país, que se enfocó en mejorar el rendimiento, relacionado en parte con la introducción de la biotecnología y el cambio hacia el maíz de tipo flint y la producción de híbridos simples de líneas.
“Lo que se venía haciendo en materia de mejoramiento con el maíz termina en los años ‘90, cuando aparece la biotecnología y la producción de híbridos de líneas. Estábamos acostumbrados a que se sembraban cinco surcos de plantas macho, y 10 a 15 de hembras, y se pasó a sembrar cuatro y uno. El control de diatraea también fue relevante”, indicó Palmieri.
Con la ayuda de la biotecnología, las siembras tardías comenzaron a demostrar ser más tolerantes a las enfermedades.
Más allá de la importancia de la tecnología en el desarrollo de esos planteos, los modelos mixtos con agricultura y ganadería en el norte del país también incidieron en su avance. “Muchos productores optaron por siembras tardías porque, a partir de la distancia que había para el traslado del cereal al puerto, lo mejor era convertirlo a carne en el lugar”, destacó Palmieri.
Tan fue la expansión que alcanzó el planteo, que productores, empresas y académicos comenzaron a organizar el Congreso de Maíz Tardío, que ya lleva siete ediciones y tiene como objetivo generar información sobre esta alternativa de producir el cereal, hoy mayoritaria.
María Otegui, investigadora superior del CONICET, señaló que el maíz tardío tiene éxito por adaptarse mejor a ambientes de alta latitud y tener un rendimiento estable, incluso en bajas temperaturas, mientras que la soja y el sorgo sufren penalizaciones de rendimiento cuando se siembran más tarde.
“En el caso de la soja, está muy bien documentado que cada día de atraso en la siembra, durante el mes de diciembre, es una penalización de rendimiento. En el maíz hay mucho esfuerzo para mejorarlo para ambientes de alta latitud, o sea, con buen comportamiento a bajas temperaturas”, indicó la investigadora.
El planteo tardío le saca de encima al maíz la peor mochila, que es la del déficit hídrico estival, agregó Otegui. “Lo que hace es ubicar toda su etapa reproductiva, tanto fijación de granos como llenado de granos, en una época de balance hídrico más favorable, aún con temperaturas más frescas que alargan el período”, precisó.
A partir de este fenómeno agronómico, las empresas semilleras han comenzado a dar respuesta a la necesidad de genética adaptada. Según Otegui, “con excepción de algunas pocas empresas, como es el caso de Morgan y Brevant, que tuvieron un programa para tardío”, la mayoría de los semilleros tienen programas para siembras tempranas, donde se agregó testing en siembras tardías. El porcentaje de todos los sitios en que se hace testeo es menor en tardío con respecto a temprano”, aclaró.
Más allá de la tarea que tienen por delante las empresas semilleras, el productor tiene aún deberes que realizar para ajustar el modelo. “La falta de fertilizante limita el rendimiento, aunque la mineralización aumenta con la siembra tardía. El uso de fertilizantes puede ser costoso, pero puede mejorar el margen de ganancia”, aseguró.
La adopción de este tipo de siembras se puede extender a toda el área maicera del país, incluida la zona núcleo. “Quizá no en los mejores suelos, donde la napa pueda ayudar al rendimiento. Pero, en el resto, se puede hacer tranquilamente”, aclaró Otegui.
En representación de la industria, Mauricio García, del semillero Brevant, sostuvo que la mejora genética del maíz es constante y hay desafíos para seguir mejorando su tolerancia a estrés y a enfermedades. Indicó que la importancia del peso de mil granos en los genotipos nuevos y el uso de biotecnologías y refugios también son relevantes. “El maíz tardío es una realidad y se puede traer genética brasileña para sacar genes de interés. Hay desafíos innumerables en la mejora del maíz”, destacó.
“Se habló en paneles anteriores del Congreso del trabajo de selección de genotipos con alta tolerancia a estrés. Eso es algo que tenemos todos los semilleros, y el desafío es ir mejorando la tolerancia a estrés. Esta tecnología es lo que permitió que hoy podamos ver materiales que, con las condiciones que tuvimos en esta campaña, no habrían tenido espiga”, admitió.
García planteó también algunos desafíos a futuro por parte de la genética. “Debemos seguir trabajando para preservar la biotecnología, por eso el uso de los refugios es fundamental. La experiencia indica que se puede traer un montón de genética brasilera y sacar los genes que necesitamos, no solamente pensando en enfermedades que ya conocemos, como el tizón, sino en otras emergentes, como el carbón de la panoja, que hacía años que no estaba en la Argentina y hoy lo tenemos de vuelta. Se puede continuar con esa selección de genética brasileña con buena tolerancia para estar mejor preparados ante las enfermedades”, destacó.
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